¡Qué
clase tienes, Harry! (Persiguiendo a El tercer hombre)
:::
Cuando
Carol Reed y Graham Greene se reunieron por primera vez para hablar
sobre una película que, según la imposición
de los productores Alexander Korda y David O'Selznick, debía
transcurrir en la Viena de posguerra, jamás imaginaron el
éxito que ésta alcanzaría, ni que se convertiría
en una obra maestra. Todo el material que Greene poseía para
construir la historia era un pequeño párrafo escrito
en la solapa de un sobre, y que no tenía especial relación
con la situación de aquella Viena derruida y fragmentada.
Con semejante suma de talentos, el elenco de actores debía
ser igualmente notable, por lo que Selznick y Korda comenzaron a
buscar candidatos para los papeles de Holly Martins y Harry Lime.
Selznick, Korda y Reed mantuvieron un pulso a tres bandas durante
todo el rodaje del filme, que terminó con la inclusión
de Orson Welles en el papel de Harry Lime, mientras que para interpretar
a Holly Martins se barajaban nombres como Cary Grant o James Stewart.
Selznick, finalmente, propuso a Joseph Cotten. Si en un principio
se pensó en Noël Coward -entre otros- para encarnar
a Harry, más tarde sería desechado por los productores.
Allanado el camino para Orson Welles, éste aceptó
el papel con objeto de obtener financiación para su "Othelo",
que estaba rodando en Italia. El hermano de Alexander Korda fue
el encargado de ir a Roma en busca de Welles para llevarlo a Londres,
pero cuando llegó se había marchado a Nápoles.
Fue a Nápoles y ya no estaba allí, sino en Capri.
Estuvieron jugando al gato y al ratón hasta que por fin se
encontraron en Cannes. Welles era consciente de esta persecución
e intentó divertirse hasta que se le acabaron los fondos.
Orson Welles prefirió cobrar por su aparición en el
filme 100.000 dólares en lugar de llevarse un porcentaje
de taquilla: un error que recordaría siempre. Y por fin,
completado el reparto, se comenzaron a rodar, en aquella caótica
Viena, las primeras secuencias de la película.
En un
principio, Welles acometió el trabajo como una película
más, importante, sí; pero esto ya no impresionaba
al genio, inmerso siempre en la realización de sus proyectos
personales. Una de las primeras secuencias que tuvo que rodar fue
la de la persecución por las alcantarillas: Welles se opuso
a bajar a las cloacas vienesas, alegando que podía coger
el tifus o cualquier enfermedad en aquel pestilente submundo. No
obstante, el rodaje se llevó a cabo y Welles sucumbió
ante el filme que, poco a poco, iba construyendo Carol Reed. Se
dice que participó activamente en algunas secuencias realizando,
en ocasiones, labores de dirección, pero realmente no fue
así; la leyenda estriba, quizá, en el primer día
de rodaje de Welles en el subsuelo vienés cuando le comentó
a Reed que él era de California y que no podía meterse
en semejante lugar. Reed le convenció diciéndole que
mientras hablaban ya podrían haber terminado la secuencia.
Welles echó a correr hacia abajo y luego volvió donde
estaba el set gritando: "seguid rodando, voy para allá".
Y esto es todo: el entusiasmo de Welles al ver una escena que pasaría
a la historia. Como igual de memorable es la manera de presentar
al personaje de Harry Lime, su rostro apareciendo en la penumbra
al refugio de un portal, una de las escenas más impactantes
de la historia del cine, y que ha quedado en la retina del espectador
de por vida. En el recuerdo queda también su diálogo
con Joseph Cotten en la noria del Prater. Aquí sí
que se sacó de la manga, y sin atenerse al guión en
ningún momento, el siguiente parlamento: "En Italia,
en treinta años de dominación de los Borgia, no hubo
más que terror, guerras, matanzas... pero surgieron Miguel
Ángel, Leonardo da Vinci y el Renacimiento. En Suiza, por
el contrario, tuvieron quinientos años de amor, democracia
y paz, y ¿cuál fue el resultado?: el reloj de cuco...".
Viena
permanece, hoy día, casi inalterable al paso del tiempo.
Y eso que fue destruida en su mayor parte durante la II Guerra Mundial.
Afortunadamente, se optó por reconstruir todo los edificios
devastados en lugar de derribarlos y realizar nuevas construcciones.
Todo esto permite, actualmente, poder reconocer con facilidad la
mayoría de los escenarios donde se rodó el filme de
Carol Reed "El tercer hombre". Cuando Reed se trasladó
en 1948, junto con Graham Greene, a Viena, ésta estaba dividida
en cinco zonas: rusa, inglesa, norteamericana, francesa y una central,
que era internacional. Allí, en aquel puzzle posbélico,
director y guionista comenzaron a trazar las líneas de lo
que será su gran obra maestra. En los primeros meses de aquel
año fueron perfilando el guión y se entrevistaron
con varios actores austriacos, que vendrían a conformar un
elenco de secundarios de lujo. Se pensó en un final feliz,
a lo Selznick, pero Carol Reed se opuso. Optó por un plano
secuencia de 56 segundos sin corte, rodado en la calle 2 del cementerio
de Viena.
La película cuenta con un reparto excepcional en sus interpretaciones:
los actores secundarios (uno de ellos es el barón Kurtz)
son, en su mayoría, reputados intérpretes de la escena
austriaca como Paul Hörbiger, Ernst Deutsch, Siegfried Breuer
o Hedwig Bleibtreu, entre otros; Ernst Deutsch fue un descubrimiento
del dramaturgo Max Reindhart; el niño delator, Herbert Halbik,
ronda actualmente la sesentena, y era el hijo de uno de los técnicos
del rodaje.
Hoy día, puede realizarse una visita guiada por la histórica
Vindobona, donde un grupo de pirados, entre los que yo me encuentro,
recorren frenéticamente a pie, durante dos horas y media,
las localizaciones principales donde se rodó la película
de Reed; corriendo como si fuéramos Orson Welles, entre exclamaciones
"Oh, my god!" de los turistas norteamericanos al ver el
quiosco por donde escapa Harry Lime. Y realmente sorprende que cada
punto de la visita parezca intacto al paso del tiempo, permaneciendo
inalterable, preso en el celuloide.
La
visita comienza en la salida de la línea U4 del metro vienés,
en Johanesstrase, próxima al Kursaloon Konzerte. De allí
se inicia el recorrido hasta el primer escenario: el citado quiosco
por el que desaparece Harry Lime (Orson Welles). Por el interior
del quiosco se desciende hasta las cloacas (segunda localización),
a una profundidad de ocho metros. Al emerger del subsuelo vienés
se nos cuenta que los dedos que asoman por la rejilla de la alcantarilla
en el filme son los de Carol Reed, el director, con un decorado
al fondo, y que Greene se inspiró en un famoso doble agente,
Kim Philby y en su amante, para la realización del guión.
Viena fue duramente
atacada durante la II Guerra Mundial: la catedral de san Esteban
y la Ópera se quemaron durante el asedio; Ring, Universidad,
Schonbrunn: su gran salón de baile fue bombardeado -un lugar
donde años más tarde, durante la crisis de los misiles,
se reunieron Kennedy y Kruschev-. También los puentes y la
noria del Prater fueron destruidos.
Otra
de las localizaciones donde la visita se detiene es el hotel Sacher,
donde se alojaba Joseph Cotten, y que está actualmente en
reformas. Allí, en el bar del hotel, Orson Welles quedó
muy satisfecho por los bloody marys que el barman
le servía durante el rodaje, y así lo atestigua un
autógrafo que muestra el guía. A continuación,
el Café Mozart, donde se reúnen el barón Kurtz
y Martins (Cotten): está en Albertina platz.
Después, a un ritmo frenético se llega a "Harry's
place". La casa de Harry está enfrente de la Biblioteca
Nacional Austriaca -un edificio que conserva manuscritos originales
de Canetti o Kafka, entre otros grandes escritores, y que cuenta
con valiosísimos volúmenes-. La casa que aparece en
el filme está intacta, hasta las cortinas parecen las mismas.
En la cinta, cuando el portero se asoma al balcón, éste
no es el de la casa original sino uno perteneciente al edificio
aledaño, es decir, la biblioteca. La razón se da porque
la casa de Harry no tiene balcones.
Rápidamente,
persiguiendo, perseguidos, atravesamos la plaza Micaele, en donde
tiene lugar la famosa secuencia de las sombras con aquellos planos
inclinados y donde se hallaban Halder y el café Maccaré.
Después se nos señala el palacio de Justicia, que
también aparece en el prólogo; el palacio Kinsky y
finalmente uno de los lugares mágicos de la película,
el portal donde aparece Harry Lime por vez primera con aquel gato.
En el filme, el gato se mantenía juguetón con el cordón
del zapato a través de la utilización de un hilo de
nylon para entretenerlo, ya que es imposible amaestrar a un felino.
Si bien, Carol Reed confesó que el truco para intentar atraer
al gato fueron sardinas. Finalmente, se conduce al visitante a un
pub, que nada tiene que ver con "El tercer hombre", donde
una joven tañe su cítara emulando a Anton Karas.
Es éste, sin duda, un recorrido que complementa la ya de
por sí extensísima oferta cultural que Viena posee.
Las visitas se realizan los lunes y viernes, a las 16 horas, en
inglés y alemán. Además, en el cine Burgkino
se proyecta, tres días por semana, esta mítica película.
El grueso del filme se rodó en Viena, si bien ciertas escenas
se realizaron en los estudios Isleworth, en Middlesex y London Film
Studios, Shepperton, Inglaterra.
El centro de Europa es una zona de gran belleza, que no escapa a
la atención cinematográfica, y prueba de ello es la
cantidad de rodajes que allí han tenido lugar: Sisí,
Scorpio, Amor inmortal o hasta Rex, en Viena;
En Praga y Salzburgo: Amadeus, Sonrisas y lágrimas
o Van Helsing... son sólo algunos ejemplos.
:::
Pedro Zapater
|