¡Oh, el mundo gira!
24-6-2000
Tecnoilógico
Das una
patada a una piedra y te sale un chip. Gritas cualquier cosa y un módem te
saluda desde una ventana. Pides una sopa y te pregunta el camarero si la
prefieres punto com o punto net. Te acuestas sin saber si soñabas y sueñas que
en realidad tú mismo eres un ordenador. Personal, menos mal. Y cuando
despiertas bostezas convencido de que ya estamos inmersos en la sociedad de las
Nuevas Tecnologías. Pero sales a la calle y un senegalés que te intenta vender
un cinturón no acepta tarjeta de crédito. Una señora baja las escaleras del
ambulatorio con dolor de piernas porque no existe la cita telefónica y ha hecho
fila durante media hora. Y el sol está derritiendo las calles del mismo modo
implacable que lo hacía hace dos mil años. ¿Qué sucede? Simplemente, que un
noventa y tres por ciento de la población no ha accedido nunca a Internet. Que
la existencia de los microprocesadores es un dato que poseen sólo los técnicos
y algunos adolescentes. Que el grito revolucionario en el que se basan las
Autopistas de la Información: “¡Ordenadores del mundo: uníos!”, no ha llegado a
los oídos de casi nadie. Y la gente sigue, en términos generales, haciendo la
misma vida que hacían sus bisabuelos: con los mismos métodos, útiles y fines.
Otra cosa es que cuatro enteradillos vayamos por ahí alardeando de lo avanzada
que es nuestra sociedad, cuando en realidad nosotros mismos demostramos ser los
más recalcitrantes, enrocándonos en absurdas concepciones elitistas e
insolidarias. Si ilógico es engañarnos a nosotros mismos, más lo es todavía
colaborar a que los demás permanezcan en el gran engaño.