¡Oh, el mundo gira!
DISCURS.O.S. por Melguencio Melchavas
Número 63
13-07-99
Zorros plegables
Nos parece muy bien que cada cual haga de su capa
un sayo, siempre que la capa no sea procedente de un alijo de capas conseguido
gracias a entramados mafiosos. En otro orden de cosas, nos parece fantástico
que Mario Conde haya decidido fundar un semanario de información general.
Indudablemente, ha pensado que así se le contagiará algo de la genialidad
de García Márquez, cuya revista Cambio seguro que ha inspirado al ex-banquero,
por su progresismo, por su apuesta por la cultura, etc. De momento, parece
que las ideas no llegan de forma muy fluida al cerebro del condenado. Porque
la revista que tendremos el gusto de poder adquirir en los quioscos españoles
se titulará M.C. Este ilustre caballero español, que andaba comprando olivos
por las tierras de España cuando se enteró de que iban a subvencionar por
árbol y no por cosecha; que llevaba las riendas de un gran banco hasta
que resultó molesto para el poder y desvelaron todos sus latrocinios, tan
atroces como los de todos los grandes banqueros del mundo; este modelo
de los jóvenes de los ochenta, que admiraban su maestría para enriquecerse,
verá en pocos meses cómo su proyecto editorial se derrumba estrepitosamente.
Pero no le preocupará. Echará a la calle a la plantilla y quién sabe cómo,
habrá visto engrosado su voraz patrimonio en unos cuantos ceros. En Bégica,
unos policías plegables de aluminio han rebajado las infracciones de tráfico
a la mitad. En España, los poderosos juegan a policías y ladrones, durmiendo
en la cárcel de vez en cuando para salir en la foto. Mientras, los plegables
somos los ciudadanos, que nos tenemos que adaptar a situaciones kafkianas
con la maleabilidad de un viejo acordeón, sin otra salida moral que el
quejumbroso grito que pide justicia cada vez que nos vienen con fantasmadas,
como revistas presididas por presidiarios de alcurnia. En el Reino Unido,
los laboristas están intentando acabar con la caza del zorro. Desde este
foro procuraremos seguir con nuestras batidas cotidianas.
VOLVER A
MELGUENCIO