Capítulo
VI:
Historia del psychokiller moderno en cuatro líneas
:::
Con
mi película Viernes 13 parte apócrifa: Jason llega
a Zaragoza, quise hacer un homenaje al terror clásico
de los años setenta y ochenta, concretamente al subgénero
conocido como psychokiller. Por ello, no es de extrañar
que la película esté llena de guiños a películas
que contribuyeron tanto a gestar la moda (Psicosis, La
matanza de Texas) como a aprovechar su ¿decadencia? (Scream)
(1).
Lo que más
me atrae de este tipo de películas es el inocente uso que
hacen de un motivo tan dramático como el asesinato brutal.
Tienen la sorprendente y fascinante capacidad de hacer de lo horroroso
un teatro bello y divertido, de devolver al cine a su misma esencia:
la mentira. Más o menos, este es el cine de terror que a
mí me gusta: el terror entendido como una falacia perpetrada
para agradar al público. El terror, en definitiva, como cuento
de niños.
Las películas
de Viernes 13 o Halloween son un claro ejemplo de
esta estimable característica de la que hablo. De hecho,
el esquema argumental es tan simple que resulta tentador calificarlo
de folclórico; hasta se desprende
del mismo una reaccionaria moraleja: jóvenes cachondos acuden
a mansión en medio de bosque (existen variantes, claro está)
y, en cuanto sus libidos se alteran, son salvajemente ejecutados
por el enmascarado de turno (2).
Básicamente
tenemos unas películas argumentalmente simplistas: jóvenes
atractivos se enfrentan a psychokiller superstar (no olvidemos
que el auténtico protagonista de la función siempre
es Jason Vorhees, Michael Myers o Freddy Krueger). Habitualmente,
uno de los jovenzanos se erige en protagonista de la película
(desde la Adrienne King de Viernes 13 a la Neve Campbell
de Scream) y le planta cara al villano de turno, llegando
incluso a derrotarlo (aunque siempre suele haber, como decían
en Scream 3, un susto final).
Pero a pesar
de títulos de aire retro como la manierista Promenons
nous dans le bois el protagonisa del psychokiller, es
decir, el personaje que da nombre genérico al subgéneo,
también muta (recordemos lo tratado en el capítulo
anterior). Parece que esta sociedad de fin de milenio, creadora
en los ochenta de figuras tan insignes dentro del panorama fantastique
como los mentados Jason Vorhees, Michael Myers o Freddy Krueger,
tiene la misma prisa por dinamitarlos que por ofertar las tropecientas
continuaciones de sus andanzas (3). Así
las cosas, títulos como La última casa a la izquierda,
Ocurrió cerca de su casa, Henry: retrato de un
asesino, Seven o la reciente American psycho conviven
o inhiben lo que en vista de la amarga oferta de estos metrajes
podemos considerar psychokiller light.
El
psychokiller que hoy por hoy está de moda (4),
el hard, ya no es el protagonizado por villano sobrenatural
con look casi de superhéroe (máscara y, en
ocasiones, superpoderes incluidos). El serial killer del
cine de hoy está mucho más cerca del psicópata
real. Las fechorías perpetradas por la sádica banda
de la ópera prima del maestro Wes Craven (5)
sobre dos modernas jóvenes de la ociosa sociedad norteamericana,
responde a una cruda realidad de diferencia de estatus que provoca
un gusto por la delincuencia rayano en la sociopatía. La
película de Craven (producida por Cunningham, fundador por
otro lado de la saga de Viernes 13 está rodada con
estilo documental, con ese molesto grano en el negativo que hace
que sintamos las imágenes no como entretenida obra de ficción
sino como aséptico documento de noticiario sensacionalista.
Por su parte,
el trío formado por Remy Belvaux, Andre Bonzel y Benoit Poelvoorde
se encargó en 1992, no sólo de alzarse con el merecidísimo
premio del Festival Internacional de Cine Fantástico de Sitges,
sino de perpetrar un falso documental sobe las andanzas de un psychokiller
que haría enrojecer de vergüenza a la mismísima
Bruja de Blair: Ocurrió cerca de su casa.
Poco tiempo
después un nuevo triunfo en Sitges con otra película
con psicópata. La genial Henry: retrato de un asesino;
probablemente uno de los más fieles reflejos de la auténtica
naturaleza de un serial killer. Ya no hay niñas bimbollo,
ya no hay cuidada fotografía, lo folclórico está
ausente; tan solo una desgarradora y sucia historia de pasión
asesina, sin justificación, protagonizada por personajes
cotidianos (los hombres son calvos y eructan, las mujeres están
oprimidas y sufren de celulitis), ambientes paupérrimos,
sadismo brutal (insufribles algunas escenas) en una película
sin atisbo de luz ni esperanza.
Este nuevo
tipo de psychokiller se gestó en los fructíferos
ambientes de la serie B y Z y dio, como casi siempre suele ocurrir,
el oportuno empujón a la serie A: dos blockbuster
incontestables que según la mayoría de los entendidos
han cambiado el cine de terror (El silencio de los corderos
y Seven).
Personalmente
me gusta mucho más Seven que El silencio de los
corderos. No sé bien por qué pero la encuentro
mucho más cercana a ese cine con asesino real que la otra
(Hannibal Lecter me resulta un villano demasiado perfecto, demasiado
extraño y fascinante como para ser real). Sin embargo, el
JohnDoe interpretado por Kevin Spacey, que logra cumplir su complejo
plan de ejemplo al mundo (son cometidos los siete pecados capitales,
echando por tierra las esperanzas del personaje de Morgan Freeman
de que Doe sea tan solo un chalado vulgar) me resulta mucho más
convincente.
Seven
funciona como una despiadada sátira de la corrupción
moral que sufre la sociedad occidental (apología del pecado,
de lo tradicionalmente incorrecto; inversión apocalíptica
de valores) (6). John Doe no es, como trata
de justificar el detective encarnado por Freeman, un enfermo cualquiera;
es un intérprete del entorno que le ha tocado vivir. Si fuera
el típico malo de turno, el personaje de Brad Pitt no le
hubiera volado la cabeza, pero sucumbe al mal (como todos) al final
de la cinta y el maquiavélico plan de Doe adquiere una trascendente
racionalidad lejana incluso del capricho psicótico del terrorífico
Henry.
A
estas alturas de mi discurso supongo que ya habrá quedado
claro que el monstruo asesino ha cambiado demasiado en pocotiempo
(quizá eso sea lo que provoque el éxito de la saga
Scream, mucho más cerca de lo cómico que de
lo trágico). Pero no voy a callar sin antes mentar la que
para mí es el último tour de force del género:
la espléndida American psycho.
Simplemente
daré un detalle (mi favorito) de este título y silenciaré
mi discurso pidiéndoles que contrasten el dicho detalle con
cualquiera de las motivaciones asesinas de un Jason cualquiera.
En American
psycho Patrick Bateman está obsesionado con el ascenso
social. Envidia a muerte a su compañero Paul Hogan (él
siempre consigue reserva en el prestigioso restaurante Dorsia).
Una noche, Bateman emborracha a Hogan y lo lleva a su casa. Mientras
le habla prepara un hacha y se enfunda un chubasquero (no puede
manchar su traje). Se dirige a su víctima por la espalda
y espera a que ésta se vuelva para hundirle el filo en el
rostro. Mientras lo descuartiza a golpe de hacha comienza a gritar
algo así como: -¡¡¡Consigue ahora una reserva
en el Dorsia, hijo de puta!!!
Creo que Jason
nunca fue un envidioso. En el fondo el tipo de la máscara
de hockey siempre fue un bonachón con ganas de hacer pasar
un buen rato.
Bateman da
muy mal rollo. Es ese tipo que te mira de manera algo rara por conducir
un buen coche.
¡Qué
se le va a hacer! ¡Los tiempos cambian!
¡Y los
psicópatas también!
:::
Alberto Jiménez
Liste
NOTAS
(1)
Resulta aventurado hablar de decadencia cuando se están estrenando
en nuestras taquillas títulos que beben directamente de este
tipo de cine como las sagas Sé lo que hicistéis
el último verano o Leyenda urbana. No olvidemos
tampoco que Hallowen 20 años después y Jason
X (décima entrega de la saga de Viernes 13) se
estrenaron hace escaso tiempo.
(2)
La recientísima Promenons nous dans le bois (Mélies
d'argent en el Festival de Sitges del año 2000) se ajusta
como ninguna otra a este esquema. Un grupo de jóvenes actores
acuden a una mansión en el corazón de un solitario
bosque para representar (de ahí la evidente relación
del esquema argumental con lo folclórico) el cuento de Caperucita
Roja a un niño que habita en la siniestra casa. Los jóvenes
(escenas sexuales de por medio) serán cruelmente asesinados
por un enmascarado psychokiller que viste, nada más y nada
menos, que como el lobo feroz del famoso cuento.
(3)
Por el momento la saga de Viernes 13 lleva diez partes legales
y una apócrifa: la mía (esto es ser fan). La saga
de Halloween lleva siete partes. La saga de Pesadilla
en Elm Street lleva siete. En capítulo posterior hablaré
del fenómeno de las partes, tratando de aclarar de cuantas
partes constan sagas que en España han sido mal distribuidas:
La matanza de Texas, Hellraiser, Los inmortales,
Psicosis, etc...
(4)
Esto no es del todo cierto, pues películas no duras como
Scream, Sé lo que hicisteis el último verano
o Leyenda urbana gozan de un gran éxito. Así,
sería mejor hablar de convivencia entre lo hard y
lo light.
(5)
Wes Craven es un nombre vital para el cine de terror moderno. Su
filmografía está llena de títulos muy importantes
para el desarrollo del género: La última casa a
la izquierda, Las colinas tienen ojos, Pesadilla en
Elm Street, Scream. Obviaremos títulos menores
no en calidad sino en cuanto a éxito se refiere, así
sus espléndidas Shocker o La serpiente y el arcoiris.
(6)
No en vano, su director, David Fincher, rodaría años
más tarde las geniales The game y El club de la
lucha, en una honda similar de sátira social.
|