¡Oh, el mundo gira!
Número 119
30-12-99
A cambiar de numerito
Mil novecientos tal, dos mil cual, que yo digo que
el milenio empieza con los ceros, que si eres tonto, que el milenio no
puede empezar si no pasan enteros los dos mil años, que si eres un aguafiestas,
que ni mucho menos porque lo celebraré dos veces, vaya cabezota, pero no
has visto la tele, que todos dicen que llega el siglo XXI, el segundo milenio,
la nueva era, el entusiasmo por la nada elevado al infinito... Pero lo
mejor, la celebración. Siglos y siglos lleva el hombre celebrando, celebrando
siempre efemérides de hechos que el mismo hombre generó, conmemoraciones
de la propia existencia, qué risa, los ordenadores de los árabes no sufrirán
el efecto 2000 porque no van por ese año... ni los chinos... A ver si es
que en el primer mundo nos creemos que somos los únicos seres vivos del
planeta... Y mientras, hala, hala, a hacer el numerito de cambiar de numerito.
Claro, sesudos defensores de la celebración por todo lo alto reflexionan:
son muchos dígitos los que cambian de golpe. Los achicados cerebros de
los seguidores del fútbol -deporte rey- no entienden más que de cuatro
a cero o como máximo de seis a tres. Pero pasar de 1999 a 2000 es como
si no les cupieran los goles en los dedos de las manos, en la neurona esclerotizada,
en el baúl de sus almas vacías, en la vejiga de sus botas de vino rancio
con cocacola sin gas. Los incondicionales también de los políticos que
desfilan por los receptores de radio y televisión, que saludan con sus
puños limpios por fuera y llenos por dentro de oscuros crímenes, de algas
marinas de ahogados por sus causas ganadas para ellos mismos. Anuncia el
gobierno de la nación que habrá un minigabinete de crisis en la cúpula
del poder, velando por que a los españoles no nos afecte el efecto. Ridículos
próceres que sólo tienen sentido por el necio inconsciente colectivo, que
teme que sin padres inútiles los hijos inútiles no sepan valerse por sí.
Números sin sentido, palabras vanas para despedir los trescientos sesenta
y cinco días del ciclo. Gira la Tierra alrededor del sol, y los pocos que
nos cobijamos acompañados con lujos como el agua corriente, la electricidad
o los ordenadores, tememos graves consecuencias de otra nueva vuelta de
tuerca: quizás el día uno de enero del año 2000 la cordura se vuelva a
despertar. Y nos acerquemos a los creadores de opinión con guillotinas
de surrealismo: ya saben, aquel célebre proverbio de la camarilla parisina:
"Los elefantes son contagiosos". Esperando el maná reciclado, este birrioso
escribano les desea feliz felicidad.
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MELGUENCIO