Estudios sobre los personajes de las publicaciones Bruguera
Chicha, Tato y Clodoveo: el "plan B" de Ibáñez Por Carlos De Gregorio
“Chicha, Tato y Clodoveo, de profesión sin empleo” es, junto con “7 Rebolling Street” (una revisión del clásico “13 Rue del Percebe”), la última de las casi cuarenta series creadas por Francisco Ibáñez a lo largo de su vida. Es por tanto una obra de madurez, en la que el autor vuelca una larguísima experiencia acumulada en la creación de historietas, personajes y situaciones cómicas. Las circunstancias en las que la serie nació nos muestran el auténtico esfuerzo que se hizo para crear una serie de calidad que enganchara rápidamente a los lectores. Lamentablemente, el mismo éxito descomunal de Mortadelo y Filemón, que fue clave en el nacimiento de Chicha, Tato y Clodoveo, influyó también en su desaparición pocos años después, y desde entonces su autor se ha dedicado casi en exclusiva a la pareja de agentes de la TIA. En total se publicaron 18 aventuras de 44 a 46 páginas y una colección de magníficas portadas para la revista Guai! Corría el año 1986, y el gigante editorial llamado Bruguera se acercaba a su triste final. Desde hacía tiempo, los pagos a su plantilla de dibujantes se habían ido distanciando, y el autor de Mortadelo había decidido abandonar la editorial para poder ganarse las lentejas en algún sitio donde recompensasen su esfuerzo. Bruguera, que poseía la titularidad de los derechos de publicación de todos sus personajes, como era costumbre en aquella época en España, decidió continuar exprimiendo la gallina de los huevos de oro y encargó la continuación de las historietas de Mortadelo y Filemón a un equipo de guionistas y dibujantes voluntariosos pero de irregular calidad artística. Ibáñez intentó recuperar los derechos sobre sus personajes, y llegaría a dibujarlos para la editorial Grijalbo en los pocos números que duró la primera etapa de la revista Yo y Yo, lanzada en junio de 1987 para tal ocasión, pero en 1986 el asunto aún estaba en el aire, y Bruguera, aunque agonizante, seguía con vida. Por tanto, Ibáñez se veía obligado, si quería seguir en activo como dibujante, a crear una serie que fuera capaz de competir con su creación más famosa, a la que tantos años se había dedicado. Para ello tenía que crear algo nuevo, bien trabajado, y que ofreciera a los lectores “algo más”. La oportunidad vino de la mano de la revista Guai!, publicada por la editorial Grijalbo, que ante la crisis de Bruguera decidió lanzarse al mercado del tebeo. Para ello contaba de antemano con los derechos de publicación de una cantidad nada despreciable de series francobelgas de primerísima línea que ya venía editando en forma de álbumes. Estamos hablando de series como Astérix, Lucky Luke, el Teniente Blueberry o Spirou y Fantasio, entre otras. Pero además se unieron al proyecto algunas de las grandes figuras de Bruguera. Junto con Ibáñez venían autores de la categoría del genial Raf (el padre de Sir Tim O´Theo), Segura (autor de muchas series clásicas como La Panda o Rigoberto Picaporte), y Martz-Schmidt (el genial creador del Profesor Tragacanto y el Doctor Cataplasma, entre otros personajes). En la revista Guai! llegaría a trabajar más adelante el mismísimo Escobar, que con más de 80 años se animó a crear una nueva versión de sus famosos Zipi y Zape (“Terre & Moto”). La idea era muy buena: un tebeo que aunase los mayores talentos del cómic español y de la escuela franco-belga. Algo parecido a lo que unos cuantos años atrás había intentado Bruguera con su magnífico Gran Pulgarcito. E Ibáñez se encargó de la historieta estelar de la nueva revista, “Chicha, Tato y Clodoveo, de profesión sin empleo”, además de la revisión de “13 Rue del Percebe” mencionada más arriba, que ocuparía las páginas centrales de la revista, con un edificio más grande y un elenco de personajes más extenso y puesto al día. “7 Rebolling Street”, evidentemente, era una muestra de ese “algo más” que Ibáñez quería ofrecer a los lectores. Pero el otro estreno del autor incluía también “algo más”: personajes más actuales, con más pelo (Ibáñez se lamentaba en una entrevista del trabajo que este detalle le supuso), y con más detalles humorísticos en cada viñeta. Recuerdo la impresión que me produjo el nº 1 de la revista Guai! , y especialmente el inicio de la historieta de Chicha, Tato y Clodoveo. Sin duda, este tebeo y esta historieta estaban a mucha distancia de los tebeos y las historietas de Mortadelo que en esa época publicaba la agonizante Bruguera. El estupendo coloreado a acuarela, que se mantuvo sólo durante las tres primeras aventuras, las hacía aún más atractivas.
En el primer episodio, y de forma más extensa a lo largo del segundo álbum, se nos presenta al trío protagonista. Clodoveo, hijo de una pareja de equilibristas y criado en un circo, es un prestidigitador y transformista, cuya capacidad de convertirse en cualquier persona, animal u objeto nos trae a la memoria inmediatamente a Mortadelo. Tato, antiguo picapedrero y boxeador, es bajito y miope, totalmente cegato si le desaparecen las gafas, lo que ofrecerá a Ibáñez la oportunidad de actualizar algunos gags típicos de Rompetechos. Y Chicha, la marchosa del trío, oveja negra de la familia de aristócratas en la que nació, fue sin duda el personaje más logrado y original del trío protagonista. Y un personaje muy especial en la carrera de Ibáñez, pues nunca había utilizado caracteres femeninos como protagonistas de sus series, salvo en el caso de “Doña Pura y Doña Pera, vecinas de la escalera” (bastante diferentes a Chicha en aspecto y personalidad) allá por los años 60. Los tres amigos coinciden en la cola del paro, circunstancia que tiene una doble utilidad para Ibáñez: además de reflejar un asunto de actualidad permitía a sus protagonistas desempeñar los más variados oficios y enfrentarse a muy diversas situaciones, que invariablemente terminarían de forma catastrófica y con los tres de nuevo en la cola del paro. En los ratos libres remojarían sus penas en el “Snack Joro Bar”, donde se desarrollaría otra gran cantidad de gags. La creación de Ibáñez debe encuadrarse en un contexto muy concreto: estamos en tiempos de una crisis económica que había arrancado en las postrimerías del franquismo y que llegaría a su auge unos años después, con unos niveles de paro que nunca se habían conocido en nuestro país. Los personajes eran un reflejo de algo que estaba en la mente de todos. Desde luego, no eran los primeros protagonistas de un cómic en situación de desempleo (recordemos a Carpanta, creado cuatro décadas antes en una época de mayor penuria), pero éste era uno de los rasgos que los hacían actuales y reconocibles. No era el único. El personaje de Chicha, más que ningún otro, reflejaba el ambiente de la “movida” de los 80, hoy tan mitificado. Leyendo las aventuras de Chicha, Tato y Clodoveo, el lector habitual de Ibáñez reconoce a menudo situaciones y gags procedentes de diversos álbumes de Mortadelo y Filemón, pero también de otras creaciones suyas (Pepe Gotera y Otilio, Rompetechos, Sacarino...). A pesar de la falta de ideas originales que este hecho representa, nos permite apreciar en unos pocos álbumes un compendio de situaciones cómicas desarrolladas durante décadas en distintas series. Cuando en 1987 Ibáñez retoma a Mortadelo y Filemón, no puede mantener el ritmo de producción que exigen las dos series semanales. Comienza la decadencia de Chicha, Tato y Clodoveo, que son dejados en manos de un equipo de negros a partir de la octava aventura (“Viajar es un placer”), en la que ya no aparece la firma de Ibáñez. Al tiempo que comienza a publicarse esta historia en el Guai!, se anuncia la aparición de la revista Yo y Yo, con Mortadelo y Filemón dibujados de nuevo por Ibáñez. La primera etapa de Yo y Yo se cerrará al cabo de sólo seis números, y el autor aún retoma a Chicha, Tato y Clodoveo en un par de historias más antes de abandonarlos definitivamente. En diciembre de 1987 la revista Guai! pasa a manos de Ediciones B (el nº 81 es el último editado por Grijalbo), y en 1988 Ibáñez llega a un acuerdo con la editorial para regresar a la revista Mortadelo y dibujar allí a su pareja de detectives. Guai! y Mortadelo ya no han de competir a muerte, sino que pasan a ser publicaciones hermanas de la misma editorial. Dibujadas por negros íntegramente las últimas siete historias de Chicha, Tato y Clodoveo, el nivel artístico de la serie está a mucha distancia del que tenía cuando nació. Ibáñez sólo seguirá dibujando al trío protagonista para las portadas del Guai!, aunque algunas de éstas también son encargadas a los negros de turno. En enero de 1990, tras 175 números, la revista Guai! desaparece y con ella su serie estelar. En su lugar comienza la segunda etapa de Yo y Yo, que incluiría series de gran calidad, pero en ella ya no encontraremos ni a Mortadelo y Filemón ni a Chicha, Tato y Clodoveo. De las 18 aventuras de la serie, sólo las primeras 11 fueron recopiladas en España en forma de álbum en la colección Tope Guai!, y varias de ellas también en ediciones más lujosas con tapa dura. En Alemania, donde Ibáñez goza de un éxito descomunal, sí se han publicado todas las historias en álbumes independientes.
Portada del número 1 de Die Trixer (The, Cleo und Fetzer),
Seguidamente ofrecemos una breve sinopsis de cada aventura, indicando junto a su título los números de la revista Guai! en que se publicó, y el álbum correspondiente de la colección Tope Guai! :
Tras la desaparición de la revista Guai! no volvieron a publicarse aventuras de Chicha, Tato y Clodoveo, aunque aparecieron como invitados en la aventura de Mortadelo y Filemón “El 35 aniversario” (páginas 41 y 42), publicada en 1993. Años antes, habían sido los agentes de la TIA quienes habían aparecido en las páginas de Chicha, Tato y Clodoveo, en la cola del paro o limpiando parabrisas por las calles (lo que reflejaba en cierto modo la situación en que se encontraban estos personajes).
Una abuelita, Tato, Chicha, un reportero, Clodoveo,
Ibáñez tuvo oportunidad de dibujar a Chicha al menos una vez más, en la página 23 del álbum de Mortadelo y Filemón “Su vida privada”, publicado con motivo del 40º aniversario de los personajes (1998). Para seguir recordando a Chicha, Tato y Clodoveo, habremos de leer una vez más sus antiguas aventuras.
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