Le Mans plató de cine. Un 917k como el de McQueen
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En el noviazgo que desde hace casi un siglo mantienen el automóvil y el cine, se han explorado las posibilidades de la unión entre ambos en muchas direcciones posibles, de las cuales hemos ido viendo aquí casi todas (publicidad, diferentes géneros cinematográficos, diseño gráfico, técnicas de montaje...). Y dentro de las múltiples variantes que el automóvil ha ofrecido al cine, está el haber contruibuido a codificar determinados géneros (thriller, terror, comedia...) Sin embargo, la competición automovilistica no ha acabado de tener su lugar en la gran pantalla, y muy pocas películas se han basado en el mundo de las carreras y han mantenido a la vez un mínimo interés cinematográfico. Entre los críticos hay un acuerdo tácito en que tan sólo tres, Grand Prix, 500 Millas y Las 24 horas de Le Mans han conseguido aunar un cierto rigor en la representación del mundo de la competición, con una calidad cinematográfica digna de ser mencionada. De ellas, probablemente Le Mans es la película cuya propia historia y resultado final resulta más interesante en todos los sentidos.
En esa película se consagró para el cine un actor de cuatro ruedas, el Porsche 917K Gulf. En la película se ven hasta tres ejemplares, con los números 20, 21 y 22 (los dorsales que usaron los coches en la carrera de 1970), de los cuales el número 20 y 21 son pilotados por Steve McQueen. Los coches eran auténticos 917K, salvo por los que tienen accidentes en la pantalla, que eran Lola T70 "disfrazados". Ahora, RM Auctions pone a la venta una recreación del magnífico 917 número 20. El coche, en la foto de este artículo, está hecho desde un bastidor tubular, al que se ha acoplado un motor de 911 RSR de 400 CV. El interior está recreado al detalle con el del 917 original, así como el resto de la carrocería en fibra de vidrio. Pero en la película, se usaron coches de verdad, con consecuencias de verdad. Este es un breve panorama de un relevante encuentro entre cine y competición automovilística.
Una película épica para una carrera legendaria
Maltratada por la crítica, desde el punto de vista cinematográfico lo mejor que se puede decir de Le Mans es que es un experimento fallido. Una película en la que los personajes están poco desarrollados, los diálogos son someros, y el argumento es un tanto vaporoso, tampoco presenta un ritmo cinematográfico muy apreciable, y para un público ajeno al mundo del motor, puede resultar lenta y aburrida. Sin embargo, hay en ella un principio rector, que fue el causante de numerosos avatares durante el rodaje, la fidelidad y realismo ante el mundo de la competición, que hace de la película algo diferente. Espléndidamente fotografiada, muestra con belleza aquellos monstruos del asfalto que fueron los coches de Le Mans a finales de los 60 y principios de los 70, haciendo protagonista a uno de los coches de competición más bellos e importantes de todos los tiempos, el Porsche 917K, y a uno de los circuitos más legendarios que existen, La Sarthe.
McQueen rondaba el proyecto desde mediados de los 60, pero fue en 1970, ya con la colaboración de John Sturges (Los siete magníficos, La gran evasión...), cuando alineó un Porsche 908 de su propiedad en las 24 horas con la intención de grabar planos de recurso con dos cámaras instaladas en el coche. Muchos planos se grabaron en aquella edición de la carrera, que fue, además, la primera de la historia ganada por Porsche, y muchos de ellos se usaron posteriormente en la película. Pero además, una vez en marcha la maquinaria por la propia productora de McQueen, Solar, se cerró el circuito y se alquilaron los coches necesarios para la película, todos ellos los auténticos modelos de competición, algunos Porsche 917K, Ferrari 512, Lola, Matra, Alfa... Las marcas no pusieron problemas al principio, salvo Ferrari, ya que Enzo no quiso dejar coches de la escudería oficial para el rodaje al enterarse de que en la película... no ganaban. Además los coches fueron conducidos por auténticos pilotos de competición en las secuencias de más alta velocidad por pilotos profesionales, y no cualquiera, sino leyendas como Jackie Ickx (seis veces ganador en LeMans, la primera justo en 1969, la última del Ford GT40), Derek Bell (cinco veces ganador de la prueba y debutante en 1970) o Jean Pierre Jabouille (tercero en 1973 y 74 con Matra).
La obsesión de McQueen por controlar todos los detalles del rodaje, llevar el realismo de las escenas de acción al máximo, y dar el protagonismo principal a la carrera, hizo que John Sturges se desesperase y se borrase del proyecto, que debió finalizar Lee H. Katzin. El resultado, una película que no gustó al público ni a la crítica, que provocó el cierre de Solar Films, la productora de McQueen, y casi su ruina. Sin embargo, vista años después, se puede hacer una lectura bien diferente de "Le Mans". Con sus carencias de guión, lo cierto es que la película tiene un único y principal protagonista: la carrera. Los personajes son superados, ensombrecidos y hasta vapuleados por una carrera tan mítica, dura y especial, y así queda reflejado en el montaje final, en el que los diálogos son meros enlaces entre apariciones estelares de la prueba. Jamás se han vuelto a rodar escenas de competición tan honestas y realistas como las de esta película, y desde luego el entorno del maravilloso trazado de La Sarthe ayuda a que la fotografía sea, en algunos momentos, hipnótica. El trazado queda respetado al máximo, de manera que las secuencias de acción siempre se ubican en un punto correcto del circuito en función de su separación en el tiempo, y curvas legendarias como Mulsanne, Indianápolis o Arnage aparecen retratadas una y otra vez desde diferentes ángulos. Y también la dinámica de la competición, pues incluso el apretado final de la película, que puede parecer demasiado cinematográfico, bien puede estar inspirado en la edición de 1969, que con sólo 120 metros de distancia sigue siendo la tercera que se ha ganado por más estrecho margen.
La película o el revuelo creado en torno a ella, sin duda contribuyó a aumentar la popularidad de la carrera, que vivía una época dorada. Especialmente en Estados Unidos, donde el Hollywood del "Star System" explotaba las apariciones de sus iconos, y McQueen lo era. Pero además porque en la segunda mitad de los 60, desde 1966 a 1969, Ford había dominado la carrera con sus GT40, después de que, en 1963, Enzo Ferrari se negase a que su marca, Ferrari, fuese comprada por Ford, porque eso significaría ceder el mando sobre las decisiones de competición. La épica batalla entre Ford y Ferrari en esa década probablemente alimentó aún más el ansia de McQueen de retratar la carrera, y la hizo mucho más popular en EEUU y en el resto del mundo.
Le Mans es una cosa diferente que un thriller. Es un poema visual en torno a la competición automovilística. De algún modo, al igual que en las sinfonías urbanas de Rutman, en la película es la carrera la que marca el ritmo, la que palpita. La tarde del sábado, el calor, las primeras vueltas nerviosas, el ritual de las paradas en boxes, la soledad de los pilotos entre turnos, la caída de la noche, la inescrutable negrura de la madrugada, el amanecer incierto, la última mañana, las últimas vueltas... Quizá en el fondo parte del fracaso comercial de la película es que las 24 horas de Le Mans no son una carrera al uso, ni se parecen a ninguna otra carrera. Esta no es una película de carreras, sino una película sobre esa épica batalla que, desde 1923, se celebra cada Junio en Francia, desde la tarde del sábado a la del domingo.
Le Mans le costó un accidente a Derek Bell en el que se incendió un Ferrari, una pierna a David Piper, la ruina a McQueen, la enemistad con Sturges, la espalda del resto de productores... Un rodaje desastroso y caótico. Sin embargo, bien merece el título de una interesante, honesta y estética película, que ha llevado, hasta hoy, mejor que ninguna otra, la competición automovilística a la pantalla de cine...
P.D: Aparte de lo legendario de la película y de McQueen, el Porsche 917K de Gulf tiene una última historia que no me resisto a contar. Cuando yo apenas tenía unos días de vida, mi padre compró un Scalextric (es decir, por estas fechas hace 31 años). Los dos coches eran sendos Porsche 917K, uno de ellos el mítico de Gulf. Así que ese precioso bólido de competición, que todavía conservo, pudo ser el primero, o uno de los primeros coches que vi en mi vida. Y eso también lo hace mítico...
* Este artículo ha sido posible gracias, entre otras fuentes, a la espléndida información encontrada en el portal argentino www.porsche917.com.ar, y a su magnífico artículo sobre la película "Le Mans".
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Luis Miguel Ortego
Blog de arte y automóvil: ¿Dónde está el depósito...?
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