¡Oh, el mundo gira!

 

 

Número 121
6-1-2000
A mil por hora
La sinvergonzonería consiste en que usted, lector inmoral, es uno de los millones de humanos que con su inmovilismo provoca la muerte de... ATENCIÓN, estas cifras suelen pasar desapercibidas, hay que leerlas despacio, reflexionando lo que significan: 24.000 personas desaparecen cada día por causa del hambre. Es decir, por causa del hombre, de usted, de su hija, de su esposo, de su jefe, de su subalterno. ¿Sabía que no es necesario un gran esfuerzo para reducir esta cifra apabullante, para dormir un poco más tranquilos sin encontrar los miles de cadáveres entre los pliegues de la almohada? La muerte de un señor que manda mucho o de un niño en las fauces de un perro son dos muertes que llenan las portadas de los periódicos, dos muertes diminutas con su carga emocional y su pequeña hipocresía. Dos insignificancias si nos consideramos depositarios de la Historia que la humanidad ha acarreado hasta la fecha. Depositarios de la Cultura, de los avances tecnológicos, de la solidaridad. Enemigos de la guerra, de los opresores, de los asesinos como usted, lector inmoral. Pero hay elementos para la pequeña esperanza. La cifra terrible es menor hoy que hace veinte años, casi la mitad. Si la progresión continúa, quizás vivamos para que nos cuenten que la reducción se acerca a cero muertos por hambre. ¿Qué importan tonterías como las campañas para aumentar la seguridad vial o contra el uso del tabaco, si todo ese dinero podría invertirse en comida, o mejor aún, en medios para que los paupérrimos esquilmados del tercer mundo se procuren su alimento? Y de modo paralelo, amigos asesinos, hay que fomentar la educación, pues según datos de Unicef, esa es la solución definitiva al problema del hambre, ya que un pueblo informado tiene recursos para escapar de la muerte. Mientras tanto, colaboren con www.thehunguersite.com poniendo esa web como página de inicio: cada vez que hagan clic en el botón "Donate free food" (una vez al día como máximo) las marcas patrocinadoras envían comida a los hambrientos, dentro de un programa de la ONU. Quizás la caridad cibernética sea peor que la justicia social, y los verdaderos asesinos sin conciencia estén sentados en los despachos de las presidencias de gobierno, pero evitar muertes a golpe de ratón es, a nuestro entender, una obligación.

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