¡Oh, el mundo gira!

 

 

DISCURS.O.S. por Melguencio Melchavas
Número 105
20-11-99
Garzón y/o Fausto
La leyenda de Fausto y su pacto con Mefistófeles toma forma en nuestros días en la insólita figura del juez Garzón. De ideas políticas avanzadas, mucho más progresista que los miembros del partido que le puso en las listas de número dos por Madrid, aunque con apariencia de Pitagorín resabiado, este personaje novelesco capea los temporales políticos y delictivos como si fuera invulnerable. Hay que llamarlo juez estrella por comparación, porque sus colegas son humanos, y él camina inmune por encima de asuntos que habrían llevado a cualquier otro mortal a ser asesinado. Un repaso por algunos de los temas que ha tratado: la mafia internacional de la droga; el activismo de ETA; el procesamiento del dictador Pinochet; el crimen de estado organizado... hace que volvamos a preguntarnos: ¿ha vendido su alma, la Justicia existe, o todo forma parte de una gran casualidad? Su nombre decora las paredes de los pueblos vascos cubierto con una mirilla amenazante porque cerró el periódico de los independentistas que apoyan el tiro en la nuca. El poder inmenso de los diarios que lee una minoría de españoles ha ido mostrando alternativamente sus afectos por este magistrado, según si las actividades que desarrollaba eran del gusto de unos o de otros: si inculpaba a la inmaculada Guardia Civil en los asesinatos de los GAL, en los medios ultraconservadores como el ABC se le criticaba e incluso se le intentó fabricar un escándalo falso. Cuando fue candidato socialista, El Mundo disparó contra él toda su verborrea resentida; y lo encumbró cuando procesó a Amedo y sus amigos, que apuntaban a González como máximo responsable del crimen organizado. El País ha dado también mucha risa, apoyándolo época sí y época no, según si se presentaba a las elecciones por el partido al que sirve, si dimitía para volver a juzgarlos, si renunciaba a llegar al máximo dirigente para dejarlo todo parado en Barrionuevo, o... como ha pasado hoy mismo, que han vuelto a cambiar las tornas. Una vez eliminado el juez Gómez de Liaño, antiguo amigo de Garzón y actual enemigo encarnizado porque colocaron interesadamente a cada uno en una orilla del río de detritus, ahora resulta que a nuestro protagonista lo vuelven a cambiar de orilla. El Mundo alaba su trayectoria, El País considera que se equivoca, y el malhechor de Anson le llama vengativo en portada de La Razón. Y sólo porque se le ha ocurrido que quizás míster equis es Felipe González. Algo sí que hay claro en este asunto: al menos cuatro muertos que se le imputan al ex-presidente, si se demuestra que estaba al corriente de los asesinatos, secuestros y torturas de los "Grupos Armados de Liberación". Hoy es 20-N, y si Garzón acaba demostrando que juzga por los mismos motivos a González que a Pinochet, quedará escrito por fin en textos legales el axioma que todos tememos: el poder deprava. Algo que se intuye en estas líneas del auto publicado: "El GAL fue una organización criminal creada desde instancias oficiales de forma premeditada". Da pena que por defender al ex dirigente, progresistas solventes como Belloch hayan dicho que Garzón actúa por "afición al espectáculo". Mientras, el juez prosigue con su biografía inaudita: ayer pidió que se derogue la legislación antiterrorista porque favorece la tortura. Mañana habrá desvergonzados que se atreverán a criticarlo también por eso. Son los que desearían una bañera con electrodos en cada comisaría y un Damborenea en cada alcaldía. Los nazis, los españolazos, los monstruos.

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