Cinepatía: un rincón para los amantes del cine de terror
CAPITULO II: UNA
DEFENSA DE LA AUTORIA DE POLTERGEIST Y UNAS PALABRAS ACERCA DE LA PERDIDA DEL CONTROL
En el pasado Festival de Sitges
me acompañaba mi amigo (entendido en cine donde los haya) José Miguel Baquedano y, como
casi siempre ocurre en estos eventos, nos encontramos con un conocido. En este caso hizo
la casualidad que se tratara de Miguel Ángel García Barceló (Bubu para los amigos).
Decidimos los tres, antes de que comenzaran las sesiones, compartir comida y sobremesa en
un restaurante cuyo nombre no recuerdo. La conversación fue grata, pues Bubu había
adquirido una copia de Aquella casa al lado del cementerio y estuvimos hablando
sobre el cine de Fulci y otros directores de terror italianos (de Bava a Argento pasando
por el hijo del primero: Lamberto). Pero saco a colación este fortuito encuentro no para
comentar nuestros apuntes al respecto del cine de horror italiano sino al respecto de un
aspecto que compete al director que nombrábamos en el capítulo anterior: Tobe Hooper. En un momento de la
conversación Bubu dijo que desde Poltergeist el cine de Hooper había caído en la
más absoluta de las decadencias (bueno, lo dijo de manera algo menos exagerada),
aventurando que Spielberg, uno de los pesos pesados de la industria, no sólo le había
quitado la dirección de Poltergeist de las manos sino que había apetecido de que
Hooper no levantara cabeza (malos rollos entre cineastas). Rápidamente, intervino con
acierto José Miguel, diciendo que, tras Poltergeist, Hooper había hecho productos
muy estimables, así Invasores de Marte o Lifeforce. Yo añadí que la
segunda parte de La matanza de Texas y uno de los episodios de Body bags no
estaban nada pero que nada mal aunque bien era cierto que últimamente el otrora genial
director estaba en baja forma. Añadí además que no era partidario de la opinión de que
Poltergeist la hubiera dirigido, como en general suele pensarse, el propio
Spielberg: -De hecho comencé a
argumentar- el terror que provoca la película procede de un recurso muy similar al de La
matanza de Texas. Una representación convencional de la ciudadanía americana; si en La
matanza de Texas era un grupo de jóvenes, aquí es una familia acomodada. Están
seguros porque viven en una casa maravillosa, en una zona residencial maravillosa, en un
país maravilloso (la película comienza con el himno nacional norteamericano). Viven
ajenos a lo terrible, incrédulos de que existe algo más que el american dream y, al igual que los jóvenes de La
matanza de Texas, la familia de Poltergeist deberá asumir que el horror
existe. De nuevo, Hooper utiliza el recurso de estabilidad quebrantada, de experiencia
vital que hace despertar del absurdo que vive la sociedad del ocio. Si en principio
resulta insospechado el que la familia reniegue de sus comodidades, en el plano final de
la película asistiremos a esa expulsión del aparato de televisión de la habitación del
hotel en el que la familia decide pasar lo que queda de noche. La familia es la misma,
pero algo sí que han aprendido; probablemente sea lo mismo que aprendió Sally en La
matanza de Texas, que el mundo no es tan maravilloso como nos creemos, que el horror
está junto a nosotros, a veces mucho más
cerca de lo que pensamos (incluso bajo los cimientos de nuestra lujosa casa, en forma de
vergonzoso cementerio indio). Siempre me ha atraído la idea
de un televisor como transmisor o introductor del mal en nuestro mundo. El recurso es
habitual en el cine de terror. A vuela pluma no sólo puedo citarles Poltergeist
sino que también recuerdo la genial Videodrome y la divertidísima Demons 2.
Vivimos en la serenidad de
nuestros lujosos hogares, llenos de confort, guarecidos del peligro que puede amenazar
afuera. Cada vez más hacemos la vida de puertas para dentro, como si intentáramos darle
la espalda al mundo. Construimos en nuestros hogares nuestra propia versión del País de
las Maravillas. Pero hay un elemento, indispensable,
a través del cual nuestro bienestar puede dinamitarse: la televisión. Enciendes el
monitor y nunca sabes qué es lo que va a aparecer ante tus ojos. Las imágenes invaden tu
espacio vital y son tan rápidas que no puedes prever lo que van a capturar tus pupilas.
Desde una ejecución en Somalia a una inocente secuencia de Heidi. Nunca sabes
cuando va a aparecer el horror. Basándome en esta intuición
escribí y rodé mi cortometraje más personal hasta la fecha: Pérdida de control.
Es una película algo hermética en el que tiene mucha importancia el receptor de
televisor (algo cotidiano que puede perturbar el equilibrio en el momento menos pensado).
La película está ambientada en una casa. Antes de que aparezca el personaje principal
(interpretado por mi propia hermana) la luz sufre perturbaciones y un amenazador personaje
aparece en el monitor de televisión. El que
la luz sufra perturbaciones está inconscientemente relacionado con mi obsesión y temor
hacia la corriente eléctrica. Es algo mágico para mí. Es una fuerza misteriosa que
mueve el mundo. Una entidad invisible aunque vital; imprescindible para poder vivir. ¿Se
imaginan un año sin corriente eléctrica? El mundo sería un caos; todo cambiaría
drásticamente. Así las cosas, en Pérdida de control hay un difuso discurso sobre
la falsa apariencia de las casas actuales. Parecen estupendos palacetes pero, si falta la
electricidad... La película trata sobre la
falsedad del bienestar actual. Estás tranquilamente en tu casa, viendo los dibujos
animados pero el mundo, y la televisión se encarga de recordarlo, no es una película de
Disney. ¿Se imaginan si el horror que vemos en los telediarios se involucrara en nuestras
cómodas vidas? Eso es lo que más o menos le ocurre a la protagonista de mi película.
Algo espantoso, un demonio que provoca perturbaciones físicas, viene a través de la
televisión al acogedor mundo de la protagonista. El resultado es una absoluta pérdida de
control. Por eso la película se titula así y, más o menos, eso es lo que creo que es el
terror, y lo que reflejan películas como Poltergeist o La matanza de Texas:
la pérdida del control. |
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