Malaventuranzas de un cine pulcramente vestido (versión
masculina)
el
cuerpo no es para la fornicación, sino para el Señor, y el Señor para el cuerpo. Y Dios,
que resucitó al Señor, nos resucitará también a nosotros mediante su poder. Extracto
de la primera epístola a los corintios.
Punto primero.- sobre la familiarización
lingüística del sexo masculino
Puesto que en las pantallas (cine, televisión,
publicidad) el sexo de los hombres ni se retrata, ni se muestra, ni se representa, podemos
llegar a la conclusión macabra -e inexacta, no se hagan ilusiones- de pensar que los
hombres carecemos de sexo, igual que si fuésemos angelitos del cielo o qué sé yo. Que semejante omisión vital sea neutra es una
teoría, digamos para entendernos, falsa además de reaccionaria, sobre todo si la
contrapesamos con el escandaloso escaparate que es el sexo femenino en el cine, en la
televisión y en el mundo de la imagen en general. Lo nombremos como lo nombremos -o se mire por
donde se mire-, bien vulgarmente, la polla, el falo, el cipote, la verga, el nabo, el
badajo, la cola, el pirindolo, la picha o la pichina -porque los niños también disponen
de esta estratégica parte del cuerpo-, o bien, dicho de forma políticamente correcta, el
pene o el aparato reproductor masculino, como se prefiera vamos
, el caso es que la
cosa que nos cuelga a los hombres entre las piernas se esconde detrás de ese velo o de
esa venda que la civilización insiste en llamar pudor, y como si de un trauma ancestral
se tratase, parece ser que ni siquiera percibimos tan brutal amputación. Punto segundo.- interrogantes sobre la
manifiesta ocultación de datos vitales
¿Somos los hombres, mayoría dictatorialmente
absoluta en el hemiciclo de lo audiovisual, los principales culpables de nuestra
masoquista castración? ¿Tienen algo que ver en dicha castración
visual, y a pesar de haber transcurrido dos milenios desde la fundación de la secta
monstruosa, los residuos tóxicos judeo-cristianos que todavía conservamos en la sangre? ¿O quizás tengamos que remitirnos a la
vertiente política del caso, haciendo alusión al innegable propósito occidental de
convertir el cuerpo femenino - omitiendo brutalmente al masculino - en el eterno y
exclusivo referente de belleza y objeto sexual? Punto tercero.- algunas respuestas interesadas a
las preguntas del punto segundo
Sí, sí y sí. Y como bien dejó escrito
Niestzche, ¿para que demostrar algo si me basta con afirmarlo? Punto cuarto.- repercusiones social-políticas
de la dolorosa castración
Si la cosa que nos cuelga entre las piernas y se
nos pone naturalmente dura y tiesa cuando nos excitamos, hiciera acto de presencia en las
pantallas de cine y televisión, lo que actualmente entendemos como pornografía sufriría
un retroceso considerable. La pornografía como lo prohibido, claro, como lo guarro, sucio
y perverso, como la plataforma que nos enseña lo escondido detrás de lo permitido.
Porque de todos es sabido que la pornografía se alimenta de tabúes sexuales resulta
interesante poner sobre la mesa la hipótesis de que la iglesia, lo conservador, lo
reaccionario, los cimientos de la buenas maneras y mejores intenciones, se convierten
precisamente en motores de lo que fanáticamente condenan, la pornografía. ¿O no?
Ahí, puesta sobre la mesa, queda la idea. Punto quinto.- conclusiones del informe
¡¡¡¡LEGALIZACIÓN DE NUESTRO SEXO YA!!!! Alonso Martín |
|
PÁGINA PRINCIPAL | DA TU OPINIÓN | QUIÉNES SOMOS | ENLACES
Optimizado para ser visto con Explorer 5.0 o superior
© EL CREADOR, Agencia de Recursos Creativos - 2001