Reseñas sobre libros dedicados a investigar sobre Bruguera
Dos libros en torno a Mortadelo y Filemón Por José Ángel Quintana
Aunque el que suscribe siempre pensó que sería el primero en escribir un libro sobre los dos héroes de la infancia colectiva de tantos de nosotros, fue Miguel Fernández Soto quien, allá por el año 99 saca a la luz el primer monográfico acerca de Mortadelo y Filemón escrito en nuestro país (y en el extranjero ése). No contento con ello, seis años después, el autor replantea, corrige y aumenta su obra inicial hasta dar a luz el que será, sin duda alguna, el mejor estudio de la trayectoria de Francisco Ibáñez. Pero vayamos por partes. En 1999, decíamos, Miguel Fernández Soto publica en “Los extras de El Boletín” Mortadelo y Filemón, Cuatro décadas de historietas, en una edición limitada sin ánimo de lucro. A pesar de la limitación inicial en cuestiones de distribución, espacio disponible, etc., la obra goza de una extraordinaria difusión entre los “fans” de la pareja, muchos de los cuales no consiguen adquirir su ejemplar, ya agotado, dejando así entrever la existencia de un mercado nada desdeñable dispuesto a asimilar este tipo de estudios. Esta obra inicial se estructura en cinco grandes partes, al margen de la indispensable presentación, conclusión, bibliografía, etc. La primera de ellas toma como excusa la celebración de los cuarenta años que Mortadelo y Filemón llevan entre nosotros para hacer un repaso breve pero riguroso de la trayectoria de estos personajes, desde sus inicios en 1958 hasta los umbrales del siglo XXI. En un segundo momento, el autor aborda los álbumes de Ibáñez, que, sin duda, han sido el soporte decisivo de la permanencia del dibujante en el gusto del público, una vez desaparecidas las revistitas semanales. Tras analizar sucinta y rigurosamente la peculiar adaptación que Ibáñez hizo de este formato europeo, se reseñan algunos álbumes de Mortadelo y Filemón (aunque Fernández Soto afirma haber seguido criterios de representatividad a la hora de escoger los álbumes reseñados, en ningún momento niega el papel que la nostalgia y la memoria han jugado en su selección). Una completa lista de las historietas largas de la pareja cierra esta sección. La tercera parte está dedicada a los personajes: Mortadelo y Filemón se analizan conjuntamente y por separado; se hace hincapié en la parodia de los superagentes literarios, cinematográficos y televisivos que suponen; se aborda el tema de las historietas “apócrifas”, sin olvidarse de la aparición de los personajes en otras series. Por último, encontramos un interesante acercamiento a la figura del creador, al que Miguel Fernández permite definirse a sí mismo (y su método de trabajo) a través de citas textuales debidamente documentadas, que manifiestan un riguroso trabajo de investigación. Este trabajo de documentación alcanza dimensiones admirables en la siguiente sección, en la que se habla de la vida de nuestros personajes “más allá de la viñeta”: en cine, televisión o videojuego; en forma de muñecos, pegatinas o barajas de cartas; es decir, en la sociedad de consumo. El lector encontrará en esta destacable sección curiosidades tan interesantes como gratas a la memoria. Sin duda, una aportación imprescindible. En el quinto episodio, el repaso a las otras series de Ibáñez no puede compaginar mejor brevedad y eficacia: Sacarino, Rompetechos, Pepe Gotera, 13, Rue del Percebe… se unen a personajes menos conocidos del autor (Don Pedrito, Doña Pura y Doña Pera, Godofredo y Pascualino…) y a las páginas temáticas, configurando un mosaico breve pero completo de la trayectoria de Francisco Ibáñez. Las convenientes ilustraciones, las citas en los márgenes y el atractivo diseño del libro hicieron que la obra de Miguel Fernández Soto se convirtiera en un punto de referencia ineludible para todo estudioso de la obra de Ibáñez y, en cierto modo, del cómic español de la época. Tanto es así, que tanto los datos objetivos como las opiniones personales del autor han sido utilizados (no siempre citando la fuente) en algunos de los tan prodigados estudios posteriores sobre la Escuela Bruguera. Sin embargo, el mismo autor reconoce en varias ocasiones a lo largo de su libro la falta de espacio para demorarse más en algunos aspectos, e incluso señala que sería conveniente desarrollar en futuros escritos aspectos que aquí quedan meramente esbozados. Y así lo hizo, será el propio autor el que recoja el guante para asumir, partiendo de esta obra inicial, el reto que supone un proyecto de mayor envergadura, que se convertirá, con el tiempo, en El mundo de Mortadelo y Filemón.
Menos imparcial he de mostrarme, forzosamente, a la hora de hablar de esta última publicación de la editorial Dolmen. Esto se debe a mi implicación personal en el nuevo proyecto de Fernández Soto, tanto en algún apartado concreto como en el proceso de elaboración global de la obra. Si el libro anterior, era indudablemente interesante, no podemos obviar que su reconocida estructura de yuxtaposición de apartados era un pequeño lastre que había que superar. El mundo de Mortadelo y Filemón presenta, de entrada, un planteamiento distinto. Esta vez, los sucesivos capítulos siguen un orden cronológico en el que se abarcan, sistemática y ordenadamente, los diferentes aspectos de la obra de Ibáñez que merecen ser reseñados en cada época, centrándose sobre todo en la pareja que da título al volumen pero sin asfixiarse en ese único campo de estudio. Los personajes, fechas y datos que apenas quedaron esbozados anteriormente se desarrollarán con plenitud en la nueva obra de Miguel Fernández, mostrando un caudal de información rigurosa y de amenas curiosidades que no podrán sino entusiasmar a los lectores, independientemente de su “nivel de conocimiento” del universo de Ibáñez. Muchos son los factores que han contribuido a la extraordinaria configuración de la obra. En primer lugar, por supuesto, la cuidada labor de su autor, que ha conseguido entrar en contacto con fuentes directas de información, con personas vieron nacer en su contexto editorial (Bruguera o Ediciones B) las historietas que hoy releemos con gusto, ayudando a desgajar las interesantes circunstancias editoriales en las que el maestro Ibáñez desarrollaba su ingente producción. A esto hay que sumarle la presencia de un grupo de colaboradores que han aportado sus conocimientos sobre aspectos muy concretos relacionados con la obra de Ibáñez: adaptación de sus personajes a otros medios (cine, videojuegos), lenguaje característico, aceptación de su obra en el extranjero… Estas aportaciones, decíamos, son un complemento perfecto al gran corpus que supone el trabajo personal de Miguel Fernández. De este trabajo personal, yo me quedaría (y soy totalmente subjetivo) con una tarea que hacía tiempo que alguien debería haber emprendido en este país y que nadie hasta ahora había realizado: el comentario independiente de cada uno de los álbumes de Mortadelo (sin descuidar, para regocijo de los fans, las historietas cortas). El autor de El mundo de Mortadelo y Filemón ha encontrado la fórmula más práctica de enfocar tan titánica tarea: lejos de demorarse en destripar argumentos o en reseñar curiosidades más o menos intrascendentes, ha señalado los hallazgos humorísticos de Ibáñez en cada álbum, aquellos recursos que se convertirían en los pilares de su carrera hasta llegar a ser el dibujante de historietas más vendido del país. Así pues, se reseñan las novedades de cada entrega, sus puntos comunes con otros álbumes, sus repercusiones posteriores, etc. A partir de ahí, Fernández Soto expone sus propias conclusiones, alejadas del apasionamiento propio del aficionado, atenuado en gran parte por el rigor que se debe exigir al crítico. Esta característica dota a sus opiniones de una objetividad que no pretende asentar verdades, sino proponer al lector materiales y criterios suficientes para que saque sus propias conclusiones. Son muchos los aspectos que nos dejamos atrás en esta breve reseña, pero querer abordar todo lo que toca la presente obra puede resultar una tarea no menos titánica que la emprendida por su autor. Y ya no nos va quedando espacio. Tan solo queremos reafirmarnos en la idea de que esta última y definitiva (por el momento) obra de Miguel Fernández hará las delicias no sólo del exigente incondicional de Mortadelo y Filemón, sino de todo aquél que en algún momento de su vida (¿quién se libra?) haya deslizado sus ojos y su fantasía por alguna de las páginas de este par de merluzos y sus “hermanos de tinta”. Un fenómeno cultural de las dimensiones de Mortadelo y Filemón merece, pese a quien pese, una lectura más.
Nota de 13, rue Bruguera:
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