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U-571: la segunda guerra mundial reinventada

 

 

            Tengo la sensación de haber escrito esto ya otras veces. Los recientes estrenos de producciones como "Stalingrado", "La lista de Schindler" y "Salvar al soldado Ryan", algunas de ellas enormes éxitos de crítica (al servicio de la industria) y público (consumidor de los productos emanados de la industria), ya venían consolidando visiones cuando menos peculiares y discutibles del conflicto 1939-1945, conflicto cuyas consecuencias aún perduran en los terrenos político, económico y militar.

            Este U-571 que nos ocupa intenta consolidar esa imagen falsa y capciosa tan exitosa en el mal cine bélico: unos pocos héroes son capaces de dar la vuelta a situaciones desmesuradas, logrando victorias gracias al ingenio, el valor y la entrega, frente a un enemigo muy superior en todo, menos en inteligencia y suerte. Es lo que, de pequeños, caracterizábamos de "buenos" y "malos": buenos con suerte, malos ineptos.

Aquí nos encontramos a unos marineros yankees (ligeramente multiculturalizados: aparece un ítaloamericano como tributo a los Productores de la película, y un afroamericano que de cocinero pasa a experto conductor de submarino por la gracia de dios) que, ellos solos, derrotan a la flota submarina alemana, y dan la vuelta a la Batalla del Atlántico para la causa Aliada al robar una maquinita con las claves secretas de los nazis. Nada se dice, como no podía ser de otra forma, de las objetivas causas de la victoria Aliada: proliferación de navíos de escolta y de aviones cazasubmarinos; aumento exponencial en la producción de navíos en los astilleros británicos y norteamericanos; progresiva introducción de nuevos, modernos y más efectivos aparatos de radar y detección submarina. Todo esto debe ser muy complicadoo y difícil de entender, y además siempre queda más peliculero lo contrario, qué duda cabe, por simple, necio y primario.

            Como esta Película no da para más (por cierto, ¿qué hace Harvey Keitel en este bodrio?), no dejo pasar la oportunidad de referirme a otra característica del cine reinventando la guerra de 1939-1945: pese a que la guerra fue perdida por los nazis en el este, en el frente ruso, aun a pesar de contar con las puestas en escena más apreciadas por Hollywood (cientos de miles de combatientes, miles de blindados, cañones, aviones, decenas de millones de cadáveres), la Industria del cine ha conseguido la universalización de sólo las victorias yankees y británicas (El-Alemein, Normandía), aun en mínimos episodios sin importancia (Remagen). El resto han sido las consabidas exaltaciones del poderío militar nazi (que no era para tanto, por lo menos en cuanto a número), ante el cual los Aliados (los occidentales) sólo podían contraponer espías audaces, infiltrados y saboteadores, y una suerte tremenda. Tal herencia permitió con naturalidad que el fenómeno Rambo se espandiera cual virus Ebola en la década de los ochenta, si bien con un enemigo diferente.

            Alguien dirá, y seguramente con cierta dosis de razón, que para eso ya están los documentales históricos, las bibliotecas. Sin duda, pero entonces pidamos humildemente desde estas páginas electrónicas a ciertos directores de cine que dejen de considerarse maestros historiadores, y a cierta ralea de críticos (?) de cine que sean un poco más rigurosos a la hora de difundir que tal o cual película son "lecciones de historia". Y además: seguimos negando que hacer películas (más si su trasfondo pretende ser "histórico"), siga siendo sinónimo de inepcia, aculturación y divulgación de valores que no nos llevan a ninguna parte, porque se encargan de nublar el pasado para confundir, engañar y manipular la opinión pública de forma que el Presentismo siga siendo la oficial doctrina de estos siniestros comienzos del siglo XXI.

Max Rob

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