¡Oh, el mundo gira!

 

 

DISCURS.O.S. por Melguencio Melchavas
Número 9
07-05-99
Merendando negros
Ocurrió hace escasos días. Un conjunto de esposos oligarcas recogieron los metros cúbicos de champú que les sobraban y se los echaron al hombro. Faltaron pocos minutos para que la tribu de secreta suavidad atacara. Locos, los esposos intentaban zafarse corriendo hacia los cuatro puntos cardinales de mi patria. Antes, casi a un tiempo, las amalgamas refunfuñaban pues no tenían clavo que echar al horno. ¿Dónde habían estado durante los quince días de la plegaria? Pero no reparemos en errores pretéritos y acabemos de una vez con los que intentan cocer en el plato sin servir la vianda. Arriba, observan ensimismados los encargados de iluminación. Las migas de sus bocadillos caen sobre nosotros provocando ruidos ensordecedores. Gracias a las cálidas caricias de los vendedores conseguimos llegar hasta nuestra meta, por fin. Y vuelta a empezar. Cuando parecía que todo estaba dispuesto para la leche de cabra, aquel gigante olvidado vuelve con los cupones. Arreglo tras arreglo, doblaremos el sol hasta que la noche se confunda. Entonces vendrán los que nos despreciaban, a pedir que los tomates viertan su jugo. Liebres, relojes y monos saltarines volverán a intentar suavizar el veneno. Lo dijimos y lo volvemos a repetir: patatas fritas con piedras, friega que te friega, llegas a la conclusión de que las manos no son tan jóvenes ni tan listas como en el siglo XIII. Y empiezas a preocuparte. ¿Daré la talla o la prestaré? Pero nada tan representativo como el pequeño sendero que marca la hormiga cuando el ocio aprieta. Mientras, caían llagas a barullo desde la terraza del monsieur.

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