Artículos y estudios sobre la historia de la editorial Bruguera
Por José Antonio Ortega Anguiano
A Julia Galán, por su entrega a la edición de tebeos y por ese momento de heroísmo que, contra viento y marea, salvó el “archivo Bruguera”.
PROLEGÓMENOS En el inicio de la década de los años 20 del pasado siglo, la historieta española no había acusado aún los profundos cambios operados en la estructura del lenguaje que desde los periódicos norteamericanos se habían producido en el medio, desterrando, de una vez por todas, los pesados textos de apoyo con los que era contada cada narración desde que surge en Europa en las primeras décadas del siglo XIX, por lo que, la sincronía entre el texto y el dibujo era mucho más arbitraria aún de lo que estamos acostumbrados ahora. A consecuencia de una larga tradición, el género de humor era lo que predominaba en los soportes editoriales. El personaje fijo no se prodigaba y la capacidad de las revistas era una mezcla de cuentos moralizantes, pasatiempos, chistes y anécdotas que complementaban el bagaje de historietas. Desde su origen, la narrativa gráfica se había alojado en periódicos y revistas humorísticas, infantiles y de información general, como parte de un contenido que ofrecía un novedoso medio de expresión, que, por su fácil lectura, podía asimilarse sin el menor esfuerzo, pero, la publicación dedicada a la historieta de manera monográfica, casi no existe en la etapa finisecular, por lo que tan sólo podía encontrársela, entre otros temas varios, como parte de una oferta sin más pretensiones que las de ofrecer un poco de diversión. Este es, pues, el espectro generalizado y somero, de lo que podía encontrarse en el mercado español dedicado a la historieta cuando Juan Bruguera Teixidó, de veinticinco años, funda en 1910 la editorial El Gato Negro, una reconversión de otra editora llamada Progreso que se había puesto en marcha en 1908. Tanto una como otra estaban dedicadas al lanzamiento de folletines y seriales populares de romance, aventuras o detectivescos. Algunos, como el incluido en la colección Grandes Obras Modernas, respondían al sugestivo título y rótulos de atracción de DESPRECIADA en la noche de su boda por el hombre amado. El amor de un corazón de mujer. Celos. Odio. Dolor. Sacrificio. Abnegación. La traición de la amiga más amada. Calumnia. Envidia. Perfidia. Calvario. Expiación, en esencia, poco más o menos, lo mismo que nos ofrecen hoy los seriales televisivos. Hasta ese momento, tan sólo una decena escasa de revistas dedicadas íntegramente a la edición de historietas había visto la luz desde que la imprenta comenzara a utilizarse en la segunda mitad del siglo XIX como un vehículo dedicado a producir artículos de consumo destinados a la cultura de masas. A pesar del alojo disperso, su rápida difusión permite que surjan revistas compuestas enteramente por historietas, lo que supone el nacimiento de la producción industrial de cómics, que tiene como objetivo dar al lector la mayor cantidad de diversión a cambio de algo de dinero. Durante los años diez del pasado siglo, aparece una publicación llamada Dominguín que va a cambiar un panorama de edición monopolizado por revistas y periódicos. Además de ésta, entre 1915 y 1919, Charlot, Periquín, Max Linder y hasta un total de dieciséis publicaciones a lo largo de la década, compondrán los primeros ejemplos de este tipo de publicación que sentará sus primeras bases fijas en años venideros. Es una producción de seis editores distintos que se realiza de manera artesanal y sin la pretensión empresarial que tomará luego cuando comience su desarrollo. Esta industrialización progresiva permitirá unos resultados que aportarán al público una mayor calidad artística, con lo que la narrativa dibujada irá ganando en popularidad a medida que se vaya haciendo más atrayente visualmente. Buigas, uno de ellos, pondrá en el mercado en 1917 la revista TBO. Entonces, algo cambia en la directriz pedagógica que desde siempre había animado la edición. Cuando las ventas de ésta se destacan, el nuevo sistema de generar riqueza gira hacia lo comercial de manera decidida por lo que lo lúdico aparece en este tipo de narrativa de manera decidida.
EL UMBRAL DE UN IMPERIO Los años 20 es la época de la consolidación de la revista de historietas, una nueva fórmula editorial que durante los años anteriores sólo había sido una novedad, importante, pero sin definir. En este espacio de tiempo, una cincuentena de títulos se añade a lo ya editado, lo que supone un aumento de un trescientos por ciento respecto al periodo precedente.
Consciente de este cambio, y sin dejar su habitual política editorial, Juan Bruguera edita en junio de 1921 una publicación de apenas ocho páginas, cuatro de ellas a color y las restantes en blanco y negro, que cuesta cinco céntimos de peseta y que se llama Pulgarcito. En un principio su contenido es eminentemente humorístico, pero, a lo largo de su andadura incorporará la aventura para atraer a un público más heterogéneo. A las nueve semanas de su aparición cuenta ya con cincuenta mil lectores en toda España. “Por circunstancias ajenas a su voluntad”, según se dice en el editorial de su número 65, la revista se ve obligada a aumentar el precio a diez céntimos de peseta, ya que así lo exige el gobierno, pero, para compensar, también se duplica el número de páginas. En la Navidad de 1922 se edita el primer almanaque y cuando se produce la entrada del nuevo año, la portada de Pulgarcito lucirá una bonita cuatricromía. En 1924 sufrirá su primera modificación de la cabecera en la que se incluye la imagen del pequeño que será su mascota durante muchos años. En esta primera etapa, que llegará hasta la Guerra Civil, se dan a conocer autores literarios como Tostty, Ruiz y Arquer y dibujantes como Plá, Donaz, Urda, Arriet, Robert, Niel, Vinaixa y otros, que le dan un carácter multitudinario a la revista hasta el punto de hacerla competir muy seriamente con TBO. Su popularidad será tal que la Gran Mutualidad Infantil, una corporación que se articula desde sus páginas, llega a alcanzar la cifra de unos veinticinco mil afiliados cuando aquella década toque a su fin. La asociación se encamina a congregar a los lectores en torno a la revista, pero, también trata de promover valores de solidaridad y hasta ecológicos en el niño. Pulgarcito se mantendrá en el mercado con la suficiente consistencia como para que ese año y el siguiente la editora pruebe suerte con Crispín y otras tres revistas más, como Aleluyas de Pulgarcito, que contenía el título de cabecera de la de mayor éxito, pero, diferenciado con otro nombre añadido, como también había hecho su oponente Buigas con alguna secuela del celebrado TBO. En aquel momento, apenas algo más de una docena de editores se aprestaban a competir en el kiosco. Junto a El Gato Negro, están Marco, Baguña, Calleja y otros de menor importancia como Galas, Rivadeneyra o Tipografía Offset, además del citado Buigas. Magín Piñol, otro de ellos, comenzará su andadura editorial en 1922, pero, hacia1926 cederá el total de sus cabeceras en activo a Juan Bruguera, lo que supondrá una absorción de una empresa por otra en una época temprana que eliminará una competencia de una cierta calidad debido a la presentación cuidada de sus productos, algunos de los cuales como ¡Hay que ver! o Colorín se convertirá en éxito popular por lo que su camino se dilatará más allá de esta década, alcanzando los ciento ochenta y tantos y doscientos cincuenta y tantos ejemplares, respectivamente. De los cerca de cincuenta títulos de colecciones diferentes que son lanzados al mercado por entonces, veinte de ellos, son publicados por la editora que nos ocupa, lo que supone un porcentaje ciertamente alto y una apuesta fuerte de Juan Bruguera por la consolidación de la narrativa dibujada en el país. Si todas estas revistas están marcadas por su adscripción al humor y difieren en muy poco en su contenido, la intención de la editora de proponer una baraja diversa se pone de manifiesto cuando aparecen títulos como Charlot, Rey de la Risay Tom Mix, personajes procedentes del medio cinematográfico, o Sigronet, una revista dedicada al humor, pero editado en lengua catalana, una tradición que ya tenía precedentes en el mundo editorial. Es la etapa en la que, al compás del cine, empiezan a diversificarse los géneros. Si el humor es el preferido por el público, el oeste y las aventuras también hacen acto de presencia, sin olvidar las referencias a la tradición oral de cuentos populares y a la literatura dedicada a la cultura de masas. Es la consecuencia de un acercamiento al lector impuesto por la competencia de una industria que cada vez trabaja más con vistas al rendimiento económico. También comienza a producirse por entonces un hecho iterativo en el mundo de la edición que consiste en que una empresa ponga en el mercado una serie de revistas similares a otra publicación suya que está teniendo éxito, con lo que ella misma se está creando una competencia. Así, con la rentabilidad de unas se cubren las posibles ventas bajas de las otras, por lo que la subsistencia de la empresa está más asegurada que si sólo edita una, ya que si falla su venta puede tener problemas. Por otro lado, si ésta dispone ya de una buena infraestructura, con el acrecentamiento editorial se consigue aumentar la utilización de la maquinaria, por lo que su beneficio será mayor. Así, con varios productos similares en el mercado, se disuade a la posible competencia para que se abstenga de editar revistas parecidas a las de éxito atraída por la idea de ganar dinero imitando un producto del que se conoce fehacientemente su rentabilidad segura. La cultura de masas le debe mucho a este último sistema, ya que, por ejemplo, grandes películas han sido hechas en los estudios de Hollywood a pesar de la certeza previa de los ejecutivos de su escaso logro de dividendos.
LOS CONFLICTIVOS AÑOS TREINTA La cuarta década del siglo se inicia en España con la proclamación de la II República. El Gato Negro lo celebrará con la edición de Rataplán, una revista de historietas que aloja a un personaje que le da nombre y que recorrerá el mundo llevando por doquier las bondades republicanas. ¿Ideas políticas del editor? ¿Vista comercial? Mientras, Pulgarcito sigue su éxito imparable a lo largo del periodo, iniciando una serie de renovaciones consistentes en un ligero aumento de su tamaño y la edición de material extranjero. Su contenido, incluida la portada, sigue presidido por historietas de humor con textos explicativos a pie de imagen que se presentan en forma de pareados. En 1931, coincidiendo más o menos con su número 500, se ofrecen colecciones completas encuadernadas sin recargo de precio sobre el total del valor facial y deja de publicarse la sección de la Gran Mutualidad Infantil. Entre tanto, tebeos de la misma línea como Bobín, Alegría Infantil o AEI, configuran el aspecto de unas fórmulas que ya están asentadas en el fervor del público. Sin embargo, algo ha cambiado. El cine se ha socializado. La radio se expande. Los índices de analfabetismo, verdadera vergüenza de todo estado que se precie, son muy altos, pero la escolarización paulatina está permitiendo el acceso a un mayor grado de instrucción a una masa antes inculta. Por ello, a medida que las sucesivas generaciones instruidas van haciendo descender estas cotas, el cómic va llegando a horizontes más bajos, influido también por el aumento del nivel de vida y el abaratamiento de los costes de producción que todo proceso industrial trae consigo. Todo ello propicia que nazca una importante cultura de masas que va a disponer de sus propios mitos, y lo que es más importante: su implantación fuera de las fronteras en las que se les da origen, lo que convertirá al planeta en un lugar más pequeño, más íntimo, en el que se aúnan criterios culturales que actuarán de elementos unicivilizadores. En 1933, Juan Bruguera Teixidó muere a los cuarenta y ocho años de edad, por lo que sus hijos Francisco y Pantaleón Bruguera Grané se hacen cargo de la empresa. Su primera gestión se caracteriza por el abandono progresivo de la edición de folletines y la dedicación más exclusiva a la publicación de revistas de historietas. Son los años en que a éstas se las comienza a denominar popularmente como “tebeos”, por extensión y mimetismo con TBO, con lo que, como ocurre tantas otras veces, se identifica el producto con una marca de raigambre popular. Sin duda que la penetración del cine norteamericano, y con éste su cultura, es lo que hace que se vuelva la mirada hacia otros cánones diferentes cuando se hacen historietas, aunque el cambio se habrá de producir de manera paulatina a lo largo de la década. Y no sólo el cine. La aparición de Aventurero, Mickey o La Revista de Tim Tyler, repiten fórmulas de éxito ensayadas antes en Italia. El formato, el color y el contenido de éstas no es sino un suplemento dominical de cómics norteamericano, con lo que la historieta española, que hasta ahora sólo se había asomado fugazmente a lo que se hacía en el exterior a través de lo producido en el mercado inglés, adquiere su dimensión internacional cuando esas tres revistas, y algunas otras más, publican los personajes creados para los grandes rotativos norteamericanos, cuyos obras están originando una Edad de Oro en los cómics destinados a laprensa. Flash Gordon, Secret Agent X-9 y Jungle Jim, Alex Raymond; Popeye, de Segar; Tim Tyler´s Luck, de Lyman Young; Betty Boop, de Max Fleisher; la surrealista Polly and Her Pals, de Cliff Sterrett; Tarzan, de Hal Foster; Terry and the Pirates, de Milton Caniff; Mandrake, de Phil Davis; Bring´em Back Alive, de Glenn Cravath; Buck Rogers, de Dick Calkins; The Phantom, de Ray Moore, entre otros, conforman un bagaje de series y autores tan importantes y tan distintos que, a partir de su conocimiento, los gustos del público y el de los autores autóctonos se ven alterados, por lo que ya nada puede permanecer estático en los planteamientos artísticos con los que se expresan éstos. Condicionados por el nuevo lenguaje y la estética del cine, sus obras dan un paso de gigante hacia la integración y homogeneización de un medio que ahora es consciente de que su evolución debe surgir de la mirada subrepticia y constante al vecino. Con la difusión de estos cómics se aumenta la edad de los lectores, ya que, debido a la adecuación de los temas tratados y su intento de mimetismo con el cine, puede ser leído por adolescentes. Por otra parte, el dibujo naturalista se instala en la narrativa iconográfica de nuestro país y, además, dentro de éste, se establecen tres escuelas que siguen a Raymond, Foster o Caniff, cuyo influencia es de tal calibre que es muy fácil rastrearla en cualquiera de los autores españoles durante ésta y las décadas siguientes, salvo evidentes y personalísimas excepciones. Por otro lado, la historieta de humor tendrá una nutrida representación con características completamente originales y autónomas. Un tipo de historieta y otro está asentándose en las preferencias del público. Ahora son ya unas noventa colecciones distintas las que se ponen en el mercado en estos diez años, por tanto, la edición ha aumentado al doble si tenemos en cuenta las colecciones que permanecen en activo desde la década pasada. A pesar de ser un periodo de crecimiento para la editorial barcelonesa, únicamente llegará a lanzar otros veinte títulos, lo que supone una etapa de estancamiento de la que sin duda, la guerra que se avecina, será la causa principal. Los hermanos Bruguera lanzarán a partir de 1935 una nueva edición de AEI, publicada por su padre diez años atrás, y otras como Ja... Ja o Guau Guau, pero será La Risa Infantil la que consiga un éxito que la mantendrá en el mercado a lo largo de la época. A ello contribuirá la incorporación de un personaje del cine tan importante como Shirley Temple, cuyo nombre acabará por desplazar al de la propia cabecera. Con la Guerra Civil se producirán cambios profundos en la empresa, ya que todo conflicto de esa importancia acaba imbuyendo a un país en su compleja problemática que afecta también el mercado relativo a los tebeos. El intento de colectivización de los medios de producción en una contienda que tiene mucho de revolución por la dinámica generada por los grupos de izquierdas, afecta a la empresa Bruguera hasta el punto de que un comité se hace cargo de su gestión. A partir de entonces, las nuevas colecciones lanzadas como Camaradas, Calderilla o Almanaque Pionero, muestran en sus páginas algo de esta lucha por el adoctrinamiento y el control ideológico del mundo infantil. La contienda determina la entrada masiva de los ideales políticos sin subterfugios en la historieta. Hasta entonces, excepto en el caso de Rataplán, éstos sólo se habían dado desde posiciones conservadoras, religiosas o reivindicativas de una idiosincrasia de manera más o menos encubierta. El cine, la radio y la prensa, y con ella la historieta, se pondrán al servicio de una corriente de pensamiento cuyos límites estarán marcados por lo que ésta se imponga a sí misma, castrando en ambos bandos una forma de arte que es usada con fines ajenos para los que fue creada. Y no sólo el aspecto ideológico de uno u otro signo se muestra en el contenido de los tebeos, sino que la arbitrariedad que proyecta unos momentos convulsos en lavida cotidiana también se instala en éstos, como un reflejo de la sociedad que los genera. La disponibilidad de dinero para la adquisición de un soporte editorial creado para promover una ganancia económica que pueda mantenerlo en el mercado, es exigua en tiempos de guerra. Por otra parte, la carencia de papel, sobre todo en la zona republicana y en los meses finales de la guerra es otro de los inconvenientes casi insalvables para que exista una continuidad editorial. En este tiempo es cuando el estado de la república consigue tomar el control de la situación y la editorial Bruguera es devuelta a sus legítimos propietarios. La intervención no se ha notado, salvo algún caso concreto, en la edición delos tebeos, sin embargo, las dificultades no acabarán con el cese de las hostilidades.
LA DÉCADA DE POSGUERRA En líneas generales, si los problemas de la contienda civil siguen vigentes a lo largo de los años mientras se desarrolla una cruenta posguerra, para contrarrestarlos, los medios de masas, surgidos como una consecuencia de la evolución de la sociedad de consumo, convierten a la historieta en la primera industria del país que se dedica al entretenimiento, si no en cuanto a dinero generado, sí que en cuanto a popularidad. En la década de los cuarenta es cuando se consolida definitivamente el tebeo como un vehículo de masas con características modernas, es decir, como un medio industrial que genera una infraestructura lo suficientemente compleja y eficiente dedicada a generar riqueza como fin, ya que en este espacio de tiempo son lanzadas unas seiscientas dieciocho colecciones, lo que supone un aumento de casi un setecientos por ciento con respecto a la década anterior. Como se verá, tal dato sorprende por los grandes problemas que van a aquejar al medio desde el exterior. Sin embargo, se debe tener en cuenta, para entender tal contrasentido, que aún no existe la competencia de otras industrias generadoras de cultura de masas como la televisión, o están limitadas, como en el caso del cine, porque no hay una infraestructura de locales que lo extienda de manera eficiente por toda la geografía del país. A pesar de estos datos triunfalistas sobre la industria del tebeo, como se ha apuntado, a éste no se le allana el camino. El racionamiento general de todo alcanza también a la producción del papel y sin esa materia prima no hay tebeos. Sin duda que los cupos destinados a cada uno de los campos de la prensa debieron ser repartidos de manera arbitraria y, por lo tanto, el mercado negro, como siempre ocurre tras un periodo de conflicto armado, debió de abastecer a las empresas. Por otra parte, durante una década, las autorizaciones para editar serán la moneda de cambio que beneficie a los afectos al nuevo régimen y que perjudique a los que se han significado con los perdedores. El Estado, fiscalizador de todo, también controla ahora la cultura, y si el tebeo es parte de esta, también debe de pagar su tributo en forma de censura previa. Antes de editarse, cada original debía pasar por una revisión que autorizase su publicación. Un sello en la parte posterior de la página será el visado que garantice la correcta observación de las normas impuestas para la prensa. Así, la cultura, amordazada, toma unos derroteros unidireccionales que sirven a un gobierno totalitario que lo acapara todo. Con tales premisas editoriales, Francisco y Pantaleón, una vez recuperado el control de El Gato Negro, deciden en 1939 cambiar el nombre comercial de su empresa por el de Editorial Bruguera, a la vez que reanudan la edición de revistas. La primera será Pulgarcito. Su contenido se compone de material ya editado anteriormente en sus publicaciones de anteguerra, un método que acabará siendo uno de sus planteamientos comerciales más recurrentes a lo largo de su historia, pero, los problemas de permisos de edición y, por lo tanto, de discontinuidad en la periodicidad y el añadido de la escasez de papel, hacen que se cierre hasta que se encuentre un mejor momento en años venideros. El empleo de viejas historietas ya publicadas con anterioridad se debe a la consideración entre los editores de que la guerra sólo ha sido un traumático paréntesis que no ha afectado a los gustos del público, por lo que Bruguera, como otras muchas empresas ya existentes, reanuda su actividad con sus antiguas cabeceras y otras parecidas como Bobito, AEI, Aventuras y Viajes, La Alegría Infantil, Guau Guau, Niños, etc., pero, se equivoca. Los cómics norteamericanos y el cine han impuesto otros postulados estéticos y artísticos y ahora es el cuaderno de historietas de formato italiano, una fórmula que ya era éxito en el país mediterráneo y que se había importado en los años de la contienda, lo que prima en esta década. En 1944 llega a lanzar hasta diecisiete colecciones distintas de las que prácticamente ninguna rebasa la decena de ejemplares. Sus planteamientos infantiles deciden su suerte ante los cambios de preferencias operados en el público. Es la ingente producción de cuadernos apaisados con un contenido de aventuras, a veces mezcladas con el humor, de editoriales como Hispano Americana, Ameller, Española, Grafidea, Marco, Valenciana, Toray o Cliper, lo que marca las directrices a seguir. A pesar de ello, Pulgarcito conoce una nueva etapa que removerá los cimientos de la historieta cuando encuentra un camino nunca antes hollado por Bruguera. El deseo de búsqueda de la editora culmina con la publicación de una revista diferente dedicada a un tipo dehumor con planteamientos adultos que puede ser leído por distintos sectores de edad. Es ahora cuando ven la luz Cucufato Pí, Zipi y Zape, Don Berrinche, Las hermanas Gilda y otros grandes clásicos del humor. Es esta la llave que llevará a un éxito que aún no se ha consolidado y, por ello, se proponen nuevas opciones.
Heliodoro Hipotenuso, de Manuel Vázquez,
Un año más tarde, el material producido por la compañía Disney es publicado por Bruguera en cinco revistas distintas que tampoco consiguen dar en la diana, sin embargo, en el entramado interno de la editorial, 1945 supone la incorporación de un hombre clave en el equipo gestor. Rafael González Martínez, nacido en el mismo año en que Juan Bruguera funda El Gato Negro, ejerce de coordinador de la edición dedicada a la historieta. Silver Roy, El Inspector Dan o Dr. Niebla son algunas de sus producciones en cuanto a obras de estética naturalista, y Don Furcio Buscabollos, El Reporter Tribulete, Carpanta, Doña Urraca y otras, son también creaciones suyas que se instalarán en la cultura de masas de este país como algunos de sus grandes referentes. Es entre 1947 y 1948 cuando Bruguera intenta entrar en el mercado del formato a la italiana con colecciones como El Hombre de la Estrella, El Caballero de las Tres Cruces, de Ángel Pardo, Juan, el Intrépido, El Justiciero Fantasma, El Rey de la Jungla, Brick Bradford, Ricardo Manteca y Jorgito Apuros, Titán, el Invencible, Águila Negra y Ted, el Pelirrojo, algunas de las cuales provienen del material americano producido para los grandes sindicatos que surten a la prensa. Tampoco son colecciones que lleguen a hacerse longevas, como ocurre con El Campeón, que tan sólo alcanza el número 20 a pesar de su indudable calidad. Ahí es donde Antonio Bosch Penalba publica su serie estelar de intriga fantástica Erick, el Enigma Viviente y Dr. Niebla, de Francisco Hidalgo, que ideara Rafael González y al que más tarde relevarán González Ledesma y Víctor Mora. El éxito de esta última le hará saltar a la novela popular. Hidalgo también realizará la serie Dick Sanders y en esta misma publicación será donde Pardo incluya Raúl de Montrose. Sin embargo, la nueva etapa de Pulgarcito, iniciada en 1947, será lo que consolide la publicación definitivamente a pesar de los problemas de permisos, aperiodicidad, escasez de papel, etc. Cifré, Vázquez, Nadal, “Jorge”, Iranzo, Conti, Urda, Escobar, Peñarroya y otros, son sus más destacados creadores en el campo del humor, pero, la revista opta por incluir también buenas series de aventuras con un contenido algo más adulto, como parece ser su pretensión a juzgar por la temática de las historietas que aparecen. Para ésta, Ángel Pardo dibuja sus narraciones seriadas Fe y Heroísmo y Sangre en Bizancio; Bosch Penalba desarrolla Silver Roy y Eugenio Giner crea gráficamente a El Inspector Dan, un personaje que perdurará durante años en las páginas de la revista. La cabecera da lugar a una serie de secuelas como Super Pulgarcito, Magos del Lápiz, Magos de la Risa o Suplemento Cómico de Pulgarcito, que aparecerán antes de que la década concluya. En ese año aparece también la colección de novelas femeninas Pimpinela de las que se editarán hasta 1970 unos mil doscientos títulos diferentes. A ésta le siguen Madreperla y los denominados Bolsilibros Bruguera, entre los que llegarán a publicarse en poco tiempo unos cinco mil más repartidos entre cinco colecciones diferentes. En el Catálogo Ilustrado de Bruguera de 1948, que consta de treinta y dos páginas, destacan unas setenta obras que alcanzan las treinta pesetas de precio facial. Todo un récord para el nivel económico de la época tratándose de obras dirigidas a la cultura popular. Tal volumen de negocio impone que se haga una reconversión estructural de la empresa. En ese mismo año se adquieren dos máquinas, construidas tres décadas atrás, que habían pertenecido a dos diarios locales. Es también la época de la diversificación. Surgen así Creaciones Ibis y Crisol, dos filiares afectas a la principal, y como anexo de esta última se crea un departamento artístico donde trabajan Duque, Piturch, Cifré, Manuel Amén, Escobar, Peñarroya y otros. Está regido por Emilio Freixas y allí mismo radica el equipo de redacción del que forman parte Rafael González, José María Lladó, el experimentado periodista, García Espulgas y el joven González Ledesma, que inició sucarrera literaria mientras cursaba sus estudios universitarios de Derecho. En ese final de década comienzan a actuar los agentes fijos y un inspector de ventas, pero, será el viaje que Francisco Bruguera realice a América del Sur para realizar contactos con distribuidores y editores lo que permita establecer una plataforma de asentamiento empresarial en un enorme mercado cohesionado por el idioma, pero, no será el único que haga, ya que en años venideros realizará un buen número de ellos. Sin embargo, un momento de crisis editorial obliga a hipotecar bienes personales de los propietarios, pero, la batalla se ha ganado. La editorial resiste de manera fuerte. Ahora se apresta, decidida, a ganar la guerra.
LA CONSOLIDACIÓN DE UN IMPERIO El alejamiento temporal del desastre que supuso la guerra traerá consigo una cierta estabilidad económica, sobre todo en el primer lustro de la década de los cincuenta, a lo que contribuirá de manera directa el proceso de transformación de una colectividad rural mayoritaria en otra urbana que dará origen a una sociedad de consumo más amplia que gastará más y, entre otras cosas, comprará tebeos. Y cómo... A pesar de que el número de colecciones editadas desciende levemente a quinientas ochenta y dos, los años cincuenta serán los que promuevan las grandes tiradas del tebeo en España, pero, claro, únicamente algunos de sus títulos conseguirá hacerlo de una manera paradigmática y, sin duda que muchos de ellos serán de Bruguera.
Gildo, de Manuel Vázquez,
Los cincuenta serán los años de los lanzamientos más emblemáticos de todo el discurrir editorial de Bruguera. Con la instauración en 1951 del Ministerio de Información y Turismo se comienzan a solventar los problemas que aquejaban al mundo editorial, por lo que también se estabiliza el campo de la prensa infantil. Es también el año en que es necesario habilitar dos nuevos edificio para la empresa, uno en el número 2 de la calle Proyecto y otro en los números 92 y 94 de la calle Mora de Ebro. Mientras, la redacción y el estudio de dibujantes están ubicados en el 248 de la avenida de la República Argentina. Pulgarcito es autorizado a aparecer oficialmente en 1952, aunque ya lo hacía de manera regular desde el final de la década anterior. Ahora, inicia una nueva andadura refundiendo toda la numeración de las cinco colecciones antes editadas, por lo que el primer ejemplar de esta etapa lleva el número 1107. La mordacidad de su contenido será mitigada más tarde por el decreto del 24 de junio de 1955 sobre ordenación de Prensa Infantil y Juvenil. Esta nueva ley promulgada por Arias Salgado traerá un poco de legalidad y pondrá algo de orden en el revuelto río de la edición. En mayo de 1951, El DDT “contra las penas” aparece como una alternativa a ésta, pero, con un humor de connotaciones más adultas. Otro tanto ocurrirá con Can Can, y más tarde con Ven y Ven, una revista que llegada a la decena de ejemplares, se convierte de una semana a otra en Suplemento de Historietas de El DDT, una publicación de idéntico contenido, tan parecida que hasta en los créditos del interior de sus primeros números aparece aún el logotipo de cabecera de la primera. Es posible, aunque este dato no se ha podido confirmar, que se trate de un problema de derechos de autor sobre el nombre de la famosa y vieja canción que de nuevo estaba siendo revisada en El Último Cuplé, de Sara Montiel. En cuanto a otros géneros diferentes, el esfuerzo que en los últimos años había hecho la editora para encontrar un título de éxito entre un maremagnun de aventureros de todo tipo lo consigue con El Cachorro. Esta obra aparece en 1951 y está dibujada por Iranzo, un autor que se había escogido para dar forma gráfica a La familia Pepe, de Pulgarcito, y en sus páginas se hace gala de la épica más absoluta. Pero, no será el único tebeo apaisado que se lance ni que tenga éxito. El Inspector Dan, aparecido de manera seriada en Pulgarcito de la mano de Giner, y que posteriormente continua su trayectoria siendo dibujado de manera alterna por éste y por Jorge Macabich, Julio Vivas, Francisco Darnís y Fernando Costa, dispondrá de su colección propia en ese mismo año, donde además de los citados, le darán vida Pedro Alférez y Francisco Hidalgo. El Capitán Robles, Luis y Raúl, La Nave del Tiempo, Vendaval o Bisonte gráfico, serán otros de los productos cuidados que aparecen, pero, ninguno igualará a El Capitán Trueno, que será, sin duda, la serie estrella de toda la carrera editorial en cuanto a héroes de aventuras se refiere. Nacido en mayo de 1956 debido al guión de Víctor Mora, será dibujado por Ambrós, Beaumont, Pardo, Fuentes Man y Martínez Osete, entre otros. Con los años, incluso, se convertirá en uno de los personajes más emblemáticos de todo el tebeo español del siglo XX, junto a Roberto Alcázar y Pedrín y El guerrero del antifaz, ambas de editorial Valenciana, que habían aparecido en la década anterior, pero, que, sin embargo, fueron coetáneos de Trueno a lo largo de ésta y la siguiente. El cuaderno llegará a alcanzar, una vez consolidado en el mercado, unas tiradas de hasta trescientos cincuenta mil ejemplares semanales. Todo un récord dentro del tebeo hispano que hablan de su dimensión popular, que, incluso, se extiende hasta el momento. Antes de que acabe la década, El Jabato presentará una opción en el campo de la aventura a El Capitán Trueno. Aquel surge al socaire de una larga tradición literaria y cinematográfica de un género que tiene a la historia y la cultura de la Roma Clásica como trasfondo y lo hace en una época en la que alcanza su cenit en el cine norteamericano y europeo. Por otro lado, Bruguera abre un nuevo frente poco hollado en los tebeos. Las publicaciones para la mujer habían estado siempre muy presentes cuando tras la guerra se habían diversificado los géneros para acaparar los distintos sectores del mercado, pero, excepto algunos intentos poco relevantes, el grueso de lo editado se reducía a símiles de cuentos basados en la tradición oral. Con Sissi, Revista Femenina, se ofrece en 1958 una revista para la mujer de una edad indeterminada en la que, junto a la historieta, se le brinda el mundo propio que la caracteriza por habérsele impuesto y, además,se le da cine, música ligera y otros campos que le interesan. Un año más tarde, tendrá una serie de secuelas como Sissi, Novelas Gráficas, Sissi, Cuentos Para Niñas y Sissi Juvenil, que diversifican la oferta hasta dejar casi obsoleta la posible competencia. Es también la época de la gran expansión hacia el campo de los cromos, en el que se plasman fastuosas películas y sucesos cinematográficos de la década haciendo gala de una cierta calidad en su plasmación, pero, también lo es del acercamiento al público de la novela popular, que ahora se vende en formato de bolsillo. Este despliegue está motivado por la masiva alfabetización de la generación nacida en los años inmediatos a la guerra. Alguien tan importante como Corín Tellado, la reina indiscutible del romance, o Marcial Lafuente Estefanía, el fecundo autor de relatos del oeste, tendrán sus colecciones particulares y, junto a los tebeos, conformarán el extraordinario bagaje de la literatura de kiosco que alcanzará a cualquier género de éxito en aquellos años. Por ello, el libro de aceptación multitudinaria también da un salto cualitativo cuando se establecen unos parámetros oportunos. La Colección Laurel, que había tenido una acogida aceptable en años anteriores, parece ser el precedente del lanzamiento de la Colección Historias, una mezcla de texto de novelas populares que se acompaña de una historieta concisa que reproduce en imágenes lo escrito, una fórmula novedosa que atraerá hacia lo literario a un público acostumbrado a la narrativa dibujada, por lo que la compilación llega a alcanzar los doscientos títulos diferentes. Su aparición en 1955 es coetánea a la construcción de un gran edificio en el número 5 de Camps i Fabrés que comienza a utilizarse a partir del año siguiente. Es una época caracterizada por una ardorosa producción editorial consistente en la tirada mensual de más de un millón de ejemplares de diverso material. Por otro lado, una nueva empresa filial dirigida al parecer por Francisco Bruguera Goset, otro miembro familiar de la tercera generación dedicada a la edición, se encarga de vender el material del ya enorme archivo a revistas de Latinoamérica y Europa, convirtiéndose en una agencia al modo de los grandes syndicates norteamericanos. Creaciones Editoriales no será la única que prolifere en esos años, pero, sin duda que se convertirá en la principal en ese inquieto mundo del tebeo. Entre unos medios y otros, la editorial adquiere un estatus de funcionalidad empresarial que le catapultan al éxito cuando la década termina. Con la compra de maquinaria, la apertura de nuevos locales y una apuesta decidida y concienzuda del material editado, Bruguera había tratado de convertirse en una gran empresa, desechando totalmente el menor viso artesanal -no en vano, en 1954, Bruguera se había convertido en sociedad anónima-, y lo estaba consiguiendo. Haciendo gala de una política económica agresiva, y por lo tanto, despersonalizando las relaciones con sus trabajadores, la editora establece una dinámica de apropiación de originales cuya utilización puede ser realizada de manera potestativa hasta el punto de volverlos a publicar cuantas veces quiera o venderlos al extranjero a través de Creaciones Editoriales sin pagar nada por ello en ambos casos a sus autores. Aunque no se sabe a ciencia cierta, puede que una situación tal origine que en 1957 los dibujantes Conti, Peñarroya, Cifré, Giner y Escobar, a los que se unen luego Penalba y Enrich, se alíen con la intención de hacer un humor más adulto que, a veces, rozaba los límites permitidos por la censura. La revista Tío Vivo materializará estas aspiraciones, y durante un tiempo se vende bien. Esta “huída de cerebros” hace que la editorial se abra a nuevas admisiones de dibujantes jóvenes, lo que posibilita la inclusión en la plantilla de gente tan importante como Raf, Segura o Ibáñez que trabajarán para la revista Pulgarcito, para la que crean personajes tan emblemáticos como Campeonio, Rigoberto Picaporte o Mortadelo y Filemón, entre otros, y también para Can Can, implantada para hacerle la competencia a Tío Vivo, por lo que con el contraataque de la editora, se dará al traste con tan curioso y efectivo invento, que, al final pasará a manos de Bruguera cuando termine la década. En mitad de esta vorágine, se emprende la construcción de los edificios de los números 8 y 10 de la calle Mora la Nueva que serán utilizados a partir de 1959. Con una expansión imparable de su infraestructura, e incluso, neutralizando a la disidencia, la editorial no tendrá el menor impedimento para ganar la batalla final que pondrá en sus manos el mercado de tebeos de todo un país.
LA LUCHA POR LA PERMANENCIA Al inicio de la nueva década de los sesenta del pasado siglo, la editorial, en su rama argentina, ocupa ya tres plantas de un céntrico edificio de Buenos Aires y, progresivamente, la nómina de empleados irá aumentando hasta alcanzar los setenta trabajadores. Pero, no será el único enclave americano desde el que se expanda. En 1960 se abre una sucursal en Río de Janeiro, en Brasil y, posteriormente, otras en Venezuela, Méjico y Portugal. Tras la compra a sus autores, Tío Vivo será publicada de nuevo con un carácter más general dentro del contexto de la editorial confiriéndole unos planteamientos que la mantendrán en el mercado hasta casi el final de la andadura de Bruguera, generando, así mismo, una serie de secuelas que usan el nombre originario con leves modificaciones que las personalizan. Es también la época del lanzamiento de El Campeón de las Historietas, que se une al resto de las revistas dedicadas al humor producidas por la editora para componer un friso homogéneo en cuanto a un tipo de edición cuya calidad queda lejos de cualquier otra aparecida por entonces. Son los años de la creación de El Botones Sacarino y de Rompetechos, de Francisco Ibáñez, que aparecerá en Tío Vivo en 1963 y de Angelito, una de las creaciones más geniales de Vázquez, que nacerá un año más tarde para hacer diabluras. Sin embargo, la editora no olvida el humor dedicado a un público más adulto y reelabora en este sentido las características de las revistas DDT y Can Can y las dota de un mayor formato. El cambio les hará gozar de una vida muy dilatada. El Capitán Trueno y El Jabato tienen también sus propias revistas denominadas con el apelativo Extra, que luego se diversificarán como Álbum Gigante y, una vez más, al final del periodo, como Trueno-Color y El Jabato-Color. Son los primeros intentos de utilizar el material que ya se ha publicado antes... Una práctica muy común que, a partir de ahora, será la tónica general de la editorial. Es un modo más del sistema de explotación de los autores en este macro negocio en que se ha convertido Bruguera. Normalmente, cada una de las historietas del fondo editorial va a ser publicada al menos dos o tres y hasta cuatro veces a lo largo de los años en diferentes cabeceras. Al menos un treinta por ciento del contenido de algunas de éstas está compuesto por material de archivo. Por supuesto que por los refritos, no cobran derechos, pero, a pesar de la impotencia de los dibujantes por ejercer el control sobre su obra, siempre tienen el derecho a ejercer una pequeña venganza. Se da el caso de que, por ejemplo, en Los Cuentos del Tío Vázquez se llega a utiliza el mismo guión para algunas historietas que su autor dibuja de nuevo, y por lo tanto, cobra, hasta tres veces. Pero, no son sólo estas las únicas aventuras que se editan. Cuando el formato apaisado languidece, seis nuevas colecciones como El Cosaco Verde, El Sargento Furia, El Mosquetero Azul, Jalisco, Cuadernos Héroes y El Teniente Negro son puestas en el mercado en los primeros sesenta. El tebeo que se ha vendido hasta ahora decae poco a poco. En este periodo son ya sólo unas quinientas colecciones las que se editan. La merma supone casi un veinte por ciento menos que en la década precedente. Y es que cuando el cine y la televisión se socializan, ya nada puede volver a ser lo mismo. Acabada la época en la que la carencia de ambos medios de masas lo había convertido en el rey indiscutible de éstos, el tebeo debe de buscar otros planteamientos distintos, y lo hace acercándose a lo que ahora es verdaderamente popular: el medio cinematográfico y televisivo. El mercado para la mujer no se olvida. Blanca es un intento de hacer algo demasiado parecido a Sissi y fracasa. Sin embargo, Lily, dirigido a un público impúber, se convertirá en un éxito que perdurará, tras adaptarse al paso del tiempo, hasta los años ochenta. Mundo Juvenil es “la revista de los amigos de Marisol”. Un personaje lo suficientemente emblemático como para que salte de un campo a otro. En febrero de 1963, la preciosa malagueña visita los talleres gráficos de la editorial como parte del montaje publicitario que afecta a la revista. Ese mismo año se crea el Club Bruguera, de carácter interno, y se produce otro de los procesos expansivos de la editorial en el campo de su propia infraestructura. La empresa compra un edificio en el número 96 de la calle Londres, pero no será lo único que se adquiera, ya que también se obtiene una maquina Man de dieciocho toneladas y una rotativa Victoria Briss que tira unos seis mil pliegos de setenta por ciento centímetros a la hora. Su funcionamiento requería una serie de elementos complementarios a su alrededor como un autómata que preparaba el papel antes de que entrase en los cilindros y otros dos artilugios más que permitían el trabajo de fresado. Ese verano, las cuatro cabeceras diferentes en que se dividían las publicaciones de Sissi suman la importante cifra de setecientos números editados, lo que computa globalmente la asombrosa cantidad de cincuenta millones de ejemplares de tirada total vendidos en siete años. Maravillas de la Ciencia, es lagran apuesta de la editorial en 1964 por hacerun tipo de edición de gran calidad. Dos años antes, Historia Natural y El Cuerpo Humanohabían supuesto una apertura de un nuevo mercado de libros caros, magníficamente ilustrados y editados a todo color como se comenzaba a hacer en el resto del mundo occidental. La acogida decide la puesta en el mercado en 1966 de la Historia de la Prensa Catalana, dividida en dos tomos, y de la soberbia Enciclopedia de Ciencias Naturales, de ocho tomos, que contienen unas cinco mil ilustraciones, mil seiscientas entradas y un índice con quince mil epígrafes. En 1967 se editará una versión más económica y un par de secuelas menores más, entre ellas una Geografía Universal, aparecida en 1967, que se compone de mil setecientos cincuenta artículos repartidos en casi quinientas páginas, consta de setecientas ilustraciones y se estructura alfabéticamente por continentes.
Las dos últimas se venderán en entregas semanales que pueden encuadernarse con unas lujosas tapas especialmente editadas para ello. El sistema permite la adquisición de un excelente material bibliográfico que, de otro modo, jamás hubiese llegado a un destinatario que comienza a subir en su estatus económico, pero que aún no podría permitirse semejantes lujos si no se le ofrece compartimentado en fascículos. Hoy, esto es algo básico e inherente al proceso de culturización de cualquiera de nosotros, pero, por entonces, era un sistema editorial eminentemente novedoso. Promediada la década, aparecen nuevos personajes creados para las revistas de historietas de humor. Son los años del nacimiento de Pepe Gotera y Otilio, de Ibáñez, de Anacleto, de Vázquez, y de Aspirino y Colodión y Topolino, de Alfons Fiqueras. Perry Mason y Sospecha, llegados desde la televisión, también tendrán su versión en la narrativa dibujada, pero, en un momento en que ésta sólo puede verse en blanco y negro, el tebeo ofrece la oportunidad de contemplar a sus personajes más emblemáticos con todo su cromatismo en revistas como Din Dan y Tele-Color, que tendrán, tras varias reformas estructurales, un recorrido editorial que se extenderá a lo largo de varios años de esa década. Uno de estos cambios se produce en 1968. Entonces, Din Dan se reconvertirá en revista de humor y aventuras. DDT y el nuevo título Bravo, harán lo mismo. Sin embargo, las tres se caracterizan por la inclusión en sus páginas de series tan importantes como Blueberry, Astérix, Barbe-Rouge, Michel Tanguy y Achille Talon, provenientes de Pilote, que aunque editadas algunas de ellas un poco antes por Molino, será Bruguera quien las difunda de manera mayoritaria a través de éstas revistas o desarrollando colecciones independientes de álbumes al modo francés. Un intento de unificación de casi todas ellas en una sola para que se parezca al semanario francés, dará lugar a Gran Pulgarcito, una edición de lo mejor que puede dar de sí Bruguera y la revista de Dargaud Éditeur. En sus páginas, mientras Iznogud aparece por vez primera en nuestro país para intentar ser, de una vez por todas, “califa en lugar del califa”, Alfons Figueras dibuja unos personajes repletos de fantasía, y entre tanto Mortadelo y Filemón inician una nueva andadura acondicionando sus aventuras al formato de álbum con El Sulfato Atómico y otras, el corrosivo Vázquez crea tres nuevas historietas para esta edición como Don Polillo, La Abuelita Paz y Feliciano. Pero, a pesar de su calidad indudable, no alcanzará el éxito popular que las expectativas editoriales habían pronosticado y en el segundo año de su publicación trata de modificar su contenido recurriendo a la televisión. Félix Rodríguez de la Fuente será ahora un nuevo héroe del tebeo, pero, su estatismo no logra romper la barrera del salto de un medio a otro. 1968 marcará la época en que el best seller norteamericanoNo Serás un Extraño alcanzará su diecisiete edición y el momento en que el conjunto de las veinticinco colecciones de tipo bolsillo de que dispone la editora como Madreperla, Pimpinela, Bisonte, Búfalo, Servicio Secreto y otras, consiguen rebasar la asombrosa cifra de diecisiete mil títulos diferentes publicados que han llegado a vender un número compuesto por muchos millones de ejemplares. Por entonces es cuando comienza a haber un reconocimiento popular a la labor que desde tanto tiempo ha estado realizando Editorial Bruguera. En ese año, una votación del público dirigida por TVE concede un galardón a Pulgarcito en premio a la mejor revista infantil, pero no será el único. Pocos meses después, se le entrega el Aro de Oro en la Feria del Juguete de Valencia y se le hace una mención especial en el II Salón Nacional de Humoristas celebrado en Madrid. En 1969 se le volverá a otorgar los premios de la televisión estatal y de la Feria del Juguete por segundo año consecutivo.
LA REINA INDISCUTIBLE La nueva década de los setenta se presentará con un considerable aumento en cuanto al número de colecciones editadas en el panorama del tebeo español. Las más de ochocientas cuarenta y siete aparecidas suponen un aumento tan considerable que parece que la crisis del tebeo ha pasado. Como era de esperar, en el entorno de la gran editora que estudiamos se produce una corriente idéntica que hace que estos sean los diez años más fructíferos, si no en creatividad, al menos sí que en cuanto al desorbitado número de nuevas colecciones puestas en el mercado. Si en cada periodo estudiado desde los años veinte había publicado, respectivamente, un número total de veinte, veintitrés, cincuenta y nueve, veinticuatro y cuarenta nuevas colecciones, en el lapso de tiempo que integran los setenta serán nada menos que ciento una nuevas cabeceras las que verán la luz. Si se compara esta cifra con esas ciento sesenta y seis, suma total de todas las anteriores, se tendrá una visión aproximada de lo que representa el empeño editorial desplegado ahora. Sin embargo, a pesar de este incremento en el catálogo de publicaciones en el ámbito nacional y particular de Bruguera, la exigua cantidad de ejemplares que integran cada una y las tiradas son un buen baremo para sopesar el estado de salud del tebeo de la época. A pesar de todo, las cabeceras importantes de Bruguera siguen contando con el favor del público. Muchas de ellas rondan los cien y ciento setenta mil ejemplares, según datos del Catálogo de Publicaciones Periódicas Infantiles y Juveniles publicado en 1973 y 1974 por el Ministerio de Información y Turismo. Precisamente, este organismo estatal es el que vuelve a entregar un premio a la editora en reconocimiento a su labor editorial dedicada a la cultura dirigida a los niños y público en general. En 1970 este estrato social vuelve a elegir a Pulgarcito como la mejor revista desde el foro organizado por TVE y se le entrega el tercer Aro de Oro de la Feria del Juguete de Valencia. Fracasada Gran Pulgarcito, la editorial intenta de nuevo realizar una publicación en que la aventura y el humor estén representados en igualdad de condiciones. Mortadelo, un personaje del tebeo que es ya todo un símbolo, será el título elegido para la cabecera. Desde aquí, los personajes más populares de Ibáñez seguirán alumbrando historias que luego podrán ser reeditadas en álbumes de cuarenta y cuatro páginas al modo europeo. La estructura iniciada con El sulfato atómico obedece a la necesidad de surtir no sólo al mercado nacional, sino a buena parte del mundo occidental donde sus protagonistas están comenzando a adquirir una gran popularidad. Otro plato fuerte de la revista es la inclusión de un nuevo personaje de Víctor Mora. El Corsario de Hierro puede que sea el último gran héroe a la antigua usanza del tebeo español. Su amenidad indudable le hará retornar en algunas reediciones monográficas dedicadas a él. A un año vista de su aparición Mortadelo conseguirá en 1971 el Aro de Plata de la Feria del Juguete valenciana y el segundo puesto en la clasificación de TVE a la mejor revista juvenil. En años sucesivos también conseguirá El Aro de Oro, concretamente en 1972, 1973, 1974, 1975 y el Aro de Plata en 1976. Pero, no todo el discurrir editorial es un camino triunfante. En 1974 se produce el primer gran litigio que marcará el principio de una rebelión de los creadores por ser dueños de su obra. Corín Tellado pondrá en los tribunales una situación de utilización arbitraria de su producción que Bruguera controla de manera absoluta. Pero, no será un caso único. Marcial Lafuente Estefanía, también le sigue en su empeño porque se le pague convenientemente con arreglo a las ventas extraordinarias que se realizan en medio mundo. Como parte del desarrollo de Bruguera se crea la distribuidora Libresa para la correcta difusión de los fabricados de la editora. Por otro lado, otra división empresarial comienza el establecimiento de una serie de librerías llamadas Proa. Tras un primer implante en Madrid y Barcelona, se abre una nueva sede en Bilbao, pero la idea no prospera y el nuevo negocio se cierra al poco de iniciado. Incluso, llega a publicarse un boletín de circulación interna llamado Nosotros, en el que se dan noticias relativas a la editorial, que se dirige a los más de mil operarios que trabajan en la empresa en ese tiempo. En el campo de los nuevos lanzamientos se encuentra Joyas Literarias Juveniles que a partir de 1970 se convertirá en una de las colecciones que más difusión alcanzará debido a las peculiaridades de su andadura editorial. En los últimos años, el departamento de edición había venido incluyendo una sucesión de historietas de manera seriada en buena parte de las cabeceras de su línea de humor. Son adaptaciones de novelas infantiles y juveniles de la literatura universal de aventuras del siglo XIX y XX, es decir, obras muy conocidas que en la mayoría de los casos han prescrito sus derechos y han pasado a ser Patrimonio de la Humanidad y que la editora sabe que son éxitos por haber sido editadas anteriormente en su forma original en la Colección Historias. Con ese gran stock de fotolitos es muy fácil lanzar una nueva serie cuyo principal marchamo es el cultural y, por supuesto, el lúdico que aporta el medio de los cómics. La nómina de dibujantes de su contenido es ciertamente importante, lo que implica otro de sus logros como edición. Las secuelas no se hacen esperar y, con el mismo material de procedencia, se da origen a series que recuerdan de alguna manera el título inicial como Grandes Aventuras Juveniles, Famosas Novelas, Novelas Históricas, Historias Completas, Joyas Literarias Infantiles y otras con la relevante partícula Super. En 1971 aparece otra publicación de planteamientos técnicos editoriales similares. La Colección Olé también usa en su contenido material de humor ya conocido anteriormente de manera aleatoria en la pléyade de cabeceras de Bruguera, pero, ahora, se recoge dedicando cada revista a un personaje de forma monográfica. Esta serie no decaerá en muchos años y su éxito se alargará hasta una buena parte de los ochenta. Los prefijos Super, Mini y Extra diversificarán muchas de las cabeceras de las revistas dedicadas al humor que ya eran o estaban representando un éxito, pero, ahora, la actividad febril editorial opta por utilizar el nombre de sus personajes más emblemáticos para hacer nuevas apuestas que triunfen en el mercado. Tras Mortadelo, Campeonio, Zipi y Zape, Sacarino, Cataplasma o Carpanta tendrán su propia revista. Además de los títulos de siempre como DDT, Tío Vivo o Pulgarcito, las nuevas publicaciones como Magos del Humor, Ases del Humor, Alegres Historietas, etc., intentarán abrir nuevas brechas en elpanorama del particular modo de entender el humor de la editorial. Incluso, la revista Jordi utiliza este género para difundir, de paso, la lengua catalana. Un capítulo importante dentro de las ventas es el dedicado a las reediciones de clásicos. El Capitán Trueno y El Jabato, en sus versiones a color, siguen alimentando la fama de unas series que ya han labrado su propio mito dentro del panorama del tebeo. La década estará plagada de reimpresiones y formatos diferentes de los mismos personajes, pero, no serán los únicos. El Inspector Dan y El Cachorro también volverán a resurgir en ediciones que no respetan las originales y que remontan las planchas originales en un nefasto puzzle que ni siquiera conserva el viejo sabor que tuvieron. Sin embargo, hay algunos intentos honestos de editar con una cierta calidad. Las series francesas Iznogud, Lucky Luke y Dani Futuro, de Carlos Jiménez y Víctor Mora,aparecen en formato álbum de tapa dura, pero la directriz general tiende hacia lo contrario. Puede que el escaso cuidado que se pone al editar ciertas obras que llegan del extranjero sea la causa de la indiferenciaque muestra hacia ellas el aficionado a pesar de su indudable interés. Personajes como Batman, Ka-zar, Superman, Spiderman, Popeye o producciones basadas en grandes sucesos cinematográficos de entonces como Alien, Encuentros en la Tercera Fase, 2001: una Odisea del Espacio y La Guerra de las Galaxias, dispondrán de sus propias publicaciones. El cómic femenino no se olvida. Revistas como Gina, Celia, Christie, Muñecas, o Amapola siguen cubriendo un mercado específico que ahora se dirige a jovencitas púberes, tal vez por seguir la inercia de las ventas de Lily, que continúa su éxito mientras se diversifican sus distintas cabeceras. Con la defenestración de la dictadura, el humor que se aproxima a lo erótico se instala en el kiosco con la excelente Lola, de Iñigo, Blancanieves y Sexi-Risa. A pesar de la línea editorial, no puede descuidarse ni un solo rincón del campo cubierto por la cultura popular. Tampoco la televisión se descuida. El Perro de Flandes, La Abeja Maya, Marco, Heidi o Los Pitufos, algunos también conocidos en ediciones múltiples, se unen al resto de este ingente bagaje historietístico para conformar un espectro que deja pocos huecos a la competencia. Debería investigarse si esta política editorial de bombardeo constante de cualquier parcela de la cultura de masas obedece a un deseo de deshacerse del contrario. Sea por esto, o tal vez por la propia subsistencia que obliga a acondicionarse a los cambios producidos en los gustos y en los modos fluctuantes con los que se entretiene el público, lo cierto es que Valenciana, Toray, Buigas, Ibero Mundial de Ediciones y alguna otra de las grandes compañías de tebeos que subsistían aún al inicio de la época, desaparecen tragadas en una gran vorágine o, simplemente, cambian de actividad. A pesar de todo el oropel aparente, la Editorial Bruguera apura los últimos sorbos de su dulce copa de néctar de los dioses.
UN ÍDOLO CON LOS PIES DE BARRO Sorprendentemente, en esta década de los ochenta se llegan a editar la importante cantidad de mil seiscientas cincuenta colecciones distintas de tebeos. La magnitud de tal bagaje, nunca antes producido -ni siquiera en la mejor época del tebeo en los años cuarenta-, necesita ser explicado. A pesar de que durante este periodo el cómic experimenta un proceso de revalorización debido al empeño de autores, estudiosos, editores y aficionados en general, las ventas, y por lo tanto las tiradas, siguen siendo minoritarias. Ya, ni siquiera el gigante Bruguera puede zafarse de esta inercia... Ahora, la revista de series es lo que prima, pero, si se vende, su periodicidad mensual la extiende en su tiempo de edición, pero, la constriñen en su número de ejemplares. Por otro lado, el álbum ha pasado a ser un soporte de venta muy importante y cientos de nuevos editores intentan sacarle a la historieta su trozo de la tarta, sin embargo, las ventas exiguas no permiten que las colecciones alcancen un número de ejemplares apreciable, por ello, los años ochenta fueron la época de miles de intentos, algunos apreciables, que fueron casi sistemáticamente echados a perder. Desde 1980 a 1986, Bruguera sigue con su política editorial de lanzamientos indiscriminados. En tan sólo siete años, pone en el mercado ochenta y una colecciones diferentes. Es de suponer que su agresiva estrategia se recrudezca en su afán acaparador por hacerse con el mercado, ya que, prácticamente, todo el material editado en este tiempo secunda los mismos esquemas de la década anterior. Tampoco ahora podía faltar un listado de series que tienen como origen Joyas Literarias Juveniles, el suceso editorial de los setenta. Clásicos Familiares, Super Joyas Femeninas, Obras Ilustradas, Cómic Biografías, Joyas Femeninas Selección, Joyas Literarias Femeninas, Novelas Ilustradas y otras parecidas, son algunas de ellas. Entre éstas, se incluyen reentapados varios que aligeran un tanto los almacenes de los excedentes de devoluciones. En su afán por acaparar distintos aspectos del mercado, en 1981 se publica Oye Mira, una colección de tebeos cuyo reclamo consiste en que cada número va acompañado de un casete con cantantes que se dedican a la parcela del mundo infantil. Se trata, pues, de una coedición realizada ex aequo entre Bruguera y la desaparecida fonográfica conocida como Discos Belter que tiene como origen la socialización de los distintos medios de expresión. En junio de 1982 el gigante Bruguera suspende pagos debido a una crisis económica muy seria producida por el incremento extraordinario de gastos, entre los que se cuentan los lógicos aumentos de las nóminas de los empleados. Mil doscientos siete trabajadores sufren las consecuencias. Se intenta la reorganización de un comité de gestión de la empresa integrado por casi la totalidad de la plantilla, pero, la editora está herida de muerte. Ahora, su magnificencia es un lastre insalvable. En 1985, Víctor Mora litiga con la empresa en los tribunales por hacerse con el control de los derechos sobre El Capitán Trueno. El guionista defiende su única paternidad sobre uno de los más emblemáticos personajes de todo el tebeo español, pero la parte oponente aduce que la idea originaria surgió como un encargo a Mora de la propia empresa que deseaba poner en pie un proyecto para lanzar una colección protagonizada por un héroe que se moviese en el ámbito medieval. En esos años, en el campo del humor se produce el nacimiento de Super López, pero, aún continúa la inercia de edición de las revistas típicas de la editorial como Bruguelandia, Super Rompetechos, Genios de la Historieta, Super Humor, Magos del Humor, Pepe Gotera y Otilio y algunos intentos de editar macro recopilaciones como 25 Años de Mortadelo y Filemón y Escobar, Rey de la Historieta. Promediada la época, Bruguera inicia conversaciones para comprar los originales del fondo editorial de Buigas, su eterno competidor. TBO había cerrado en 1983, pero, en marzo de 1986 aparece de nuevo publicado por la editorial que nos ocupa con una estética que tiene mucho de mimética con la producción belga. Un mes más tarde, aparece la revista Guai! en la que los platos fuertes son Ibáñez, Raf y otros autores de la casa, pero, no es Bruguera su editora. Una nueva desbandada de talentos se produce ante el vendaval que se avecina, como ya ocurriera al final de la década de los cincuenta. En mayo, Bruguera cierra sus puertas acuciada por los problemas económicos para no levantarse más, pero, como el lobo del poema de Vigny, muere matando. En ese momento, dieciocho colecciones están aún en periodo de edición. Entre ellas, algunas cabeceras distintas de Tío Vivo y del totémico Pulgarcito, Colección Olé, Super Humor, Zipi y Zape Especial, Super Zipi y Zape, Super Mortadelo y una nueva revista dedicada al humor adulto llamada ¡Más Madera! y otra de un renacido Capitán Trueno, que, por fin, inicia su esperada y definitiva reedición facsímil. Incluso, el emblemático TBO... Mientras tanto, Leo Antúnez, un poderoso editor uruguayo, intenta comprarla, pero, no se produce un acuerdo y el cambio de propiedad no llega a producirse. En ese mar revuelto todo naufraga. La suspensión de pagos y las deudas contraídas acaban con una intervención notarial en la que se realiza un embargo sobre los originales y fotolitos de la empresa: el material de que dispone para producir tebeos. Su incautación, pues, supondrá el final inminente de lo que quedaba del gran imperio editorial que fue Bruguera. Las conversaciones para la venta con un grupo económico muy importante se están cerrando. Aún podía haber, aunque mermada, una continuidad, pero la confiscación del fondo editorial, que así pasaría a otras manos, podía romper el trato que se realizaba para la absorción. La editora Julia Galán intenta hacer comprender al notario que va a efectuar el decomiso que lo que se guarda en el archivo es lo que tiene verdadero valor para la compra, pero, los oficiales destinados a ello, dirigidos por éste, siguen con su destino inexorable. Julia se planta ante la puerta y dice que “allí no entra nadie” y, tras un forcejeo lingüístico, los encargados de la confiscación ceden ante su gesto decidido. El archivo se ha salvado por la valentía de una mujer menuda, pero, fuerte, como tantas otras.
CONCLUSIÓN Al final, el emporio económico barcelonés denominado Grupo Zeta compra todo lo que queda de Bruguera por una cantidad casi simbólica. Tras esto, una profunda reorganización se produce en su interior. Cuando todo vuelve a la normalidad, aparece otro nombre importante en el panorama editorial del país: Ediciones B., S. A. será su nueva denominación. La resolución sobre la querella impuesta por Mora se produjo cuando la nueva dirección llega a un acuerdo con el escritor en el que la empresa le reconoce una serie de derechos y éste retira la denuncia interpuesta en los tribunales sin que llegue a producirse un veredicto. Con la nueva andadura editorial de la flamante compañía, los originales y todo el equipo de la revista Guai! vuelve al redil. Julia Galán, que desde 1963 había estado trabajando en distintas labores editoriales en la caída empresa, es nombrada directora editorial de la que se origina. En su gestión se advierte el deseo de adaptarse a los nuevos tiempos, pero, constantemente trata de que todo parezca lo mismo. Mortadelo, El Capitán Trueno, El Jabato, Pulgarcito, Olé, El Inspector Dan, TBO, Zipi y Zape, Super López o El Corsario de Hierro son algunos de los viejos, aunque también nuevos títulos que nacen... Supervivientes de un viejo legado que está en la remembranza colectiva de un pueblo cargado de contrastes, pero que, en esencia, está unido indisolublemente por el amor a sus héroes de papel.
APÉNDICE: LA EDITORIAL BRUGUERA EN CIFRAS Para los que somos de Letras, los números han sido siempre un auténtico suplicio y, a la vez, su exactitud inmutable, ha dejado impasibles a los que pensamos que las cosas tienen una multitud de miradas diferenciadoras que pueden ser analizadas desde ópticas diversas y que, inalterablemente, se nos presentan, si queremos verlas así, como una proyección caleidoscópica. Las Matemáticas han estado ahí para ayudar al hombre en el control de lo que le es necesario, para medir lo mensurable y para que su existencia sea menos dispersa, por lo que han formando parte de las ciencias que le son propias y cuyo descubrimiento y desarrollo le honran como (único) ser pensante del Universo conocido. Es decir, un espacio limitado por la circunferencia de una cabeza de alfiler. En el texto precedente se ha analizado, contado y desmenuzado cómo fue el movimiento, ascensión y caída de una editorial que producía, primordialmente, tebeos de contenido lúdico que pretendían ser vendidos a cambio de una pequeña cantidad de dinero que se destinaba a generar riqueza para, tras cubrir unos gastos, volver a publicar más tebeos que, a su vez, originarían nuevos beneficios y ediciones. Tamaña cadena es la razón de ser de toda empresa dedicada a la producción industrial de cualquier bien de consumo, ya sea perfume, electrodomésticos, conservas alimenticias, muñecas hinchables o tebeos. Hablar, pues, de cifras relativas a la editorial Bruguera, supone el acceso al control de su significado como empresa dedicada al entretenimiento, a conocer un poco más de su misión como razón comercial destinada a dar beneficios y, en suma, a poseer un elevado tanto por ciento de su entelequia. Como se ha dicho, inició su andadura en 1921. Hasta su cierre, en 1986, transcurrieron sesenta y seis años. De ellos, El Gato Negro tuvo un recorrido de veinte que se encuadran entre su inicio y 1940, hasta que cambió su nombre comercial por el de Bruguera. Cuarenta y seis años se mantuvo con esta designación social que era el apellido de sus propietarios, lo que llevó a la empresa por el discurrir de cuatro décadas y algo más de un lustro. En ese tiempo llegó a lanzar al mercado un total de 358 colecciones catalogadas. 45 lo fueron por la primera denominación de la empresa y 313 por la segunda. Esto representa un total anual de algo más de cinco colecciones nuevas lanzadas cada año. Quizás puedan parecer pocas, pero esto supone el que cada dos meses y unos días, o nueve semanas, o cada sesenta y tantas jornadas, una revista de historietas diferente saliera al mercado. Pero si hemos de sorprendernos realmente con los recuentos, debemos irnos a un total mucho más enfático como es el número global de los ejemplares que componen esas 358 colecciones. Así, aparecen unos 24.000 tebeos diferentes entre los que se incluyen los almanaques de Navidad, extras de verano, números especiales y los libros que usan la historieta y el texto, separada, pero conjuntamente como parte de su contenido. Si dividimos este total entre el número de años en que la editorial estuvo en activo se nos revelará que 364 tebeos aparecieron cada año. Es decir, que esta media supone el que la editora estuvo confeccionando nada menos que una revista de historietas diaria durante un tiempo tan dilatado. Estos 24.000 ejemplares, divididos a su vez entre la globalidad de colecciones, nos da una media de unos 67 tebeos aparecidos por cada una de las colecciones lanzadas. Esto sorprende porque tal cantidad significa que cada una dio un promedio de aceptación muy alto, ya que, a razón de una periodicidad semanal, como era habitual por entonces, cada colección disfrutó del favor del público durante sesenta y siete semanas, o un año y cuatro meses. Cuando Bruguera desaparece en 1986, la industria editorial dedicada a la venta de revistas de cómics había lanzado al mercado, desde aquel lejano 1921, en torno a las cuatro mil colecciones diferentes. Por tanto, las 358 de Bruguera, representan el 8,95 % del total. El otro 91,5 % deben repartírselo unas quinientas editoriales que son la suma de las que existieron hasta el año 1986. Cada una se lleva una porción de la tarta de tan sólo el 0´18 % del cómputo global. Naturalmente que estas son estadísticas porcentuales, como todas, únicamente dan una visión polarizada que destacan al gigante Bruguera, pero, es que, aunque le comparemos con sus seguidores más inmediatos, la balanza siempre continuará inclinándose hacia el mismo lado y se alejará enormemente de las otras grandes editoras. A estas 358 colecciones, le siguen las 226 de Comic Man (5,65 %), ya saben, aquella editorial pirata de Madrid dedicada a la reedición de clásicos del franquismo, las 177 de Valenciana (4,42 %), las 158 de Vértice (3,59 %), las 153 de Hispano Americana (3,82 %) y las 149 de Toray (3,72 %). Las editoras Maga y Marco, con algo más de cien colecciones cada una, van tan rezagadas que apenas si alcanzan, respectivamente, un 2,7 % del total. Sólo en años recientes, el imperio Forum o Zinco pueden acercarse un tanto al nivel marcado por la reina, pero, debido al desfase estructural y temporal de un mercado bien distinto en el que se movieron cada una, se ha creído conveniente evitar una comparación que no resultaría equivalente. Al contrario de éstas, Bruguera se dedica casi en exclusiva a la edición del material autóctono. Las sesenta colecciones de origen foráneo editadas por la empresa, suponen apenas un 17% del total de su acerbo, y ninguna de ellas puede compararse con sus grandes hitos. Más bien son ediciones coyunturales que giran en torno a determinados fenómenos momentáneos de los medios de masas. Jijé, Uderzo, Charlier, Greg, Giraud, Goscinny, Peyo, Tabary, Hubinon, Quino, Vance, Hermann, Derib, Robbins, Noris, Micheluzzi, Hergé, Oski, Breccia, Mordillo, Bonvi, Morris, Kubert, Foster, Dickenson y un largo etc., se asomaron a sus páginas a través de los personajes a los que dieron vida como Asterix, Blueberry, Barbarroja, Michel Tanguy, Aquiles Talon,Iznogud, Lucky Luke, Los Pitufos, Batman, La Masa,Superman, Comanche, Tintín, Popeye, Ka-zar, Star Wars, Betty Boop, Sargento Rock,Buddy Longway, Johnny Hazard, Brick Bradford, Prince Valiant, Sturmtruppen, Mandrake, etc. Estos son algunos de los grandes nombres del cómic mundial que Bruguera ha tenido el honor de darles a conocer en nuestro país de forma mayoritaria, sobre todo, en el caso de los allegados a Pilote. Sin embargo, la editora siempre promocionó a los autores de aquí, por lo que han pasado a engrosar el acerbo de la cultura popular con cientos de personajes con los que nos sentimos identificado porque están sacados de nuestro entorno más inmediato. Otras grandes empresas editoriales hacen otro tanto, quizás por circunstancias del mercado, con lo que se forja un magnífico bagaje historietístico del que sentirnos orgullosos. Ibáñez, Vázquez, Jorge, Iñigo, Carrillo, Jan, Segura, Peñarroya, Escobar, Mestres, Blasco, Ambrós, Gago, Mora, Pardo, Fuentes Man, Iranzo, Bernal, Maroto, Escandell, Giménez, Bermejo, Clavé, Raf, Andreu Martín, Darnís, Goetzinger, Osete, Giner, Penalva, Figueras, Hidalgo, Acedo, Costa, Grau, Sió, Nadal, Gosset, Conti, Estivill, Gin, Sanchís, Schmidt, Forges, Niel, Cifré, Sabatés y un largo etc., son un referente para admirar en el entorno de los que amamos el cómic y estamos atentos a los avatares de la cultura de masas. Tal cúmulo de nombres sólo puede compararse con el que forman las series y personajes que crearon, como Mortadelo y Filemón, El Capitán Trueno, El Jabato, Zipi y Zape, Las Hermanas Gilda, Anacleto, Pepe Gotera y Otilio, Doña Urraca, Don Berrinche, Gordito Relleno, Angelito, Don Pío, El Cosaco Verde, Rompetechos, El Cachorro, La Terrible Fifí, Súper López, Sacarino, Agamenón, Dr. Niebla, las familias Trapisonda, Cebolleta, Pepe, Gambérrez, y Churumbel, Rigoberto Picaporte, Petra, Cataplasma, El Tío Vázquez, La Rue del Percebe, El Corsario de Hierro, el Reporter Tribulete, Carpanta, El Inspector Dan y tantos otros, que puede que formen el núcleo de lo mejor que haya dado el cómic español. Esa multitud era alojada en revistas de aventuras o de series de humor. Éstas, por su cantidad y características, convierten a su editora en la primera productora de trabajos de autores nacionales. Para afirmar esto no hace falta cotejar la menor estadística. Para lo que sí se precisa cotejar estos baremos es para comparar la totalidad de ejemplares que integran las colecciones más veteranas. Así nos encontramos conquesólo unas cuantas logran superar la barrera de los mil ejemplares, y es que, con una periodicidad semanal por término medio, supone el que cada serie de estas permaneciese en el mercado por espacio de veinte años como mínimo, lo que significa que una generación de lectores debió crecer con ella, sin embargo, casi todas se alargaron durante muchos años más. Pumby, de Editorial Valenciana, llegó a los 1224 ejemplares y superó los 1440 sumando las distintas colecciones que hacían mención en su cabecera al personaje central. La serie Roberto Alcázar y Pedrín, de la misma editorial, alcanzó los 1219, y con las demás afines, los 1800. Jaimito, otro suceso de esta empresa, tuvo 1687 y sumó más de 1882 números con las otras colecciones del mismo nombre. En Patufet, de Baguña, estuvo apareciendo desde el origen del siglo XX hasta casi el final de la guerra civil. Sus 1806 ejemplares se convierten el casi dos mil cuando aparece en 1968 una segunda etapa, todo un record para una revista que pretendía defender y difundir la cultura y el idioma catalán, y por tanto, venía a ser minoritaria entre el espectro de las destinadas a cubrir todo el mercado del país. En el catálogo de Bruguera hay una revista para las adolescentes que pretendía tan sólo llevarles diversión y no acostumbrarlas desde tan pronto a “las labores propias de su sexo”, como hacían el resto de las publicaciones para chicas. Lily lanzó un millar largo de ejemplares, sin embargo, nada puede compararse a los grandes hitos editoriales como Tío Vivo o DDT en cualquiera de sus denominaciones y formatos. La primera, tras los 181 ejemplares de la D.E.R., llegará a un total de 1040 números, contabilizando más de 1400 tebeos diferentes, y la segunda, superará los 1374. Más, a pesar de lo inusual que pueda ser el que una cabecera permanezca en los kioscos durante diez, quince, veinte, veinticinco, e incluso, treinta años, como en el caso de alguna de las aludidas, aún resulta más extraordinario el que un título como TBO pudiera mantenerse más de setenta y cinco gozando del favor del público. Desde 1917, Buigas lanzó al mercado más de dos mil quinientos números. Si sumamos el resto de las diversificaciones de la cabecera y lo editado por Bruguera y Ediciones B., llegaremos a obtener más de dos mil revistas diferentes en total. Por algo fue el tebeo que dio nombre a este soporte editorial dedicado a contener historietas. Pero, todo esto se le queda pequeño a uno cuya designación, paradójicamente, resulta ser un paradigma de lo diminuto: Pulgarcito, ya que sin duda, es el más grande. El Gato Negro editó más de 969 ejemplares entre las cuatro colecciones que llegó a lanzar de éste. Bruguera alcanzó los 756 números sumando las distintas cabeceras con el nombre base, pero, es la serie de 1952 la que llegó a la cumbre de los 1267 ejemplares. Más de tres mil tebeos diferentes acumularon el cómputo global en el que se incluye la producción de Ediciones B. Es, pues, la colección más larga de todas las editadas en la ya larga historia del tebeo. Tal cantidad supone unos doscientos ejemplares más que los alcanzados por TBO, su único y más cercano competidor. Faltaría también dictaminar, por esa pequeña diferencia de años que va desde 1917 á 1921, fechas en que aparecen ambos, cual de ellos es el más longevo, puesto que Ediciones B. siguió publicándolos a lo largo de la década de los noventa y, posiblemente, uno sobreviviese al otro. Si tiene usted interés en saberlo, sígales la pista a lo largo de ese periodo. Un trabajo como este, no debe dejar cerradas las distintas puertas, porque las cosas tienen múltiples miradas y no deben acotarse con una exactitud matemática. Después de todo, uno es de Letras y los números han resultado ser, desde siempre, un auténtico suplicio.
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