¡Oh, el mundo gira!

 

 

DISCURS.O.S. por Melguencio Melchavas
Número 68
18-07-99
Pintadas
Cuando estábamos en París en aquel mayo famoso, las pintadas antisistema proliferaban hasta configurar un nuevo estilo literario. La categoría de las proclamas, todas ellas anónimas e inspiradas en los grandes escritores y filósofos franceses, adquirió una calidad aún hoy no superada, comparable sólo a los aforismos de Cioran o a las greguerías de Ramón. El levantamiento de adoquines para encontrar debajo la playa o la prohibición de prohibir, han quedado desde entonces como recuerdo imborrable de aquellos días inolvidables, en los que la imaginación llevaba las riendas del poder, y el poder establecido temblaba ante lo desconocido. Todo quedó, como siempre, en agua de borrajas. Pero fue la revolución europea más significativa, y algunas mentalidades cambiaron realmente. Y quedaron también las pintadas. En las transiciones, en las rupturas y en las reformas, las pintadas siguieron reproduciéndose, pidiendo amnistía, escuela gratuita o abolición de las monarquías. En España, alguna pequeña anécdota como el engaño de referéndum de la OTAN aún llenó las paredes de frases con contenido. Incluso algún anarquista en vías de extinción gritaba con su aerosol que no ha de haber ni dios ni amo, tierra sin libertad o cristiano sin león. Pero todo aquello se ha ido quedando en alguna detención esporádica de insumiso, o alguna Empresa de Trabajo Temporal con el cristal demasiado blindado. Ahora las pintadas son sólo firmas. Los adolescentes que embadurnan los rincones no dicen otra cosa que su apodo, abandonando la fantástica opción de proclamar su eterno descontento después de pensar cuatro palabras que lo definan. No, ni siquiera eso. El joven de hoy sigue siendo antisistema, sí, pero como los lobos aúllan o las hormigas llevan los granos. Por instinto, no por reflexión. Por inercia, no por revolución. Las grandes ideas del siglo se han acabado, y de los gritos literarios con gigantesco peso específico, hemos pasado a las firmas de dudosa calidad artística. ¡Ven rápido, siglo veintiuno!
 

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