El
cine en la escuela para transformar la sociedad
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Reivindico
-un verbo que deberíamos conjugar en clase- más tiempo
libre, pues siendo el tiempo libre también lo será
el pensamiento; de manera que sin las prisas que nos llevan a actuar
sin discurrir, daremos con alguna de las claves de los problemas
del sistema educativo, a saber: el fallo está en las personas
que organizan el sistema, sin interés en él, acostumbradas
a hacer lo de siempre. Si no cómo se explica que todavía
haya que estar pidiendo la formación del profesorado en
el campo audiovisual.
Si el modelo aragonés quiere ser más útil que
los precedentes, ha de apostar por la alfabetización audiovisual
reglada: no sólo potenciando su trasversalidad sino también
como área propia. ¡No se puede/debe estar siempre enseñando
lo mismo y de la misma forma! Encontramos un antecedente en la
II República, con la recomendación del Ministerio
de Instrucción Pública sobre la inclusión del
cine en los programas de enseñanza. Desde entonces no han
faltado las propuestas, como se refleja en las conclusiones del
I Congreso Democrático del Cine Español (1979):
El
cine debe ocupar en los centros docentes el lugar que le corresponde
como hecho cultural de primera magnitud, tratando de hacer que desaparezca
el carácter que se le ha dado de mero entretenimiento y resaltando
sus valores educativos y culturales (...). Y hasta hoy, en que
la aproximación al medio cinematográfico en cuanto
objeto de estudio o como recurso pedagógico, se
supone que se hace en Primaria en las áreas de Conocimiento
del Medio, Educación Artística, Lengua y Literatura
y, en la Secundaria obligatoria, en Educación Plástica
y Visual, Lengua y Literatura y asignaturas optativas que no siempre
se dan. En definitiva, declaraciones de buenas intenciones y poca
concreción. Un error, porque la enseñanza en el aula,
la educación formal, hoy por hoy, está fundada en
la lógica y en la racionalidad, y al estudiar y usar el
cine en clase, damos entrada a unos aspectos de la realidad
más directa y cotidiana que, generalmente, no ocupan
un lugar de privilegio en el aburrido y obsoleto contexto educativo
actual (¡que reproduce moldes de hace más de cien años!)
y que dan al individuo una experiencia de vida que no tiene (adquiriendo
así otras actitudes, valores, habilidades y conocimientos
que potencian su inteligencia emocional), y le ofrecemos
al alumnado la opción de trabajar con un material que conoce
como vivencia relacionada con su tiempo de ocio, pero que pocas
veces se le presenta en su dimensión cultural y artística,
también proveedora de placer: ¿Por qué no
una historia activa del cine y de los audiovisuales?, fundamental
para comprender nuestra mentalidad colectiva como intérpretes
del siglo XXI. ¿Tal vez por eso?
No
se puede dudar de que el cine participa de los aprendizajes fundamentales:
dinamiza la apropiación activa de la lengua, del gesto, de
la mirada y de la imaginación. Tiene relación directa
con el dibujo y la música; juega un papel esencial en la
toma de conciencia del espacio y de los cuerpos en ese espacio...
Y si es cierto que más del 80% de los conocimientos de las
niñas, niños y personas adultas son adquiridos a través
de los medios de comunicación de masas (informativos, programas
de TV, películas de cine, anuncios), y que el nivel medio
de los estudios no mejora sensiblemente, parece claro que otro factor
desequilibrante es, dentro del proceso continuo de la educación
informal, el hecho de que las actitudes, valores, habilidades y
conocimientos que los medios de comunicación transmiten no
son los mas idóneos.
Sin duda la TV y el cine, los videojuegos podrían ser educativos
si quisieran educar; de hecho educan: nos hacen competir, consumir,
ser fieles hasta la dependencia de su dosis, creernos informados;
nos hacen reír y llorar, y nos muestran al enemigo y al desgraciado:
con frecuencia diferente, pobre, del sur y mujer.
Si la educación es el proceso de aprender a comunicarse,
emitiendo y recibiendo mensajes significativos, toda la comunidad
escolar debe formarse en el conocimiento activo de los medios de
comunicación de masas, porque son sus pantallas ventanas
al mundo, nexo entre lo que se estudia y lo que se nos presenta
como real. Ante el papel socializador de los medios de comunicación,
que controlan y definen el contexto social seleccionando e interpretando
la información, además de proporcionarnos ofertas
para nuestro tiempo de ocio, los docentes y las familias debemos
tomar conciencia de la necesidad de formarnos y formar en el
conocimiento activo de los lenguajes audiovisuales y de su historia,
que es la nuestra.
No
debemos ser agentes pasivos con una limitada capacidad de albedrío.
La tarea de la escuela no es solo ofrecer el bagaje cultural de
la sociedad, sino también preparar para vivir en ella. El
alumnado no ha de ser un receptor pasivo de información,
a su alcance con un clic de ratón, sino un activo procesador
que construye, un usuario experto en la detección del engaño,
una persona con criterio propio, un emisor cualificado de mensajes
que puede interactuar con el espacio sociocultural en el que está
para poderlo transformar. Así daremos a luz un público
heterogéneo, activo, consciente de que lo que nos transmite
una película no es una representación de la sociedad,
sino una creación que pretende hacer creíbles unas
ideas que pueden ser falsas bajo su apariencia de realidad informada;
de este modo, al tomar una actitud reflexiva posterior a la recepción
del mensaje, quienes lo reciban podrán crearse su propia
opinión razonada y, por lo tanto, más libre.
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Ángel
Gonzalvo Vallespí (*)
(*) Trabaja
como profesor de Comunicación audiovisual en el IES Pirámide
de Huesca y es responsable de Un día de cine, programa
escolar que pretende la alfabetización audiovisual de los
escolares. Diplomado en Crítica y Estética de la Cinematografía
y autor de La memoria cinematográfica del espectador.
Panorámica sobre los cines en Teruel. Es también
guionista y director de cortometrajes, como Calcetín.es
o Calvos anónimos.
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