¡Oh, el mundo gira!
DISCURS.O.S. por Melguencio Melchavas
Número 56
06-07-99
Bodas, bautizos, comuniones
y entierros
Japón, ese país exportador de Fujimoris y de cámaras
de vídeo, en crisis económica, en descenso demográfico... Allí los hoteles
de lujo ya no contratan tantos banquetes de boda gigantes como antes. Se
ve que al contar con menos dinero, la gente tiene menos ganas de embarcarse
en aventuras arriesgadas como el matrimonio. Y los gerentes de las cadenas
hoteleras han tenido que idear un negocio que supla los ingentes beneficios
de las bodas de alto copete: algo reticentes al principio, pero rendidos
a la evidencia, organizan banquetes de sepelio. Cada vez más anciana la
población, el nuevo negocio se multiplica. Y lo que sucede en Japón suele
pasar dos días después en el resto del mundo. ¿Dónde vas con ese modelito?
Al entierro de mi primo. ¿Dónde conociste a tu novia? En la fiesta de la
muerte de mi padre. Añádase pues a partir de ahora un motivo más para reunir
en torno al marisco a esos parientes que no se ven más que de celebración
en celebración. Bodas que anuncian bautizos que preludian comuniones. Bodas
de oro que preceden a entierros. A partir de ahora los hoteles de lujo
colocarán en la puerta de sus salas más suntuosas carteles indicando el
reparto de los comensales: mesa de la viuda y los huérfanos, mesas para
los amigos del finado, o mesas para los familiares lejanos, que ruegan
unas oraciones por tan dolorosa pérdida. Ha tenido que ser Japón el que
se adelantara, pero en el resto del mundo estábamos ansiosos esperando
un motivo más de celebración sin tapujos. Bodas para convertir el amor
en papeles y para que coman los invitados; bautizos para marcarte de por
vida sin consultarte y para que mastiquen los convidados; comuniones como
ritual de salida de la niñez y para que se atiborren los gorrones; y entierros
para despedir al fiambre y para que el cortejo fúnebre degluta los fiambres.
Deberemos darle la vuelta al conocido refrán: De grandes sepulturas están
las cenas llenas.
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