¡Oh, el mundo gira!
DISCURS.O.S. por Melguencio Melchavas
Número 123
9-1-2000
¡Albricias!
Por fin una noticia nos llena de gozo y lleva a nuestro
entristecido corazón un poquito de luz. Es una buena nueva que nos llega
del país de las libertades, los Estados Unidos de Norteamérica. En concreto,
en el estado de Florida, en la ciudad de Miami. Ya saben, paraíso idílico
donde las familias unidas conducen la comunidad, lugar al que todos los
tercermundistas quieren llegar a nado, refugio apacible de cantantes y
demás artistas del maravilloso mundo del espectáculo. Quién no ha deseado
pasar al menos unos días en Miami, rodeado de cuerpos perfectos, que esconden
unas no menos perfectas inteligencias. Y en ese lugar casi mítico, la justicia
también actúa con todo el peso de la ley, para proteger a los honrados
ciudadanos del peligro latente de la delincuencia. Hasta el punto de que,
como ejemplar escarmiento para propios y extraños, se utiliza, amparándose
en la Constitución, la pena máxima. El ajusticiamiento es uno de los atractivos
turísticos indudables de la costa de los surfistas. Así en el Este como
en el Oeste, USA nos ofrece un ramillete deletéreo de Códigos Penales imparciales.
Y la noticia que nos congratula es que, además de todas estas ventajas
tan interesantes y provechosas, el condenado a muerte que tenga la suerte
de serlo en Miami, va a poder elegir a partir de ahora si desea inyección
letal o silla eléctrica. No se ha visto hasta ahora en ningún país del
mundo que un maleante pueda disfrutar de tal libertad. La libertad de optar,
como en el libremercado de los honrados padres de familia, que pueden elegir
entre un canal de televisión u otro, entre una compañía telefónica u otra.
Esa libertad que ahora en Miami podrán disfrutar también los que forman
parte de la escoria. Una vez más, el modelo al que el resto del mundo debe
intentar acercarse nos ha dado un ejemplo de defensa del libre albedrío.
Albricias, por lo tanto, ¡albricias!
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