¡Oh, el mundo gira!
DISCURS.O.S. por Melguencio Melchavas
Número 18
17-05-99
Cortometrajes
Estamos viviendo en un momento de auge del cortometraje.
Todos los jóvenes con cierta inquietud artística se lanzan a dirigir "cortos".
Ello es debido, obviamente, a la facilidad de acceso a los medios de producción
de imágenes, es decir, a las cámaras de vídeo domésticas. Pero el asunto
va más allá. Esta explosión de creatividad también está ligada al fenómeno
cíclico de la moda del cine. Desde que se inventó, el cinematógrafo ha
ido teniendo altibajos en su apreciación por el gran público. Y hoy estamos
inmersos en uno de los momentos álgidos, habiéndose convertido en un negocio
mastodóntico. Pero cabe preguntarse si en este maremágnum de nuevos genios
hay algo que merezca destacarse. Y la respuesta es ¿ya lo han adivinado?
desoladora. Porque la producción de cortometrajes, sean en formato vídeo,
cine o las cintas de mi capa, que me da igual, es en su totalidad, indigna
de ser calificada como arte. Se ven algunas peliculillas aparentes, con
cierto sentido estético. Se ven, incluso, algunos cortos que intentan ser
críticos con su entorno (se supone que el artista debe definirse por eso...
¿o tampoco?). Pero no se ve ninguna producción que pase del gag poco inspirado,
o, lo que es peor aún, del plastón de media hora que no acaba nunca, que
no dice nada, cuyos actores dan asco y donde nada tiene sentido. Ni siquiera
sinsentido. Se me puede reponer que hay excepciones. ¡Claro! ¿Conocen ustedes
alguna regla sin excepción? Alguna cosa suelta, con algo de inteligencia,
va por ahí ganando festivales. Pero no nos engañemos. Todo esto no es más
que el reflejo de este cansado fin de milenio, que lo único que quiere
es echarse a dormir, y dejar paso al nuevo. Veremos. Porque la poesía era
un arma cargada de futuro. Y el arte, aunque agoniza muchas veces, no acaba
muriendo nunca.
VOLVER A
MELGUENCIO