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¡Oh, el mundo gira!
DISCURS.O.S. por
Melguencio Melchavas
Número 156
26-9-2000
En
España estamos inmersos en un debate sobre el reparto de los recursos hídricos.
Sin llegar a los extremos de los países subdesarrollados, el agua es un
elemento cada vez más escaso. Y al gobierno del país sólo se le ocurre
desempolvar el carcomido fantasma de los trasvases, cuando desequilibrar las
cuencas es sinónimo de alterar el ecosistema, y por lo tanto de crear desastres
naturales. El Ebro, único protagonista del mal llamado Plan hidrológico
Nacional, debe ser utilizado por los habitantes de su cuenca. Y no caben medias
tintas en este tema: apoyar el trasvase equivale a perpetuar el actual modelo
de las dos velocidades. Una España interior sin infraestructuras ni
posibilidades de desarrollo, cada vez más despoblada; y una España litoral, con
las mayores concentraciones de población, de pelotazos inmobiliarios, de
regadíos por inundación, de campos de golf y de parques temáticos, donde las
necesidades de agua dulce crecen en progresión geométrica. Y Aragón, una región
interior que saluda al Ebro a su paso por el Pilar, bonita postal de maños con
cachirulo y de joteras con mantón, que se mueren de sed en las orillas del
caudaloso río. José María Aznar y sus secuaces lo van a tener difícil por una
vez. El no al trasvase del Ebro es el único tema que pone de acuerdo a todos
los aragoneses, la única reivindicación que queda de una antigua lista casi
olvidada. Llenarán Aragón de campos de maniobras, destrozarán los Pirineos,
desmantelarán del todo la red ferroviaria, Teruel seguirá siendo la única
provincia de España sin autovía... pero curiosamente, hasta que todos los
aragoneses no vean que el agua del Ebro se aprovecha para su propio desarrollo,
lucharán conjuntamente y a brazo partido para que no se la lleven
Construcciones y Contratas o Terra Mítica. ¡Antiguo Reino y Corona, qué
habitantes tan chuscos, qué poco refinamiento, bestezuelas con botijo, feroces
alimañas insolidarias!