¡Oh, el mundo gira!
DISCURS.O.S. por Melguencio Melchavas
Número 96
08-11-99
De la res pública
Carlos de Inglaterra, ese ser, ha salido con otra
de las suyas. Desde los alegres años en que Carlos Menem nos hacía parpadear
de incredulidad ante sus cada vez más audaces disfraces, nada sería la
política internacional sin las salidas del tristón heredero. La cosa es
que acaba de celebrarse en Australia un referéndum para dilucidar si continúan
bajo la égida de la monarquía británica, o se emancipan de una vez. Pues
bien, siguiendo con la costumbre de los jóvenes adocenados, quieren que
la reina siga siendo su paraguas protector. Y aquí entra Carlos: ¡Gran
idea, legitimar la ilegalidad mediante referéndum! ¡Si el pueblo quiere
seguir bajo el mandato de la misma familia oligarca de hace siglos, eso
es democracia! Así que, para darle legitimidad a la familia real británica,
el príncipe propone que se repita el experimento en su propio país. Los
ingleses elegirían como reina a la reina, y de paso, como heredero al heredero.
Para los olvidadizos, debemos decir que una democracia es sólo una democracia
si el pueblo es quien la gobierna, lo que nos lleva a concluir que con
un rey, o sea, con alguien que ostenta el poder por usurpación, no existe
democracia. Y todo esto nos trae al caso español, en el que una constitución
aprobada mayoritariamente por referéndum popular confirmó en su sillón
al monarca designado por Franco. Reflexión final: ¿Convocan los gobernantes
algún referéndum que puedan perder? Que les pregunten a los del Frente
Polisario, que ven estupefactos cómo la consulta para la autodeterminación
del Sahara, auspiciada por la ONU, no llega nunca (acaban de anunciar que
la retrasan 5 añitos más), mientras el censo de votantes no tenga mayoría
aplastante de marroquíes. Así que si en Inglaterra preguntan, la respuesta
va implícita: los pueblos también se equivocan. Quienes no se equivocan
nunca son los muertos, y millones de muertos inocentes aúllan enloquecidamente
a la Humanidad que recuerde: los abusos de poder provocan desolación, tormento
e infortunio. Y es tarea de republicanos vivos recordar su utopía igualitaria
para que no muera con ellos la esperanza.
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