Cinepatía: un rincón para los amantes del cine de terror
UN PRÓLOGO ABSURDO
Comienzo a escribir este libro, de manera improvisada, el diecisiete de octubre del año
2000. Concretamente son las tres y veintitrés minutos de la tarde y a manera de
curiosidad les contaré que a las once de la noche iré a disfrutar de El exorcista (una
de mis películas favoritas) en la nueva versión que en breve será estrenada. Mi amigo
Carlos Gracia me ha llamado esta mañana y me ha invitado al preestreno. Sabe que soy un
fan del género.
Escribo este libro sin ninguna pretensión evidente. Es decir, no pretendo arrojar ningún
tipo de claridad sobre facetas no estudiadas del cine fantástico y de terror ni pretendo
alumbrar ninguna guía enciclopédica para estudiosos. Les diré pues, a manera de
justificación, que voy a escribir sobre cine como si mi ordenador fuera un contertulio
que me escuchara pacientemente, pensando en un hipotético lector ideal que no tiene nada
mejor que hacer que leer a un aficionado al género en un arrebato de pasión (como si
compartiera su secreto vicio). Como otrora dijera García Escudero, vamos a hablar de
cine... fantástico y de terror, y espero que a lo largo de la conversación se digan
cosas curiosas cuan al menos, interesantes si la fortuna nos acompaña.
Empiezo a escribir este libro, de manera improvisada, el diecisiete de octubre, y lo que
más me alegra es que ya haya gente interesada en publicarlo, aunque sea a través (por el
momento) de La incineradora (revista digital de Internet). Así las cosas, capítulo a
capítulo, el libro irá apareciendo en una de las secciones de la revista.
Trataré de poner sobre los folios o sobre la pantalla (como gusten, aunque recomiendo que
vayan imprimiendo para evitar perturbaciones oculares) mis gustos, preferencias, las cosas
que más me fascinan, gustan, desagradan, llaman mi atención e incluso me influyen,
inspiran, trato de imitar (como algunos de ustedes sabrán, fundé hace casi diez años,
con unos amigos, una productora de películas gore y tengo publicado un libro de cuentos
de terror).
¡Allá vamos! CAPÍTULO I: UNA SIERRA EN UN BOSQUE
Como Jesús Palacios (que no sólo es un entendido en cine sino también un buen escritor)
afirma en su magnífico libro Psychokillers: vivimos en Utopía (1). Somos, en efecto,
personas satisfechas de nuestra condición y sociedad. Nos ha tocado vivir en el lado
brillante de la moneda y nos repele cualquier tipo de acontecimiento, por minúsculo que
sea, que haga temblar nuestro perpetuo estado de equilibrio. Pero el caos está
ahí, gritando inexorablemente, nunca puedes hacerlo callar. Vas enfundado en pleno
invierno en ese cómodo abrigo largo, vuelves hacia casa tras degustar los mejores platos
que ofrece la carta del restaurante de moda (alegre de que aún te sobra algún que otro
billete) y, de repente, en las sombras del silencioso callejón, brilla amenazante esa
navaja que esgrime quien vive en el otro lado de la moneda. No te puedes creer que a ti te
esté ocurriendo. Rezas para que el pesadillesco abismo en el que estás cayendo no sea
excesivamente profundo. En cuanto llegues al fondo , en cuanto ese malvado individuo
vuelva al inframundo del que surgió, correras a la policía como un niño a las faldas de
mamá. Hay que hacer todo lo posible para destruir al monstruo.
Lo que acabo de decir, creo, es una definición en clave de lo que es para mí el cine de
terror. Hay una estabilidad que es perturbada por un elemento insólito. La tensión
dramática consiste en tratar de soterrar, de eliminar al dicho elemento para que retorne
el equilibrio. La matanza de Texas es una de mis películas favoritas. Creo que cuando Tobe Hooper la estaba rodando estaba tocado por la genialidad. La hora y veinticinco minutos de duración es un discurso perfecto sobre la pérdida del equilibrio. Jóvenes convencionales, norteamericanos satisfechos de la vida que les ha tocado vivir, se tienen que enfrentar a una situación pesadillesca que, en realidad, les despertará del sueño que están disfrutando. Me encanta el personaje interpretado por Marilyn Burns (Sally Hardesty) en tanto en cuanto la soterrada progresión dramática que sufre: de niña risueña y bobalicona a enloquecida sobreviviente de una trascendente experiencia vital (en el plano final, completamente ensangrentada y aterrada, transmite toda la fuerza dramática de la persona que al fin sabe que la vida es algo más que risas y pantalones de marca... y campana). E.E.U.U. es algo más que el american dream, es también la deprimida zona de Texas o la hoy por hoy tópica América profunda. El mundo es algo más que chicos guapos que nos sonríen por televisión, que teléfonos móviles que hacen musiquillas y que cantidades ingentes de dinero que, mes a mes, entran en nuestras santas nóminas. El mundo, como bien sabían Gualtiero Jacopetti o el dúo formado por Antonio Climati y Mario Morra, es muy perro, es dulce... y cruel. Y eso es lo que en The texas chainsaw massacre la brutal familia de matarifes humanos enseña a los inocentes niños procedentes de la sociedad del ocio.
Una joven (Sally) en plena noche, junto a su hermano inválido Franklin, al
lado de una furgoneta sin gasolina, con el único sustento de una linterna. La joven se
interna en el bosque empujando la silla de su hermano, que porta la lumbre. Ellos no creen
en el horror, porque el horror no existe en su mundo, es algo que conocen tan solo a
través de las lejanas imágenes que ofrece el televisor (entre cortes publicitarios) y,
de repente, el horror aparece, está ahí y hay que aceptarlo. Es un enorme enmascarado
que hace rugir una sierra mecánica en el bosque y que mutila salvajemente al indefenso
Franklin. Pensabas que eso nunca te iba a tocar a ti, ¿verdad Sally?, y, sin embargo, o
corres o la sierra se hundirá en tus carnes. Sólo existe una solución, correr, gritar,
huir de lo que creías imposible. ¡América no te puede salvar!
Sally sufrirá toda una odisea de horror. El abismo al que ha caído parece no tener final
aunque, afortunadamente, logrará escapar y casi con toda seguridad regresará al american
dream; y aunque la sociedad logré que olvide (tiene sus sistemas) y que vuelva a ser la
misma, al menos estará advertida. Notas: 1.
Jesús Palacios, Psychokillers, Ediciones Temas de Hoy, Colección Pandemónium, segunda
edición, Madrid, 1999, p. 15. |
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