¡Oh, el mundo gira!

 

 

DISCURS.O.S. por Melguencio Melchavas
Número 34
12-06-99
Jornada sin reflexión
Una vez más los que mandan, mandan votar. Una vez más los que obedecemos iremos a meter unos cuantos sobrecillos en unas cajas de plástico. Y una vez más, ganarán los que mandan. ¿Qué quieren que reflexionemos? ¿No lo tienen todo atado y bien atado? Melguencio se debate entre la patada a la urna o el voto responsable a los únicos que alzan su voz en el desierto ideológico. Y al final Melguencio votará. Porque los males menores son mejores que los nihilismos, el camino más recto al mal mayor: el vacío. Pero dejemos lo trascendente y adentrémonos en el divertido mundo de las mentes irreflexivas. Vivamos una jornada sin reflexión precisamente cuando nos ordenan reflexionar. Salgamos a la calle con las bragas en la cabeza, saludemos a las estatuas, besemos en la boca a los semáforos. Estiremos los brazos y aleteando lleguemos a sentir la húmeda caricia de las nubes. Inventemos edificios donde subir y bajar sean la misma cosa. Donde vivir y morir sean dos caras de la misma moneda de chocolate. Y la infancia no nos abandone nunca, subida en nuestros hombros, recordando que está ahí mediante dulces tirones de orejas. Llamemos por teléfono a los bomberos para quedar a cenar. Repartamos los dividendos de nuestras buenas acciones entre ancianitas, galanes cinematográficos, cortesanas, poetas, saltimbanquis, y obreros de fábricas de palabras bellas. Que buscando entre las briznas de césped de cualquier jardín público siempre se encuentra algún duendecillo urbano que se hace amigo tuyo automáticamente. Y los que mandan reflexionar se van a quedar hoy sin su ración de postre. Por tener las manos sucias (tan sucias) y comportarse mal en la mesa (tan mal).

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