¡Oh, el mundo gira!
Número 114
18-12-99
Poesía versus asco
El cuento es muy sencillo: usted nace en su tiempo,
penetra en un bar diáfano, contempla atribulado horripilantes titulares
en los diarios matinales sobre crímenes espeluznantes, el rojo azul
del cielo cuando según parece nadie enterró en cal a nadie, el pájaro
que emigra y el temerario insecto, únicos testigos de las desapariciones
de Lasa y Zabala por ejemplo, víctimas que se suman a la larga lista de
desaparecidos: expatriados, desterrados deportados, huidos, emigrantes,
desertores, cadáveres que se encuentran luego, desaparición implica secuestro,
tortura y asesinato. Que no implique también impunidad se está dilucidando.
Aunque todos sabemos quién gana, que en la eterna lucha entre el General
y la tropa, el pueblo es siempre el que será pisoteado por su zapato
nuevo. Usted sigue hojeando las hojas del diario y usted sufre de
veras, reclama por comida para los desheredados por no perder la vergüenza,
y por deber ajeno o acaso por rutina, llora limpio de culpas benditas
o malditas, hasta que llega el sueño y lo descalifica, y se toma un
café, y cree que se olvida. Pero Rodríguez Galindo está vivo. Y hay más
gente en el bar. Y no puede evitar escuchar sus voces de patos mareados,
de normalidad terrorífica, mientras recuerda la otra noche, los besos,
las alas; usted se transfigura, ama casi hasta el colmo, logra sentirse
eterno de tanto y tanto asombro. Pero las esperanzas no llegan al otoño,
y el corazón profeta se convierte en escombros. Y la biografía transcurre
detenida corriendo a la carrera mientras el café se va transformando en
anónimo y relajante salir del letargo. Se diluyen las caricias, los arrebatos,
en la fiereza de la vulgaridad, y los patos graznan sus eternas soluciones
finales para los titulares: la desaparición, sistema infalible. ¡Que tengan
que ir a juicio los guardias civiles que han prestado tantos servicios!
¡Que con los legionarios en dos días no habría muertos en esos barrios!
(que pienso mientras bebo el sorbo que me queda que tampoco habría vivos).
¡Que derechos humanos y demás tonterías debemos conculcarlos! Y siguen
tan tranquilos, ya lo han solucionado. Usted por fin aprende y usa lo
aprendido para saber que el mundo es como un laberinto: en sus momentos
claves infierno o paraíso, amor o desamparo y siempre siempre un lío. Usted
madura y busca las señas del presente, los ritos del pasado y hasta el
futuro en cierne. Quizás se ha vuelto sabio irremediablemente y cuando
nada falta entonces usted muere. Y cuando nada falta, cuando los sabios
cunden, cuando la ausencia de esperanzas es igual a la plenitud de pericias,
vamos caminando hacia la barbarie, fuera ya del bar, maldiciendo a todos
esos nazis que toman sus consumiciones pontificando mientras asesinan con
su opinión, mientras convierten un bello poema en la raíz del estercolero,
en la gran parrilla donde se queman millones de inocentes, en la justificación
bárbara del asco.
(Frases en cursiva: Mario Benedetti, Curriculum.)
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