¡Oh, el mundo gira!

 

 

DISCURS.O.S. por Melguencio Melchavas
Número 17
16-05-99
Realismo mágico
Mi cruzada particular contra la brujería y la superstición en el siglo XXI no confunde los términos: ni fantasía con engaño, ni imaginación con ingenuidad. Dar rienda suelta a la mente, siempre que conservemos los pies en el suelo, es uno de los ejercicios más sanos y placenteros que se conocen. Últimamente me encuentro con casualidades estupendas, como el conocimiento de personajes increíbles. Gente como una mujer que con sólo acercarle parte de la melena a la cara se convierte en Jesucristo, o un hombre nacido en Gran Bretaña cuyo aspecto cadavérico encaja perfectamente en la definición de Drácula. Aparecen por puro azar, y  esconden un trasfondo gigantesco de humanidad y de ganas de batallar contra la rutina. Gentes como mi amigo Ahmed, el egipcio que todo lo sabe, que ha trabajado en todo lo imaginable, y que sobrevive en el primer mundo mendigando con su sonrisa. Ayer me entregó unos bombones, asegurando que iba buscándome por toda la ciudad para regalármelos. Los había comprado para mí con lo que le sobró de la comida. Esa vida al margen de la vida, esos viajes por dimensiones que no existen, nos mantienen precisamente vivos en la vida verdadera, esa en la que Ahmed no me buscaba, sino que se encontró conmigo y se desembarazó de unos dulces que quién sabe de dónde había sacado. Y me los dio para intentar obtener de mí algo de dinero. El maestro del buceo por la mente, Luis Buñuel, ya dejó dicho que la imaginación es libre. Y que la culpabilidad por los hechos imaginados no tiene sentido alguno. ¿Quién no ha deseado alguna vez la muerte de algún indeseable que nos hace la vida imposible? ¿Somos por ello delincuentes? Qué gran ejemplo, los niños. El poder, mientras tanto, se muerde las uñas furioso, porque la magia irreal la puede controlar a voluntad, inventando religiones para perpetuar sus crímenes, pero el realismo mágico está dentro de cada individuo, y no hay dios que pueda arrebatárnoslo.
 

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