¡Oh, el mundo gira!
DISCURS.O.S. por Melguencio Melchavas
Número 86
18-08-99
Contra la familia real
Agosto es un mes de lagartos aletargados, de sudor
de gotas agotadas, de hembras y machos machihembrados. Como si de globos
sonda se tratara, acuden volanderos a la mente del aturdido escritor fantasmas
de temas olvidados, ideas sobre la realidad que chocan contra las neuronas
entre microscópicos arañazos y caricias. La familia es una necesidad de
ordenar el caos que reina en la sociedad de los humanos, esos animales.
La familia es ese conjunto de personas cuyo único nexo en común es ser
familiares, lo cual no quiere decir nada, excepto que hay cópulas entre
algunos, y de resultas de esas cópulas nacen otros. El único nexo voluntario
dentro de esa ridícula institución represiva es el establecido por la pareja
que constituye el núcleo. Hijos, hermanos, padres, tíos, y no digamos cuñados
o suegros, no son más que vínculos obligatorios entre humanos, que aportan
un problema tras otro al difícil juego de rol en el que nos toca intervenir
hasta que nos gana la muerte. La familia, esa horrible creación que pretende
sustituir al grupo de personas elegidas libremente. Por eso los defensores
de la familia son siempre también los enemigos de la libertad. Reivindiquemos
la familia virtual, la conformada por la elección espontánea, o sea los
amigos, los seres queridos (querer, ese magnífico verbo que define a la
perfección el concepto de familia virtual: anhelada y estimada). Y hagamos
lo posible por evitar el nefasto concepto de familia real, la conformada
por seres a quienes nunca habríamos conocido, si las estructuras sociales
se basasen en los principios de libertad e igualdad que tan olvidados permanecen
en el desván de los espíritus anticuados, en la oscura caverna labrada
con los huesos de los esqueletos de los muertos por su causa. Muera la
familia real, viva la familia virtual. La siesta de agosto habla entre
susurros y adormece el sueño del escritor, que escribe alegorías sin metáforas.
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