CASA LAC
Fernando Rivarés


Fernando Pessoa pasó media vida en A Brasileira, junto a este bar tiene su estatua permanente y verde en la vieja Lisboa. José Lezama Lima, en los cafés de la calle Obispo de la Habana Vieja "sumergido en la ciudad total". El premio Nóbel egipcio Naguib Mafhuz dedicó sus novelas al café de Qustumar, en el barrio cairota de Abasía y al mágico Café de los Espejos, en realidad café Fishawys, en pleno Jal Al-Jalili. Y Cesaria Evora no cantaría sus mornas excepcionales sin sus obligados desayunos en el Café Royal de Rua Lisboa, en Mindelo, Cabo Verde. Y desde ayer, Zaragoza entera es un poco menos sin Casa Lac. El restaurante más antiguo de España, según los cronistas, cerró el viernes después de 178 años de felicidad, humo y cultura. Dará paso a lo que el centro comercial que salga del viejo Tubo dé de sí.

Fundado por el Conde Lac, huido de la Revolución Francesa, ha mantenido hasta ahora su bar modernista y su restaurante isabelino en manos de varios propietarios, que en su última época animaron el Silbo Vulnerado y sirvieron Quique, Elena e Inés. Monumento de interés ambiental y nervio básico zaragozano por decisión popular, bajo cada mesa, en el reflejo de cada espejo, en el recuerdo de cada copa de vino estrellada contra el alma de uno y en la mancha de cada crêpe tatuada en sus manteles, queda parte de la vida cultural y social zaragozana, hoy un poco herida.

Las ciudades deberían poder defender su espíritu frente a la piqueta y una falsa modernidad que las asola.

 

(El Periódico de Aragón, domingo 3 de agosto de 2003)