Notas
sobre el cine negro español en los primeros años de
la democracia.
Los casos de El crack y Asesinato en el comité
central
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Contrariamente
al cine negro norteamericano, que planteaba conflictos morales en
una sociedad que tenía ambigüedades así como
casos de corrupción e ineficacia policial, el cine negro
y policíaco español ha sido durante muchos años
un canto
a la labor de los agentes de la ley. Como bien ha estudiado Elena
Medina, "ni la policía es corruptani deja casos sin
resolver" (1). Incluso se dan casos
en los que la censura hace cambiar algún personaje, tal como
sucedió en Muerte al amanecer (José María
Forn, 1959), donde al aparecer el investigador de seguros que crea
pruebas falsas era en un principio un inspector de policía.
Esta situación afecta igualmente a la novela negra y policíaca,
impidiendo la aparición de un corpus de escritores que practiquen
el género, considerado durante mucho tiempo como subliteratura,
y por tanto de una base literaria como la existente en los EEUU
que permita realizar adaptaciones cinematográficas.
Agustín Sánchez Vidal al hablar del cine español
y la transición distingue entre la transición del
cine español, la transición en el cine español
y el cine español de la transición. Afirma así,
que hay un cine que prefigura esa transición desde la segunda
etapa de García Escudero al frente de la Dirección
General de Cinematografía (1962-1976) (2).
Sin embargo, en ese momento todavía no se puede hablar de
la existencia de un cine negro distinto al expuesto y no es hasta
unos años después cuando "empieza a generalizarse
la pérdida de la mala conciencia ante el cine de género.
De este modo, se producirá un cierto cine negro que, haciendo
honor a una de las más consolidadas inercias de esta tipología,
viene a poner en pie una crónica lateral de la corrupción
política" (3).
La muerte del dictador Franco en noviembre de 1975 y la subsiguiente
llegada de la democracia al país, permite un cambio en los
planteamientos de quienes deciden escribir o filmar obras de género
negro. De este modo, es posible que a comienzos de los ochenta José
Luis Garci y Horacio Valcárcel escriban un guión original
para realizar una película, cuyo protagonista es un detective
privado, y que Vicente Aranda tenga una novela para llevar al cine
del escritor Manuel Vázquez Montalbán, con un personaje
que nos lleva por la trama también detective (4)
que, desde una perspectiva policíaca de ficción, habla
de recientes acontecimientos políticos. ¿Pero cuál
es la mirada
que toman cada uno de estos cineastas ante el género con
la nueva libertad?.
El amor que José Luis Garci siente por el cine en general
y por el cine clásico norteamericano en particular es bien
conocido por todos. Por esto no extraña que elija un género
tan cinéfilo como es el negro para su cuarto largometraje
como director. De este modo, el protagonista de El crack
(1981) es un detective privado, ex-policía que abandonó
el cuerpo al enterarse de la corrupción existente en el mismo.
La película se abre con toda una declaración de intenciones
al estar dedicada a Dashiel Hammett (5)
pero solo se va a quedar en eso. A lo largo del metraje las referencias
a la ciudad de Nueva York son constantes hasta el punto que la trama
tiene su clímax en esta ciudad no porque la historia realmente
lo necesitesino para satisfacer la pasión de Garci por la
cultura estadounidense. Hay otra referencia más que descubre
el juego. Al comienzo de la investigación del detective,
éste mantiene una conversación en la que sale a relucir
el nombre de Humphrey Bogart, actor emblemático del cine
negro norteamericano (6). Garci no construye
su película a partir de cierta realidad española (7)
sino que intenta traspasar la cultura cinematográfica norteamericana
que tiene para convertir a Madrid en una ciudad de película,
cosmopolita sí, pero alimentada de mitos importados. No es
más que un detalle de la autocomplacencia del director que
lastra los méritos que la obra posee. Además, como
señala John Hopewell, que el punto álgido de la trama
tenga lugar en la urbe neoyorquina "inscribe el problema de
la corrupción en España en un contexto internacional
que lo mitiga considerablemente" (8).
Por otro lado, el personaje femenino no pertenece a los códigos
establecidos por el género. Las escenas entre el detective
y la mujer parecen estar fuera de lugar y nuevamente se trata del
imaginario personal que Garci tiene con respecto a la mujer. Y es
aquí donde más chirría la película porque
ella no representa ningún arquetipo del cine negro. ¿Dónde
está la mujer fatal o la compañera de intrigas igualmente
seductora y ambigua?. Parece ser que no se puede "admitir la
sensualidad femenina" y de este modo "tampoco el peligro
que comporta, por lo que su obra se ve privada de la sofisticación
sexual/social típica del género" (9).
Este personaje y el comportamiento tierno del detective cuando está
con ella parecen sacados de los anteriores filmes de Garci pero
desde luego no del clásico cine negro. Precisamente la seducción
y el sexo son primordiales en sendas revisitaciones del género
realizadas en Norteamérica en el mismo año de El
Crack: Fuego en el cuerpo (Body heat, Lawrence
Kasdan) y El cartero siempre llama dos veces (The postman
always rings twice, Bob Rafelson).
También se hace necesario mencionar cierto distanciamiento
existente entre el detective interpretado por Alfredo Landa y otros
detectives del cine norteamericano. Aunque pueda primar "la
moral individual frente a ideologías o patriotismos"
(10) como pueda suceder en un Philip Marlowe,
existe una toma de partido hacia la ley del talión. Y así
queda emparentado más con el tipo de personaje popularizado
por Clint Eastwood en la serie de Harry, policía reaccionario
por excelencia que con el policía interpretado por Al Pacino
en Serpico (Serpico, Sidney Lumet, 1973) que intenta
denunciar la corrupción existente en el cuerpo policial.
Nuestro detective abandona la policía por corrupción
pero este hecho que podría hacerle más trágico
pierde su significado al tomar medidas más propias de los
justicieros que actúan al margen de la ley.
Desde mediados de los setenta también surge una corriente
de novela negra practicada por escritores españoles que permite
la realización de diversas adaptaciones cinematográficas.
Así, Vicente Aranda lleva a la pantalla Asesinato en el
comité central
en 1982, novela de Manuel Vázquez Montalbán protagonizada
por el detective Pepe Carvalho. Vázquez Montalbán
es plenamente consciente de emplear "un género de masas
con el fin de que su mensaje serio, cargado de crítica social
y política, pero sobre todo histórica, llegué
al mayor número posible de lectores" (11).
De este modo, se vale de recursos típicos del género
(la historia se abre con un crimen que posteriormente es investigado
y finalmente resuelto) para hablar de aspectos de la España
de comienzos de los ochenta. Y todo esto queda en la película
realizada por Aranda quien realiza unos pequeños cambios
en el personaje para darle mayor libertad de acción. El detective
aquí no es mas que un observador que no se alinea con nada
ni con nadie. Resulta significativo tanto que él llega de
otra ciudad, Barcelona, siendo por tanto un extraño, y que
es contratado para llevar una investigación paralela a la
oficial. A través de sus ojos vamos a ver como ni el Partido
Comunista, en descomposición por aquellas fechas, ni los
reductos que quedan del franquismo en importantes puestos salen
bien parados. En el primer caso queda evidente desde el dogmatismo
de que hacen gala los militantes del partido hasta que el asesino
de su secretario general es uno de sus miembros tras recibir un
soborno. El segundo caso todavía es más claro si cabe
a través del retrato caricaturesco que recibe el comisario
Fonseca y especialmente su ayudante que parece sacado de una película
de gangsters de saldo (no en vano es apodado "Dillinger").
Se trata de una crítica de la realidad del momento de la
que no se libran ni los que se habían enfrentado a la dictadura
ni los esbirros de ésta que intenta sobrevivir adaptándose
a las nuevas circunstancias pero sin cambiar su mentalidad. Por
otro lado, las calles de la ciudad bullen de gente, están
animadas, pero no son retratadas de noche ni con el asfalto mojado,
respondiendo a una imagen más verosímil de Madrid
que la propuesta en El crack. Moviéndose en similar
terreno, Garci intenta calcar el modelo que conoce mientras que
Aranda es consciente de aplicar unos códigos a una realidad
concreta. Y esta realidad que el director ve con ironía se
hace evidente es un detalle en principio anecdótico: Carvalho,
extranjero en Madrid, no puede hacer el amor ni con la chilena que
resulta ser un miembro de la CIA, ni con la agente del KGB sometida
a una fuerte disciplina, ni con la militante del PC que le ayuda.
Garci evita el sexo en su película pero en la España
de comienzos de los ochenta practicar el amor libre es tan difícil
como hablar de la corrupción moral de políticos, agentes
de la ley y otros altos cargos ya que, como plantea John Hopewell
(12), parece existir cierto temor en el
momento de mostrar las cosas como son: más negras de lo que
aparentan.
Se trata, en definitiva, de dos modelos, el primero con una mirada
que no pretende ir más allá de la mimesis y el segundo
con una mirada consciente sobre la realidad española del
momento.
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Luis Antonio
Alarcón
NOTAS
(1)
Medina, Elena, Cine negro y policiaco español de los años
cincuenta, Barcelona, Laertes, 2000, p. 170.
(2) Sánchez Vidal, Agustín,
"El cine español y la transición", en Artigrama
nº 10, Zaragoza, Departamento de Historia del Arte de la Universidad
de Zaragoza, 1993, p. 507.
(3) Sánchez Vidal, Agustín,
Op. cit., p.513.
(4) Que ambos sean detectives privados es
altamente significativo ya que antes era imposible la existencia
de esta figura debido a la ya comentada eficacia de la policía,
que ahora sí va a ponerse en duda y cuestionarse.
(5) Escritor clave de la novela de la novela
negra norteamericana, autor de obras como El hombre delgado,
El Halcón Maltés o La llave de cristal
que, junto a otras, serán llevadas al cine. Además,
trabajó como guionista a sueldo de los grandes estudios,
escribiendo así los guiones de las cuatro películas
dirigidas por W. S. Van Dyke basadas en los personajes y situaciones
de El hombre delgado. En 1982 Wim Wenders le rendiría
homenaje con su película El hombre de Chinatown (Hammett),
construida a partir de textos originales del propio novelista.
(6) El último refugio (High
Sierra, Raoul Walsh, 1941), El Halcón Maltés
(The Maltese Falcon, John Huston, 1941), El sueño
eterno (The big sleep, Howard Hawks, 1946) o En un
lugar solitario (In a lonely place, Nicholas Ray, 1950),
entre otros títulos.
(7) El arreglo (José Antonio
Zorrilla, 1983) por el contrario, sí que construye un film
noir a partir de la realidad española del momento.
(8) Hopewell, John, El cine español
después de Franco, Madrid, Ediciones El Arquero, 1989,
p. 293.
(9) Ibíd., p. 294.
(10) Freixas, Ramón, "El
crack. Crítica", en Dirigido por... núm.
82, Barcelona, abril 1981, p. 61.
(11) Briones, Ana Isabel, "Novela policíaca
española y postmodernismo historicista en los años
ochenta", en Anales de la Literatura Española Contemporánea
Vol. 24, 1-2, Madrid, 1999, p. 70.
(12) Hopewell, John, Op. cit., p.
293.
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