De plagio en plagio: El quimérico inquilino. Roland Topor y Roman Polanski

 

 

Hoy en día reina el plagio. El plagio se ha coronado como el principal inspirador del arte contemporáneo. En parte tiene sus razones: si los antiguos, si nuestros predecesores ya lo hicieron bien, ¿por qué no habríamos de copiarlos, imitarlos, remedarlos o, más claramente, plagiarlos? Claro está que la mímesis era uno de los pilares del mundo clásico grecorromano, y ya no lo es del nuestro. No lo es en absoluto. Es más, incluso caemos en el vicio contrario, el del esnobismo, el protagonismo total a lo original, lo nuevo, sin calibrar su valía, sólo juzgando su oportunismo.

Pero el plagio se lleva. Todo lo que suene a uno de los clásicos, lo que evoque a uno de los pesos pesados, lo que recuerde a uno de los intocables es objeto de respeto en nuestros días. De hecho, este artículo va a consistir en un plagio, un plagio que denuncie y avise de otros plagios, un plagio que reivindique los originales. Séase el caso de Roland Topor.

Ser original en su manera de estar en el mundo y en el arte, joven fundador con Arrabal y Jodorowsky de un movimiento de vanguardia con tendencias surrealistas denominado Grupo Pánico, dibujante e ilustrador, autor de textos teatrales, novelas y guiones cinematográficos como el de La fille du garde-barrière, película erótica realizada en 1975 a la manera del cine mudo, actor en Who are you, Polly Magoo? de William Klein, incluso realizador de films animados como de la premiada en Cannes 1973 La planète sauvage.

Centrémonos en su primera novela: Le locataire chimérique de 1964. El también inclasificable Roman Polanski la llevó al cine años después, la protagonizó y rodó con acierto esta crónica de una autodestrucción de un personaje, la destrucción psicológica y física de Trelkovsky, el nuevo inquilino, o quizás de la antigua, Simone Choule. Polanski es mucho Polanski y sólo el podía conectar con el mundo de Roland Topor, pero no debería haber silenciado al original. El sexo sugerido, el suspense evidente, el terror, el transformismo y el para nada locuelo destino son notas que hemos hecho propias de Polanski pero que en el caso de esta peli debemos adjudicar a su dueño verdadero: Roland Topor.

"Desde hacía mucho tiempo estaba convencido de que el destino actuaba siempre de forma imprevista. Por eso, había llegado a la conclusión de que el hecho de prever descartaba los golpes bajos de la suerte. Era necesario pasar revista a las posibilidades que existían de fracasar en su intento". Son palabras de Topor. Serán luego imágenes de Polanski pero una sola palabra de Topor puede dar lugar a mil y una imágenes de cualquier director -no siempre tan solvente, desde luego-.

"... se tomó su tiempo para elegir entre todas las pelucas que la mujer le iba mostrando. Los precios eran más caros de lo que había imaginado. A pesar de todo, al final eligió la más cara. Cuando se la probó, la peluca le cubrió la cabeza como un gorro de piel. No resultaba desagradable. Salió de la boutique sin quitársela. La cabellera le azotaba suavemente el rostro, como una bandera. Contrariamente a lo que esperaba, los transeúntes no se volvían para mirarle. En vano buscaba en sus miradas pruebas de hostilidad. No, se mostraban indiferentes. ¿Y por qué habría de ser de otro modo? ¿En qué afectaba a sus vidas? (...) Muy bien, puesto que estaban así las cosas, llegaría hasta las últimas consecuencias. Envolvería todo su cuerpo en vendas para evitar que vieran la herida en la que se había convertido". El transformismo toporiano y luego, sólo luego, polanskiano, que acaba en "¡Así que era a él a quien aludían las frases que habían llegado a sus oídos! ¿Por qué empleaban el femenino para designarle?"

Plagiadas estas palabras de Topor. Plagiado de él el suspense. "Naturalmente, se despertó en plena noche, con el cuerpo húmedo de miedo. Acababa de tener una serie de pesadillas espantosas. Escrutó la oscuridad con los ojos abiertos buscando algo que lo tranquilizara. Pero la realidad era tan amenazadora como las pesadillas. La oscuridad, después de haber devorado el decorado, lo llenaba todo como una provocación; de esa nada sólo podía surgir algo monstruoso y desconocido. La habitación se había convertido en un caldo de cultivo para los monstruos. Por el momento, aún no se distinguía nada, pero aquella situación no duraría mucho tiempo". "El objetivo del espectáculo que habían montado, en seguida se dio cuenta, consistía en hacerle perder la razón". "Su única posibilidad de salvación residía, en lo sucesivo, en la huida".

¡Brrr! El vello de punta. Erecciones pilosas acordes con otras. Tensiones varias. "Tenía la falda tensa a la altura de las caderas y, al estar sentada, numerosos pliegues cruzaban la parte baja de su vientre de lado a lado. Las bragas, el portaligas y las ligas estaban también marcados en relieve. La falda corta apenas le llegaba a las redondas rodillas. Cruzó las piernas. Las medias les daban un color de bretzel. Stella se estiró la falda y prolongó su movimiento acariciándose una pierna. Las uñas produjeron un extraño sonido al pasar sobre la media de nylon. Stella se frotaba maquinalmente la pantorrilla derecha con la punta del pie izquierdo. Rió."
Ríe ella. Reímos nosotros. Plagiamos todos. Polanski el primero, con acierto. El resto con agrado y conocimiento de causa. Muchos sin lo uno ni lo otro; riamos por ellos.

Susana

 

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