¡Oh, el mundo gira!
DISCURS.O.S. por Melguencio Melchavas
Número 93
24-10-99
Tiene narices la cosa
En la Universidad de Extremadura no se andan con
tonterías. Saben que su futuro pasa por el cerdo muerto y el cerdo muerto
es el jamón. El jamón, ese manjar de dioses, esa demostración palpable
de que el género humano conserva resquicios de la lucidez primigenia, es
una comida que precisa ser probada, para poder diferenciar las distintas
calidades. Y aquí llegan nuestros científicos, con sus batas blancas. Abren
los maletines y muestran al mundo la noticia (cita textual): "Ya está aprobado
Jamotrón, sistema electrónico para el control del procesado y la calidad
del jamón ibérico, un proyecto de la Universidad de Extremadura". Hablando
en plata, estamos ante una nariz artificial para catar el jamón. Y ante
esta barbaridad, ante este desmán de los extremeños, sólo podemos decir:
no y mil veces no. Si tras el sacrificio de un pobre cerdo inocente también
hay que procurar el paro de un pobre catador inocente, habremos de salir
todos a las calles a gritar en defensa del catador y contra la oligarquía
de las narices artificiales. Que ya decía la coplilla: -¿Qué quieres ser
de mayor? -Padre, yo quiero ser catador. Y aunque se refería al vino, una
vez que sabemos de la existencia de esos profesionales del tiento del jamón,
ampliamos nuestras miras. Y si de lo que se trata es de olfatear, nuestro
país tiene grandes narigudos, personas que se prestarían gustosas a catar
los jamones sin apenas contraprestación económica. De hecho, los ciudadanos
de a pie hervimos de envidia desde que sabemos que hay a quien le pagan
por catar jamón. ¿Existe mayor felicidad? Todo esto por los suelos por
una máquina, una nariz artificial. Que vayan a meter las narices a otra
parte, los señores científicos, y nos dejen con la ilusión de que un día
llamará a nuestra puerta un matador de cerdos, no para sacrificarnos, sino
para ofrecernos trabajo de degustadores de sus productos.
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