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¡Oh, el mundo gira!

 


DISCURS.O.S. por Melguencio Melchavas
Número 155

24-8-2000

 

Quinientas réplicas de vacas lecheras

 

No es una recreación paranoica del escribidor esquizoide. No es un título sacado del azar para atraer la atención del lector curioso. Es la reproducción del símbolo del antiarte, y por lo tanto de la antiética. Porque durante los últimos ochenta años Nueva York había sido el emblema de la modernidad. La ciudad depositaria de las últimas tendencias en el mundo del arte. Pero todo caduca. Quinientas réplicas de vacas lecheras creadas por varios artistas se exponen durante todo el verano en los espacios públicos de Nueva York. La idea, procedente –cómo no- de Suiza, fue recreada el año pasado ya en Chicago. Hasta que la veterana meca del arte sacrosanto se ha decidido a exponer su rebaño. Y uno de los pocos creadores contemporáneos que aún merece la pena, David Lynch (pese al reciente resbalón con la vomitiva película del abuelo feliz en su cortacésped), entregó su escultura vacuna: una res decapitada, decorada con tenedores y cuchillos clavados en el lomo y manchada con una sustancia que simulaba ser sangre. ¡Horror! Los organizadores de la Cow Parade New York 2000 rechazaron la mole de fibra de vidrio: era tan horrible y macabra –según sus propias palabras- que no podía ser expuesta.

 

Imbéciles organizadores de conferencias sobre el asma bronquial de las grullas; estafadores constructores de Centros de Interpretación de la charca del pueblo; ratas infectas que reunís en concierto a viejas glorias para que canten boleros sin fuelle; en fin, programadores culturales del mundo: aprended de la ciudad de los rascacielos, de la purulenta Nueva York. Quinientas vacas con cabeza y sonrientes esconden con su conformismo militante tanto la miseria de los sin techo como las miserias de los comandantes del planeta.

 

 

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