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¡Oh, el mundo gira!
DISCURS.O.S. por
Melguencio Melchavas
Número 158
26-9-2000
Juan Pablo II ha nombrado a la mitad de los santos y beatos con
que cuenta la Iglesia Católica. En 21 años, 323 santos y 987 beatos. Pero
vayamos por partes: ¿cómo puede usted llegar a ser santo, ahora que parece más
facilillo? El principal escollo con el que un ciudadano de a pie se encuentra
para llegar a los cielos con diploma, es que debe morirse, lo que no es del
gusto de casi nadie. Pero una vez que se ha pasado el mal trago, los que quedan
en la Tierra deben proclamarle Venerable Siervo de Dios, si es que ha vivido
las virtudes de manera heroica (se ve que hay que ser bueno y también
parecerlo). Tras ello, se le asciende a Beato, siempre y cuando haya obrado al
menos un milagro comprobado. Y ya sólo queda la canonización, que es ponerle a
uno el San delante del nombre. Esto es ya pan comido, porque basta con otro
milagrete después de la beatificación. Después están las excepciones: si te
martirizan, o sea, que te matan por no renunciar al catolicismo, te saltas el
primer curso, y con un milagro nada más ya eres santo total. Una vez conocidas
las pruebas de selección, uno prefiere casi morirse de viejecito, y ya después
preparar las oposiciones. Porque si le coges el tranquillo a lo de hacer
milagros, qué mas te da uno que dos. Y además este papa tiene la manga de papa
más ancha de la Historia. Tan pronto beatifica al fundador del Opus Dei (¿no
era al buen ladrón al que iban a perdonar éstos?), como a dos antecesores suyos
de una tacada, sin importar que uno fuese guerrero o el otro pacifista. El caso
es batir récords. Anímese pues. El próximo papa seguro que corta el grifo, y se
queda usted sin corona, sin peana y sin cepillo. Sería una pena.