A la hora de plantearnos la posibilidad de la permanencia en el cine actual de películas catalogables como de género negro es inevitable hacer un retorno al pasado, a las raíces del mismo. La primera duda surge entonces con la consideración sobre si realmente estas obras constituyen un género individual. Indudablemente hay una serie de características que unen los filmes y que nos llevarían a proclamar un sí rotundo, pero no hay que olvidar que nos movemos en un terreno fronterizo, una encrucijada como en la que se encuentran muchos de los personajes de las cintas que llevan a caminos y soluciones distintas. Rasgo común es la marcada individualidad de los protagonistas, solitarios antihéroes con un cierto hálito romántico y perseguidos por una ineludible fatalidad. Pero esto también podemos encontrarlo en las llamadas películas de gángsters o en títulos de temática social. Así, el incorruptible detective que tiene que mantenerse fiel a sus principios si quiere sobrevivir en El halcón maltés (The maltese falcon, 1941) de John Huston, el mafioso que se ve empujado a ese mundo por las circunstancias en Los violentos años 20 (The roaring twenties, 1939) de Raoul Walsh o el tipo humilde abocado a delinquir por los errores de la justicia en Sólo se vive una vez (You only live once, 1937) de Fritz Lang, están unidos entre sí. En definitiva lo que falla es la sociedad creada por unos dirigentes que no ven lo que hay debajo de ellos. Lo social es algo común en todas estas obras se quieran definir de una forma u otra. La etiquetación, tan del gusto del ser humano, es más compleja de lo que aparenta, tal como ocurre en las tramas de las películas pues en todas ellas hay un mensaje que quiere avisarnos de que algo falla en nuestro mundo. En definitiva, se trata de algo difícil pues unas películas se imbrican con otras; la ambigüedad trasciende el mismo celuloide pues la realidad que se quiere plasmar también lo es. Si en ocasiones la turbiedad está en las propias personas, seres con nombres y apellidos, otras no se puede atrapar, es la sociedad generalizada a través de algunas de sus instituciones. De este modo, unas veces la ambición es representada en esa mujer que quiere conseguir una alta suma de dinero como sea, pero puede también encarnarse en un cuerpo de policía corrupto; podrá extirparse en algún momento pero siempre volverá a crecer. Llegados a este punto, está claro que, aunque la mayoría de los críticos estén de acuerdo en definir el cine negro clásico como el género que se desarrolla entre los años 40 y 50, es algo ambivalente y extrapolable. Puede mantener una estética similar con predominio de las sombras a modo de metáfora visual y unos dudosos valores morales en los personajes pero esto se puede extrapolar a películas que de ningún modo podrían enmarcarse dentro del grupo. Westerns como Incidente en Ox-Bow (The Ox-Bow incident, 1943) de William A. Wellman que narra el linchamiento de unos inocentes, melodramas como Atrapados (Caught, 1949) de Max Ophüls cuya protagonista es atormentada por un hombre enfermo a causa de su afán de posesión, comedias como Arsénico por compasión (Arsenic and old lace, 1944) de Frank Capra con la presencia de un inquietante criminal, dramas como En un lugar solitario (In a lonely place, 1950) de Nicholas Ray que cuenta la desesperada historia de un guionista de Hollywood que es acusado de asesinato a la vez que conoce a la mujer de su vida o filmes fantásticos como La mujer pantera (Cat people, 1942) de Jacques Tourneur presidida por un opresivo clima, tienen en ocasiones más que concomitancias estéticas (sin ir más lejos, la última de las películas citadas fue fotografiada por Nicholas Musuraca quien posteriormente trabajaría en una obra fundamental del cine negro como es Retorno al pasado (Out of the past, 1947) de Jacques Tourneur). Especialmente llamativo es el caso de Incidente en Ox-Bow, atípica película "del oeste" que se olvida de los espacios abiertos tan característicos para dotar a la obra de un cerrado y "negro" ambiente. Los géneros por tanto no son algo estático sino que están vivos y pueden perfectamente cambiar e intercambiar. Si el cine negro clásico a unos 50 años de su posible origen tiene una complicada definición en lo que a mí respecta, ¿qué se puede decir sobre su pervivencia posterior?. En primer lugar yo me atrevo a afirmar que el citado cine está muerto en el sentido histórico. Los acontecimientos vividos por la sociedad norteamericana de entonces son exclusivos de esa época. Sí pueden darse, como de hecho ha ocurrido, más crisis de diverso talante pero la forma de afrontarlas será distinta porque la sociedad evoluciona, aunque muy lentamente, y lo que ayer estaba mal visto hoy puede ser moneda de cambio. Hay una evolución de la moral por lo que la mayoría de las obras posteriores están más cerca de ser revivals de la época clásica que películas que aporten algo nuevo. En este sentido, considero que Blade Runner (Blade Runner, 1982) de Ridley Scott es más una obra de "género" negro evolucionado que por el contrario L.A. Confidential (L.A. Confidential, 1996) de Curtis Hanson que es sólo una revisitación (lo que no quiere decir que sea desestimable, pues eso es otro tema). Así, Blade Runner, manteniéndose en una estética muy del género con trama detectivesca incluida, pese a desarrollarse en un tiempo futuro e imbricándose con la ciencia-ficción (lo que me lleva de nuevo a la multiplicidad de caras de los géneros), ha cambiado la reflexión moral por una reflexión existencial más propia de la época que nos ha tocado vivir y de la crisis del ser humano de fin de siglo. De este modo, se eliminan las fronteras entre el bien y el mal para centrar el debate en la vida y la muerte mismos. Lo que buscan los supuestos malos de la función no es ya dinero y poder sino respuestas a su existencia. En otro camino de la encrucijada están los hermanos Coen, quienes han logrado trascender el género desde la incursión de espíritu clásico con Muerte entre las flores (Miller's crossing, 1989) de Joel Coen hasta obras como Fargo (Fargo, 1995) de Joel Coen donde lo negro invade la mediocre vida del personaje encarnado por William H. Macy, contraponiéndola al modo de vivir de la policía interpretada por Frances McDormand (por tanto, estando más próxima a lo existencial), o El gran Lebowski (The big Lebowski, 1997) de Joel Coen que supone una subversión de cualquier convencionalismo sobre el género. Las últimas películas estrenadas con temática noir no han aportado novedades, ni siquiera Al caer el sol (Twlight, 1997) de Robert Benton con Paul Newman interpretando a un detective en plena decadencia y que, en una propuesta más arriesgada, podría haber contenido una reflexión sobre el "género". Seguramente deberán pasar unos cuantos años más para obtener una mejor visión o por lo menos de mayor claridad tanto del, siempre en la palestra, cine negro clásico como, sobre todo en esto, de su pervivencia en el cine del que ahora es nuestro tiempo, pues si algo tengo por cierto es la ambigüedad de todo oculta por el humo del tabaco y los vaporosos efluvios de los sucesivos tragos de bourbon.
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