SAN SEBASTIÁN 2002

 

 

Esto es el diario de un acreditado en el 50 Festival de Cine de San Sebastián. Toda la prensa ha resaltado que la conmemoración ha sido un éxito, tanto por la calidad de las películas a concurso, como por la respuesta del público. La gran mayoría se ha felicitado por el triunfo de la película de León de Aranoa. Pero tras este aparente pleno al quince de la fantasía y el oropel se ha escondido también la otra cara de la moneda: la realidad. Ambos aspectos serán relatados a continuación.

La sección oficial
El jurado presidido por el inefable Wim Wenders, y compuesto por personalidades del mundo del cine entre las que destacaba Mirtha Ibarra, la viuda de Gutiérrez Alea, gran actriz cubana que derrocha humanidad, tuvo que decidir entre veinte películas a concurso. Y lo cierto es que hubo de todo: desde El crimen del padre Amaro, un provocador culebrón mexicano contra la Iglesia Católica que se queda en la superficie, hasta la excelente Historias mínimas, seguramente la mejor de todas las proyectadas, con sus sencillos habitantes de la Patagonia. Bien dirigida pero contando una historia demasiado sórdida como para alejarse tanto de la trama, Paul Schrader no cuaja en Autofocus. Y la china Together divide al espectador entre la sensación de ver la cara amable de lo cotidiano o sólo la pura intrascendencia. Aristaráin continúa desvelando los secretos del corazón en sus Lugares comunes y Jordan insiste en quedarse a medio camino con The good thief. La mejor actriz del cine francés, Isabelle Huppert, da un concierto interpretativo en la floja La vie promise y Basilio Martín Patino relata una interesante historia que hace aguas por la desastrosa dirección de actores y el exceso de pedantería: Octavia. Fuera de concurso, el miembro del jurado Chatri Chalerm Yukol presentó una vistosa pero plana historia tailandesa: La leyenda de Suriyothai. Clausuró Décalage horaire, comedia romántica nada destacable, protagonizada por Juliette Binoche y Jean Reno.

Las estrellas
Entre película y película, entrega de galardones a personajes destacados. Este año el premio Donostia ha sido para Bob Hoskins, que pasó modoso por el Kursaal, Dennis Hopper, que parece empeñado en quitarse de encima su imagen de cínico perverso, y Jessica Lange, casi retirada del espectáculo pero con un mensaje claro: odia a George Bush y en Estados Unidos "es muy difícil no ser de derechas". Verdades como puños que cada vez se dicen en voz más baja... Y Francis Ford Coppola, que llegó a la plaza de toros para recibir el premio especial del 50 aniversario y aseguró que eso le daba fuerzas para retomar su último guión (Megalópolis, un ambicioso proyecto futurista sobre Nueva York). En rueda de prensa resaltó que los jóvenes realizadores deberían olvidarse del culto al formato celuloide: una enfermedad difícil de extirpar por el momento.

Las fiestas
La entrega del premio a Coppola fue uno de los cinco acontecimientos que se anunciaban para la gran fiesta 50 aniversario en Illumbe. Una lástima de celebración, denunciada en la prensa local en los días sucesivos. Primero se proyectó un mediometraje titulado Encadenados, que mostraba a los visitantes del Festival en toda su historia. No sólo se oía muy mal, sino que se llegó a hacer pesado, dada su larga duración y su nula originalidad. Después llegó el director de El padrino, recibió su premio y se largó, rodeado de un atrezzo inexistente. El tercer montaje lo realizaron Els Comediants, con muchos aciertos escénicos pero algo deshilvanado. Entonces vino el supuesto plato fuerte: un concierto de Joaquín Sabina, Javier Gurruchaga, Víctor Manuel, Ana Belén y Amaya Uranga. Se suponía que debía durar sólo una hora. Pero en realidad fueron 35 minutos de interpretaciones en su mayoría sin ensayar y con un mutis por el foro acompañado de pitidos. Aunque quedaba el fiasco mayor: Alaska debía ejercer de disc-jockey en una macrodiscoteca que se quedó en un par de discos mal pinchados, su desaparición y la presencia de dos lamentables gogós sin gracia ni aptitud alguna para el baile. El grueso de los espectadores huimos antes de dar por muerto el cadáver. Durante el festival, se ofrecían continuos cócteles para acreditados en el hotel María Cristina, las habituales fiestas nocturnas en los bares de moda, y como colofón un cóctel por todo lo alto en el Palacio de Miramar. Allí apareció la plana mayor del Festival (jurado y artistas), algún que otro político, y el resto de acreditados, en una curiosa comunión democrático-alcohólica. Las mujeres andaban tras la sombra del nuevo sex-simbol del cine español: el vasco Unax Ugalde, que parece tener un futuro muy halagüeño, y del ya clásico Javier Bardem. Las miradas masculinas se dirigían a Silvia Marsó, Assumpta Serna y otras sobradamente conocidas, pero también a Aida Folch, la Susana de El embrujo de Shangai, que interpreta a Nata en la película ganadora. Tras el cóctel, el alcalde de la ciudad bailaba sin parar en una famosa discoteca de la Concha.

Personajes
Llegó Sara Montiel con sus habanos para recoger un premio de sus compañeros actores. Le arropaban López Vázquez, Aurora Redondo, Mónica Randall y otras glorias. Federico Luppi departía amigablemente con Pilar Bardem mientras Gracia Querejeta lo hacía con su padre. La organización, con Ana Piquín a la cabeza, procuraba tenernos a todos contentos. Críticos como Gasset, Rodríguez Marchante, Pumares o Javier Hernández -cuando dejaba a Armendáriz-, cabalgaban de película en película. Javier Rioyo, omnipresente, se dejaba ver con la excusa de su participación en Octavia, que sólo convenció de pleno a Carlos Heredero. El equipo de Galíndez, documental sobre un espía vasco antifranquista torturado y arrojado al mar, paseaba por la parte vieja, capitaneado por el gigantesco policía estadounidense que investigó el caso. Maider Eguía, musa zaragozana, su dulce amiga Olatz, a la caza del autógrafo de Alaska, o Josean, responsable del Festival de Nantes. González Macho, empresario de los Renoir, Tonino, enviado de CQC, Sancho Gracia, escupiendo exabruptos con la camisa fuera, o Víctor Erice, que convocaba ruedas de prensa de madrugada. El productor José Ángel Delgado y su socia Mirella Abrisqueta se abrían paso entre la sala de prensa -repleta de información sobre las películas abandona por las mesas- para conseguir información sobre ayudas europeas. Bajo Ulloa, poseedor de una concha de oro, descansaba en su hotel mientras se celebraba la gala de clausura. Javier Lombardo, el Roberto de Historias mínimas, saltaba por la ventana desde la terraza de una discoteca. Win Wenders llevaba un uniforme de clown germánico y Fernando León se recogió la melena en un moño alto para estar todavía más cerca de las nubes. Todo el mundo confundía al pobre Mario Pardo con "El brujo"...

Las otras secciones
Mucho más interesante que la sección oficial es el conjunto de películas que se proyectan fuera de concurso. La sección Zabaltegi, que recoge las mejores películas de otros festivales y otros filmes con decidida vocación creativa, es una feliz iniciativa que nos ha permitido ver joyas incuestionables como Bloody Sunday, una producción inglesa sobre el terrorismo de estado; El pianista, la última obra maestra de Polansky (aunque le falta un toque de originalidad); Un hombre sin pasado, del muy estimable Kaurismaki; Laissez-passer, sobre el cine y los nazis, de Tabernier; experimentos más o menos fallidos como la húngara Hukkle o la estadounidense Love Liza; o un documental entrañable y obligatorio: Lost in La Mancha, sobre el rodaje español truncado de la película de Terry Gilliam sobre El Quijote. De nuevo Frears nos dejó buen sabor de boca con su acertada Dirty pretty things, mientras que la apertura y la clausura de esta sección estuvieron a cargo de Pasos de baile, dirigida por Malcovich y bien interpretada por Javier Bardem, y 8 femmes, vodevil coral con números musicales que reúne con momentos muy graciosos a grandes actrices francesas como Emmanuelle Béart, Catherine Deneuve o la gran Isabelle Huppert. Del resto de las secciones destacaron las joyas del cine de los 50, como la inimitable La vida por delante de Fernán-Gómez o el clásico humorístico El quinteto de la muerte, encabezado por Sir Alec Guinness. El apartado Made in spanish rescató películas del entorno cultural hispano, como la producida y protagonizada por Salma Hayek En el tiempo de las mariposas, un telefilm de Mariano Barroso cuyo valor estriba en presentar claramente la historia de una dictadura, o Hable con ella y Sin noticias de Dios.

El palmarés
Ganó la película que casi todos querían que ganase. La promoción de Los lunes al sol ha resultado tan efectiva como se espera de la maquinaria del grupo PRISA. Pero no es ni la película perfecta que los perros de su amo vocean, ni la mejor de las que se presentaban. Fernando León de Aranoa es un director destacable, su guión intenta mostrarnos un lado denunciable de nuestra loca sociedad, pero el film se pierde entre plagio y plagio. Si se quiere ser Ken Loach lo mejor no es recurrir a los mismos artificios que él para contar lo mismo que él. Si se quiere ser Peter Cattaneo pero no hacer un streeptease masculino, lo mejor no es sustituirlo por el robo de un barco, como el robo del tranvía de los parados de La ilusión viaja en tranvía de Buñuel. Si se quiere repetir el éxito de Barrio, lo mejor no es permutar a unos adolescentes que tienen prohibido reír por unos hombres maduros que al sucederles exactamente lo mismo nos hacen perder el contraste. Repleta de trucos vistos mil veces, es un producto digno pero nunca la gran obra que nos quieren vender. Y en la sección oficial había dos películas argentinas que la superaban sin ningún género de dudas... Todo ello con permiso de Elías Querejeta, el productor del filme y de varias decenas más de obras de arte inestimables del cine español. El premio especial del jurado fue para Historias mínimas, ganadora moral del Festival. Al menos no se fueron sin nada a su convulsionado país. Como tampoco Aristarain, cuya Lugares comunes obtuvo premio a la mejor actriz y al guión.

En resumen
Una de las ciudades más bellas del mundo, en un país que está decidiendo su futuro político, dentro o fuera de otra nación que se empeña en mantener su estatus de confrontación, es una ciudad que ofrece al visitante más de un contraste. Donde se supone que están prohibidas las manifestaciones del entorno abertzale, se celebran al menos dos diarias. Cuando se acerca la clausura del Festival, el presidente del gobierno vasco anuncia que desea la independencia de España y pone plazos para ello. En un lugar que se ofrece al resto del mundo como el túnel de los horrores, baila el alcalde socialista de madrugada. El cine tiñe de neón la ancestral majestuosidad de la bahía, vigilada por cientos de policías, miles de soñadores y millones de personas que, en el fondo, no saben qué pensar de tanta contradicción. Como la del auge del cine social mientras la sociedad permanece aletargada.

 

Antonio Tausiet

Más información sobre la edición 2002 del Festival de San Sebastián:
http://www.sansebastianfestival.ya.com/2002/esp/index.htm

 

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