¡Oh, el mundo gira!
DISCURS.O.S. por Melguencio Melchavas
Número 5
03-05-99
¿Cuándo dije digo?
En los últimos tiempos hemos asistido a declaraciones
por parte de los miembros de los dos partidos mayoritarios del reino de
España, en el sentido de que no admiten la participación de los independentistas
en el gobierno del País Vasco. Resulta lamentable oír esas manifestaciones
en un momento en el que se está desarrollando una tregua por parte del
grupo armado que aspira a la independencia. No hay que razonar más que
un pelín para concluir que el adiós a las armas definitivo sólo se producirá
si los que las empuñaron participan en las instituciones. Pero es que además,
los mismos hipócritas que hoy se rasgan las vestiduras por la entrada de
los rebeldes en los mecanismos del poder vasco, reclamaban esa participación
hace cuatro días como condición para normalizar la situación. Si bien es
cierto que los nacionalismos conducen directamente al sumidero de los bajos
instintos, el apoltronamiento de los próceres de los dos partidos de centro
les ha llevado a confundir la merluza con el cordero. En una situación
inaudita de proceso de pacificación en esta conflictiva zona de la península,
las actitudes de los nacionalistas españoles son comparables a la cerrazón
mental de los que seguían defendiendo la vía armada. Y desde Madrid se
les sigue llenando la boca con aquello de que esta tregua es una trampa,
porque no persigue la paz sino la independencia. ¿Pero su frase favorita
en tiempos de conflicto armado no era "cuando dejen de matar, podrán defender
lo que quieran desde las instituciones"? ¿Se les ha atrofiado de repente
el concepto de libertad de expresión? ¿O es que no saben qué hacer, ni
qué decir? El momento histórico de un grupo armado que se da cuenta de
que sus métodos no llevan a la conclusión de sus fines, y deben cambiarlos,
es desaprovechado de la manera más torpe que vieron los siglos por parte
de los mandamases actuales, seguidos de cerca por los anteriores. Si todo
esto llega a buen fin, será porque la casualidad consigue a veces la apariencia
de milagro.
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MELGUENCIO