¡Oh, el mundo gira!
Número 120
5-1-2000
Desplazamientos extravagantes
Nuestros famosos, esa raza de mamarrachos que viven
del cuento, esos actores de pacotilla, esos Grandes de España y otras malas
hierbas, desechos humanos que pueblan las páginas de las revistas infames,
se desplazan en curiosos artefactos, del velocípedo a la lancha motora.
Se mueven por el mundo dentro de medios de transporte extraños, muchas
veces hechos a su imagen y semejanza, y otras sacados del mundo de las
pesadillas infantiles. Veamos algún ejemplo: ¿Recuerdan a nuestro expresidente
George Bush conversando por un celular mientras conducía su cochecito de
juguete en el campo de Golf? Ordenaba asesinatos masivos con su sonrisa
de abuela tísica mientras el vehículo monoplaza le servía de autopalio.
Un famosísimo torero de charlotada, el Platanito, recorría las plazas de
toros con su vehículo a motor con forma de plátano, antes de proceder a
matar a la bestia, intentando eternamente acceder al mundo del toreo serio
a través de sus apariciones humorísticas. Como si la bochornosa abyección
de las corridas de toros no tuviese bastante con existir, el género bufo
(aún vigente) le acrecienta la infamia, eleva el listón de la repugnancia.
Todos los enanos morales necesitan un invento semoviente que les desplace
de un lugar a otro de sus vidas despreciables. Así, cuanto más grande es
el cargo del prohombre corrupto, más grande es el coche que lo pasea entre
las multitudes que gritan engañadas. Hay líderes latinos que aparecen montados
a caballo, sin distinguirse bien montura y jinete. Y un famoso gurú, inventor
del padrenuestro, llegó montado en un burro a la ciudad que lo vería morir.
Hoy los ejemplos del cochecito de golf o del plátano móvil son sustituidos
por vehículos último modelo, como el tacataca que acaba de patentar el
dictador del Vaticano; ya que el papamóvil no resolvía sus desplazamientos
por el interior de San Pedro, ahora es una plataforma rodante con barra
para agarrarse lo que le traslada, empujado por fornidos obispos que esperan
fumata próxima. Y un vehículo huérfano: la silla de ruedas en que se desplazaba
doña María de la Mercedes de Borbón y Orleans, difunta madre del máximo
dirigente vitalicio del reino de España. Todos los medios de comunicación
sin excepción se han hecho eco de las conocidísimas virtudes de la tal
dama, olvidándose de su inseparable silla, omnipresente en las celebraciones
familiares de los borbones españoles de las últimas décadas. Un ejemplo
más de los siempre amenos y casi olvidados desplazamientos extravagantes.
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