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LA INCINERADORA

revista de opinión cinematografica
número 7

 

 

CINEPATÍA

ALBERTO JIMÉNEZ LISTE NOS ILUSTRA SOBRE EL CINE DE TERROR

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Capítulo VI:
Historia del psychokiller moderno en cuatro líneas

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Con mi película Viernes 13 parte apócrifa: Jason llega a Zaragoza, quise hacer un homenaje al terror clásico de los años setenta y ochenta, concretamente al subgénero conocido como psychokiller. Por ello, no es de extrañar que la película esté llena de guiños a películas que contribuyeron tanto a gestar la moda (Psicosis, La matanza de Texas) como a aprovechar su ¿decadencia? (Scream) (1).

Lo que más me atrae de este tipo de películas es el inocente uso que hacen de un motivo tan dramático como el asesinato brutal. Tienen la sorprendente y fascinante capacidad de hacer de lo horroroso un teatro bello y divertido, de devolver al cine a su misma esencia: la mentira. Más o menos, este es el cine de terror que a mí me gusta: el terror entendido como una falacia perpetrada para agradar al público. El terror, en definitiva, como cuento de niños.

Las películas de Viernes 13 o Halloween son un claro ejemplo de esta estimable característica de la que hablo. De hecho, el esquema argumental es tan simple que resulta tentador calificarlo de folclórico; hasta se desprende del mismo una reaccionaria moraleja: jóvenes cachondos acuden a mansión en medio de bosque (existen variantes, claro está) y, en cuanto sus libidos se alteran, son salvajemente ejecutados por el enmascarado de turno (2).

Básicamente tenemos unas películas argumentalmente simplistas: jóvenes atractivos se enfrentan a psychokiller superstar (no olvidemos que el auténtico protagonista de la función siempre es Jason Vorhees, Michael Myers o Freddy Krueger). Habitualmente, uno de los jovenzanos se erige en protagonista de la película (desde la Adrienne King de Viernes 13 a la Neve Campbell de Scream) y le planta cara al villano de turno, llegando incluso a derrotarlo (aunque siempre suele haber, como decían en Scream 3, un susto final).

Pero a pesar de títulos de aire retro como la manierista Promenons nous dans le bois el protagonisa del psychokiller, es decir, el personaje que da nombre genérico al subgéneo, también muta (recordemos lo tratado en el capítulo anterior). Parece que esta sociedad de fin de milenio, creadora en los ochenta de figuras tan insignes dentro del panorama fantastique como los mentados Jason Vorhees, Michael Myers o Freddy Krueger, tiene la misma prisa por dinamitarlos que por ofertar las tropecientas continuaciones de sus andanzas (3). Así las cosas, títulos como La última casa a la izquierda, Ocurrió cerca de su casa, Henry: retrato de un asesino, Seven o la reciente American psycho conviven o inhiben lo que en vista de la amarga oferta de estos metrajes podemos considerar psychokiller light.

El psychokiller que hoy por hoy está de moda (4), el hard, ya no es el protagonizado por villano sobrenatural con look casi de superhéroe (máscara y, en ocasiones, superpoderes incluidos). El serial killer del cine de hoy está mucho más cerca del psicópata real. Las fechorías perpetradas por la sádica banda de la ópera prima del maestro Wes Craven (5) sobre dos modernas jóvenes de la ociosa sociedad norteamericana, responde a una cruda realidad de diferencia de estatus que provoca un gusto por la delincuencia rayano en la sociopatía. La película de Craven (producida por Cunningham, fundador por otro lado de la saga de Viernes 13 está rodada con estilo documental, con ese molesto grano en el negativo que hace que sintamos las imágenes no como entretenida obra de ficción sino como aséptico documento de noticiario sensacionalista.

Por su parte, el trío formado por Remy Belvaux, Andre Bonzel y Benoit Poelvoorde se encargó en 1992, no sólo de alzarse con el merecidísimo premio del Festival Internacional de Cine Fantástico de Sitges, sino de perpetrar un falso documental sobe las andanzas de un psychokiller que haría enrojecer de vergüenza a la mismísima Bruja de Blair: Ocurrió cerca de su casa.

Poco tiempo después un nuevo triunfo en Sitges con otra película con psicópata. La genial Henry: retrato de un asesino; probablemente uno de los más fieles reflejos de la auténtica naturaleza de un serial killer. Ya no hay niñas bimbollo, ya no hay cuidada fotografía, lo folclórico está ausente; tan solo una desgarradora y sucia historia de pasión asesina, sin justificación, protagonizada por personajes cotidianos (los hombres son calvos y eructan, las mujeres están oprimidas y sufren de celulitis), ambientes paupérrimos, sadismo brutal (insufribles algunas escenas) en una película sin atisbo de luz ni esperanza.

Este nuevo tipo de psychokiller se gestó en los fructíferos ambientes de la serie B y Z y dio, como casi siempre suele ocurrir, el oportuno empujón a la serie A: dos blockbuster incontestables que según la mayoría de los entendidos han cambiado el cine de terror (El silencio de los corderos y Seven).

Personalmente me gusta mucho más Seven que El silencio de los corderos. No sé bien por qué pero la encuentro mucho más cercana a ese cine con asesino real que la otra (Hannibal Lecter me resulta un villano demasiado perfecto, demasiado extraño y fascinante como para ser real). Sin embargo, el JohnDoe interpretado por Kevin Spacey, que logra cumplir su complejo plan de ejemplo al mundo (son cometidos los siete pecados capitales, echando por tierra las esperanzas del personaje de Morgan Freeman de que Doe sea tan solo un chalado vulgar) me resulta mucho más convincente.

Seven funciona como una despiadada sátira de la corrupción moral que sufre la sociedad occidental (apología del pecado, de lo tradicionalmente incorrecto; inversión apocalíptica de valores) (6). John Doe no es, como trata de justificar el detective encarnado por Freeman, un enfermo cualquiera; es un intérprete del entorno que le ha tocado vivir. Si fuera el típico malo de turno, el personaje de Brad Pitt no le hubiera volado la cabeza, pero sucumbe al mal (como todos) al final de la cinta y el maquiavélico plan de Doe adquiere una trascendente racionalidad lejana incluso del capricho psicótico del terrorífico Henry.

A estas alturas de mi discurso supongo que ya habrá quedado claro que el monstruo asesino ha cambiado demasiado en pocotiempo (quizá eso sea lo que provoque el éxito de la saga Scream, mucho más cerca de lo cómico que de lo trágico). Pero no voy a callar sin antes mentar la que para mí es el último tour de force del género: la espléndida American psycho.

Simplemente daré un detalle (mi favorito) de este título y silenciaré mi discurso pidiéndoles que contrasten el dicho detalle con cualquiera de las motivaciones asesinas de un Jason cualquiera.

En American psycho Patrick Bateman está obsesionado con el ascenso social. Envidia a muerte a su compañero Paul Hogan (él siempre consigue reserva en el prestigioso restaurante Dorsia). Una noche, Bateman emborracha a Hogan y lo lleva a su casa. Mientras le habla prepara un hacha y se enfunda un chubasquero (no puede manchar su traje). Se dirige a su víctima por la espalda y espera a que ésta se vuelva para hundirle el filo en el rostro. Mientras lo descuartiza a golpe de hacha comienza a gritar algo así como: -¡¡¡Consigue ahora una reserva en el Dorsia, hijo de puta!!!

Creo que Jason nunca fue un envidioso. En el fondo el tipo de la máscara de hockey siempre fue un bonachón con ganas de hacer pasar un buen rato.

Bateman da muy mal rollo. Es ese tipo que te mira de manera algo rara por conducir un buen coche.

¡Qué se le va a hacer! ¡Los tiempos cambian!

¡Y los psicópatas también!

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Alberto Jiménez Liste


NOTAS

(1) Resulta aventurado hablar de decadencia cuando se están estrenando en nuestras taquillas títulos que beben directamente de este tipo de cine como las sagas Sé lo que hicistéis el último verano o Leyenda urbana. No olvidemos tampoco que Hallowen 20 años después y Jason X (décima entrega de la saga de Viernes 13) se estrenaron hace escaso tiempo.

(2) La recientísima Promenons nous dans le bois (Mélies d'argent en el Festival de Sitges del año 2000) se ajusta como ninguna otra a este esquema. Un grupo de jóvenes actores acuden a una mansión en el corazón de un solitario bosque para representar (de ahí la evidente relación del esquema argumental con lo folclórico) el cuento de Caperucita Roja a un niño que habita en la siniestra casa. Los jóvenes (escenas sexuales de por medio) serán cruelmente asesinados por un enmascarado psychokiller que viste, nada más y nada menos, que como el lobo feroz del famoso cuento.

(3) Por el momento la saga de Viernes 13 lleva diez partes legales y una apócrifa: la mía (esto es ser fan). La saga de Halloween lleva siete partes. La saga de Pesadilla en Elm Street lleva siete. En capítulo posterior hablaré del fenómeno de las partes, tratando de aclarar de cuantas partes constan sagas que en España han sido mal distribuidas: La matanza de Texas, Hellraiser, Los inmortales, Psicosis, etc...

(4) Esto no es del todo cierto, pues películas no duras como Scream, Sé lo que hicisteis el último verano o Leyenda urbana gozan de un gran éxito. Así, sería mejor hablar de convivencia entre lo hard y lo light.

(5) Wes Craven es un nombre vital para el cine de terror moderno. Su filmografía está llena de títulos muy importantes para el desarrollo del género: La última casa a la izquierda, Las colinas tienen ojos, Pesadilla en Elm Street, Scream. Obviaremos títulos menores no en calidad sino en cuanto a éxito se refiere, así sus espléndidas Shocker o La serpiente y el arcoiris.

(6) No en vano, su director, David Fincher, rodaría años más tarde las geniales The game y El club de la lucha, en una honda similar de sátira social.


 
 
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