Tu cuerpo tendido sobre la arena. La sangre coagulada. Tejidos hacia dentro. Cuerpo retorcido, caído muerto. Dicen que el mar aquella noche tuvo una bravura de otoño. Nadie sabe si es verdad eso que cuentan; 26 años después la playa de Ostia sigue llamándose playa de Ostia. Allí dicen que te asesinó un muchacho de 17 años. También que llevas 26 años muerto, y es que todavía no se han enterado de que la muerte es una invención del lenguaje, una traje hecho a medida para el Poder. ¿Quién ha estado muerto alguna vez? Y siguen usando la palabra muerte, una etiqueta del mercado en el más inocente de sus usos.

Me interesa tu vida que no conozco. Tu filosofía, tu poesía que no he leído; tus películas que he visto y no visto. Me interesa por ser yo un onanista y querer acercarme a aquello que se me parece. Quiero acercarme a ti no para entenderte o leerte o verte a través de lo que hiciste, sino para revolverme igual que revolvía tu mirada casi todo lo que tocaba. Busco la conmoción, la exageración, la provocación, que la sangre de mis venas entre en revolución. 26 años después el mundo continua lleno de borregos gobernantes y borregos gobernados. ¿Quién ha muerto aquí? Aquí no muere nada. De lo estancado y lo podrido no se espera su muerte. ¡Qué más quisiéramos que morirnos! El hedor está ahí fuera y aquí dentro. Por favor, ya está bien de que nos cuenten estupideces… ¿quién ha muerto aquí?

Quiero que tus palabras me toquen el intelecto, el cuerpo y el sexo, y que me pongan del revés o cabeza abajo. Gozar lo torcido, lo anguloso, lo visto y experimentado desde el lado de detrás, ese que nos esconden y que ya no sabemos dejar de escondernos a nosotros mismos. Llenarme de dudas con tus películas. Morirme viéndolas para nacerme nuevo. Eso sí que es morirse, morirse uno para bien. Y no lo quieren ver, esos que insisten en hacerme creer que la muerte te llegó en ese límite tan bello y simbólico del mar Mediterráneo.

José Blázquez