¡Oh, el mundo gira!

 

 

DISCURS.O.S. por Melguencio Melchavas
Número 28
28-05-99
Adivina, adivinanza
Existe un grupo de humanos en este país, que desde hace décadas se dedican a sembrar el mal por doquier. Dicen que sus garras se extienden por todas las capas de nuestra sociedad, y que el devenir político de España y de toda Europa depende directamente de ellos. Organizan asociaciones juveniles para captar adeptos desde la más tierna edad, y reclutan a los que consideran mejor preparados para ganar dinero en todos los ámbitos profesionales. Los que quieren librarse de sus abrazos mortales, son perseguidos hasta ser desequilibrados psicológicamente. Los grandes presidentes de las empresas gigantes son todos miembros de ese grupo. El fundador solía hacer discursos moviendo su sotana como si ejecutase verónicas, y la influencia de la secta llega a ser de tal calibre que también decide por el sumo pontífice de la religión a la que dicen pertenecer. Su presencia en política es permanente, pero hay ciertas épocas en las que famosos socios del club ocupan puestos de mucha relevancia, como en nuestros días. Poseen directa o indirectamente un gigantesco grupo editorial, una mastodóntica compañía de telecomunicaciones, y cientos de emisoras de radio y televisión. Controlan la vida social, evitan la legalización de los medicamentos que no convienen a sus postulados amorales, y sostienen económicamente cualquier iniciativa que conlleve el retroceso de los ciudadanos hacia su gigantesca caverna. Se están implantando con celeridad en los países del este de Europa y en latinoamérica. Quizás en poco tiempo no habrá que conjeturar si alguien que ostenta algún tipo de poder es de su grupo: todos lo serán. Adivinen de quiénes estamos hablando. Una pista: puede tratarse de un club filatélico, de una tertulia cinematográfica, o del Opus Dei, prelatura personal de Juan Pablo II, fundada por el beato José María Escrivá.

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