Por Antonio Tausiet
La edad de oro ("L'âge d'or", 1930)
“Yo estoy acabado. Pero vosotros tenéis acordeones, hipopótamos, llaves y ganchos para trepar”. El revolucionario que se queda en casa porque no tiene fuerzas, da ánimos a sus compañeros para que se encarguen de destruir los cimientos de la sociedad burguesa. Por supuesto que no lo consiguen. Tampoco don Luis, con su filme número dos, esta vez de una hora de duración y financiado por el parisino Vizconde de Noailles.
Buñuel entre los compañeros de rodaje
Salvador Dalí colabora en la gestación del guión, pero la versión definitiva la escribe Buñuel. Una sucesión de metáforas chocantes que se enmarcan en la tesis general de la imposibilidad -y defensa a toda costa- del amor pasional, encarnado por la pareja protagonista (Gaston Modot y Lya Lys). Eros y civilización luchan en la encarnación de un protagonista que rabia su erotismo en un entorno aderezado con obispos, insectos, muslos femeninos, minusválidos, pies y demás recurrencias posteriores en el cine de don Luis.
Los obispos antes y después de pudrirse y un revolucionario fracasado
El padre que mata a su hijo porque le tira el tabaco, el Ministro del Interior que se suicida cayendo al techo, y los tambores de Calanda poniendo banda sonora a los conflictos de la mente no parecen enmarcar una “edad de oro” como la entendían los antiguos griegos: el momento en que la humanidad era pura e inmortal. Conglomerado genial y nuevo aplauso del grupo surrealista. En 1932, Buñuel alteró su película para adaptarla a los presupuestos comunistas y a la censura, titulándola En las heladas aguas del cálculo egoísta, frase contra la burguesía contenida en el Manifiesto comunista. Este nuevo montaje nunca vio la luz.
La edad de oro de Lucas Cranach, la pareja protagonista,
Se incluye una escena en la que los dos amantes se abrazan mientras oímos lo que tienen en la cabeza: según algún especialista, es la primera vez que se oye la voz del pensamiento en la historia del cine. Prohibida en Francia hasta 1980, todas las películas posteriores de Buñuel contienen elementos (cuando no la tesis principal) de esta obra maestra.
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