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LA INCINERADORA

revista de opinión cinematografica
número 9

 

 

CINE ES CINE

LUIS ANTONIO ALARCÓN Y EL CINE DE TODOS LOS TIEMPOS

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La locura en el cine*

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Imagino que si alguien nos dice “piense en la locura en el cine”, la mayoría de aficionados rápidamente comenzamos a cavilar sobre títulos de películas que se aproximen al tema. Sin embargo, se trata de una cuestión con muchas más caras, pues el cine conlleva diversos tipos de enloquecimiento. Me atrevo a afirmar que de todas las artes, el cine es la que provoca más enajenaciones tanto en quien lo hace como en quien lo ve. Al fin y al cabo se trata del principal espectáculo de masas del siglo XX. Y es que, del mismo modo que podemos hablar de la “locura en el cine” también hemos de considerar la “locura del cine”. Ambas facetas están íntimamente ligadas y establecen una serie de vasos comunicantes. Como veremos, no se trata de las dos caras de una misma moneda, del doctor Jekyll y mister Hyde, sino que conviven en un mismo plano: la una no puede existir sin la otra. Hecha esta apreciación, podemos seguir avanzando en los recovecos de esta, a veces maravillosa otras no tanto, chifladura.

 

Kirk Douglas en "El loco del pelo rojo"La locura del proceso creativo

Como en cualquier otra manifestación artística, el primer y más importante paso es el de la creación. Llevar a cabo una idea en la que se cree y por la que uno puede dejarse la piel en el camino. Tarea ardua que en algunos momentos puede aproximarse a la demencia. Los ejemplos que el cine nos ha mostrado son muchos. Las películas basadas en las vidas de pintores inciden considerablemente en este aspecto. Desde El loco del pelo rojo (Lust for Life, Vincente Minnelli, 1956), centrada en la figura de un atormentado Van Gogh, hasta El amor es el demonio (Love is the Devil: Study for a Portrait of Francis Bacon, John Maybury, 1998), que se acerca a la personalidad torturada de Francis Bacon. Probablemente, los dos filmes que mejor se han acercado a este concepto son Apuntes al natural (Life Lessons, Martin Scorsese, 1989), segmento de la obra colectiva Historias de Nueva York (New York Stories), en la que NickEl Dr. Pretorius de "La novia de Frankenstein" Nolte encarna a un maduro pintor enfrentado a sí mismo y a la relación que mantiene con una joven, y sobre todo, Pollock (Pollock, Ed Harris, 2000), la película que más ha profundizado en el sufrimiento de la creación. Todos ellos se encuentran en soledad, enfrentados a su infierno interior y no dependen de nadie más. Imagen que, en otra dirección, también nos lleva a la del científico obsesionado con la fórmula que le permitirá hacer cosas extraordinarias (o no). Su estado febril le lleva a abandonar progresivamente la relación sentimental que suele mantener, a pensar que todos están en su contra y, en el peor de los casos, a asesinar y a su propia muerte. Sobresale el clásico doctor Jekyll, salido de la pluma de Robert Louis Stevenson, que ha conocido numerosas versiones cinematográficas. Junto a él, incontables “científicos locos” del cine de ciencia-ficción y terror: desde El hombre invisible (The Invisible Man, James Whale, 1933), hasta Re-Animator (Re-Animator, Stuart Gordon, 1985), pasando por el doctor Pretorius de La novia de Frankenstein (Bride of Frankenstein, James Whale, 1935) o el Dr. Cyclops (Dr. Cyclops, Ernest B. Schoedsack, 1940), ambos empeñados en reducir el tamaño de las personas.

Muy interesante también son algunas de las escasas películas que han mostrado a los guionistas atravesando ese agujero negro de la creación llamado “bloqueo”. Barton Fink (Barton Fink, Joel y Ethan Coen, 1991) y Adaptation. El lCoppola en "Apocalypse Now"adrón de orquídeas (Adaptation, Spike Jonze, 2002) son títulos paradigmáticos, y prácticamente únicos, al respecto.

Pero sin lugar a dudas, lo más terrible es constatar la más absoluta de las enajenaciones en la realidad. El documental Corazones en tinieblas (Hearts of Darkness. A Filmmaker's Apocalypse, Fax Bahr y George Hickenlooper, 1991) nos muestra una aventura en la que ficción y realidad se imbrican de un modo absolutamente fascinante. Se trata del rodaje de Apocalypse Now (Apocalypse Now, Francis Ford Coppola, 1979). La historia del film, basada en el libro de Joseph Conrad El corazón de las tinieblas, cuenta como, durante la guerra de Vietnam, el capitán Willard (Martin Sheen) ha de adentrarse en Camboya para acabar con el coronel Kurtz (Marlon Brando), un boina verde que se ha erigido en dios de una tribu local. El viaje es un descenso al infierno y a la locura. Al horror, como dice Kurtz, en toda su extensión. Y esto que compone el núcleo del argumento, trasciende la ficción para contaminar el mismo rodaje de la película. Coppola acabó desquiciado, como puede verse en algunas de las imágenes del documental. E incluso llegó a hablar de pegarse un tiro, como recogió su esposa en una grabación. Su mayor temor era hacer una mala película. Pese a todos los problemas (tormentas que destruyen el set de rodaje, un ataque al corazón de Martin Sheen…), Coppola siguió adelante y logró acabar un rodaje, en el que casi pierde la razón, para ofrecernos una de la piezas capitales del cine contemporáneo.

 

Frances FarmerLa locura en la industria del cine

Convendrán conmigo que quien decide dedicarse al mundo del cine posee, como mínimo, un gramo de locura. Desde luego hay que estar un poco ido para trabajar en una industria que tantos sinsabores deja. Con rodajes en ocasiones arriesgados, con temperaturas extremas o en los que hay que madrugar más de la cuenta. Claro que a la vez su poder de atracción es enorme. Desde sus comienzos las cosas quedan bastante claras: mientras que en Francia, los Lumière apenas intuyen lo que tienen entre manos, será un mago, Georges Méliès quien explote el potencial del cine. ¿Y qué me dicen de aquellos que en Estados Unidos se jugaban el tipo para rodar películas cuando el inventor Edison quería el monopolio y enviaba matones donde hiciera falta? Una persona sensata los calificaría sencillamente de lunáticos. Pero los que amamos el cine sólo vemos el lado romántico. El mismo aliento que llevaría años después a Ed Wood a filmar sus peculiares obras, pese a no contar ni con medios ni con talento.

Romanticismo sí, pero también hay una sombra negra que atañe al férreo control que el Hollywood de los estudios ejercía sobre sus estrellas. El caso más emblemático es el de la actriz Frances Farmer, cuya ajetreada vida fue llevada a la pantalla en 1982 en la película titulada Frances (Frances, Graeme Clifford). Lo tenía todo para haber sido una gran estrella pero su adicción al alcohol y su carácter independiente hicieron que la industria no la viera con muy buenos ojos. Llegaría a ser internada en un psiquiátrico cuyos métodos “a la vieja usanza” no le ayudaron precisamente. Una gran parte de los años cuarenta los pasaría ingresada y su carrera ya jamás volvería a remontar el vuelo.

 

Rodolfo ValentinoLa locura del aficionado

Otro aspecto muy interesante imbuido de excentricidad es el mundo de los aficionados al cine. Antes de que existieran operaciones triunfo y grupos musicales por los que muchas adolescentes se desviven, el principal fenómeno fan se centraba en el mundo del cine. Estamos en los años del cine mudo, cuando Estados Unidos domina por completo el mercado mundial después de la I Guerra Mundial. Una época en la que brillan nombres como Charles Chaplin, Mary Pickford, Douglas Fairbanks, Lilian y Dorothy Gish, John Barrymore, Pola Negri, Richard Barthelmess o Janet Gaynor entre muchos otros. El star-system hace furor. Pero si hay alguien que canaliza la locura del cine desde el punto de vista del espectador, ese es Rodolfo Valentino. Mito erótico del momento, fallece con tan sólo 31 años en 1926. Cuando la noticia se difunde, el joven botones de un hotel y varias mujeres se suicidan considerando que sin la estrella no merece la pena vivir. La histeria se desata. En los funerales, una inmensa cola completa el recorrido de once manzanas en Manhattan para despedir a Valentino. Y en el entierro, miles de personas de agolpan en las calles en un doble sepelio que tiene lugar en Nueva York y Los Ángeles. Incluso, hasta hace poco, una misteriosa mujer vestida de negro dejaba una rosa en su tumba por su aniversario.

Convención de "Star Wars"Hoy día, estas manifestaciones ya no son multitudinarias en el mundo del cine y cuando muere un actor no se llega a los extremos anteriores. Sin embargo, de vez en cuando nos llega la noticia de una persona que merodea por la mansión de algún artista de la pantalla. Estas historias suelen terminar con una denuncia por acoso y una orden de alejamiento para el pobre trastornado.

Por supuesto, no hemos de olvidar un fenómeno que actualmente se define como “friki”. Me refiero a todos estos fans que acuden a los estrenos de sus películas favoritas vestidos como los personajes. Por encima de todas, destacan tres sagas que canalizan esta locura: Star Trek con sus “trekkies”, La guerra de las galaxias (Star Wars) y El señor de los anillos (The Lord of the Rings). Todos ellos cuentan con reuniones anuales o convenciones en las que se encuentran para intercambiar material de coleccionista de todo tipo, asistir a conferencias y conseguir los autógrafos de algunos de los actores. Todo un mundo.

Junto a ellos hay que situar tanto a los coleccionistas de material cinematográfico, capaces de recolectar las piezas más insospechadas y de pagar cuantiosas sumas de dinero por ellas, como a los amantes del cine que se pasan largas horas discutiendo y desgranando las películas.

 

El Gabinete del Doctor CaligariPelículas sobre la locura

Entrados ya en el siglo XXI la mente humana todavía esconde muchos secretos y tiene misterios que desvelar. ¿Qué nos lleva a actuar de una manera y no de otra?, ¿nos dicen los sueños cosas que no queremos reconocer?, ¿oculta nuestro subconsciente aquello que nos hace daño?, ¿qué influye en nuestro comportamiento ante los otros, ante la vida?, ¿por qué podemos llegar a perder la razón?... Desde los orígenes del cine hasta la actualidad, las películas han tenido, y tienen, interés en abordar los problemas y vericuetos que esconde la psicología humana en su más amplio y variado espectro.

Durante el cine mudo, encontramos ya varios títulos fundamentales. Algunos muy conocidos y otro menos pero igual de importantes. En primer lugar, un filme alemán emblemático, podríamos decir que fundacional en muchos aspectos, como es El gabinete del Dr. Caligari ( Das kabinett des doktor Caligari , Robert Wiene, 1919 ). La importancia de este título radica en la vertiente estética que supone el expresionismo, traducida en el uso de decorados no naturalistas. Se trata de telones pintados (cortesía de los pintores Hermann Warm, Walter Röhrig y Walter Reimann) y atrezzo con formas angulosas y tortuosas. Todo ello remarca la sensación angustiosa y retorcida que transmite la historia y que precisamente se desarrolla en la mente de un loco. Un mundo subjetivo e insano, plagado de luces y sombras, al que también contribuyen los maquillajes de los actores y la exagerada interpretación de éstos.

La brujería a través de los tiemposUn trabajo menos conocido pero realmente interesante es La brujería a través de los tiempos (Häxan, Benjamin Christensen, 1922), procedente de Suecia. El danés Christensen, con formación en medicina antes de dedicarse al cine, construye un documental dramatizado sobre la brujería con imágenes inspiradas en una extensa colección de pinturas y grabados antiguos de El Bosco, Lucas Cranach o Brueghel el viejo. Las torturas de la inquisición, las diversas encarnaciones del demonio, aquelarres, la elaboración de inmundas pociones y los delirios de monjas poseídas son algunos de los muchos episodios inolvidables del film. Y finalmente, la comprensión moderna de las enfermedades mentales en contraste con la medieval "posesión diabólica" debida a la ignorancia, el miedo y el desconocimiento general de muchas dolencias.

Un perro andaluzDentro de este apartado dedicado al cine mudo, no podemos olvidarnos de otra película representativa de una tendencia vinculada a los delirios de la mente: Un perro andaluz (Un chien andalou, Luis Buñuel, 1929) y el surrealismo. Obra crucial cuya imagen más recordada, la navaja de afeitar cortando un ojo, es toda una declaración de principios situada además en el arranque del filme. Hay que mirar hacia el interior para poder percibir ese mundo subjetivo y oculto. Buñuel y Dalí nos regalan de paso algunas de las imágenes más perturbadoras de la historia del cine como los pianos de cola con dos curas maristas y dos burros podridos o la mano por la que incesantemente brotan hormigas. Buñuel incidiría durante toda su carrera en aspectos de la psique humana, convirtiéndose en uno de los cineastas que más han indagado en la complejidad de la mente, de forma harto irónica en numerosas ocasiones.

No quisiera dejar de lado la figura del actor Lon Chaney. En ocasiones de la mano del director Tod Browning, nos ofrece toda una galería de personajes cuya psicología le convierte en el rey de los seres torturados.

RecuerdaEn el Hollywood clásico se da una peculiar moda, especialmente durante los años cuarenta, consistente en aplicar las formulaciones de Freud a películas de intriga. Por supuesto, toda la teoría del psicoanálisis queda reducida a la mínima expresión, pues a los cineastas no les interesa profundizar en su complejidad sino solamente usar la parte popular de ella para construir historias de suspense. En esta línea, el filme más conocido es Recuerda (Spellbound, Alfred Hitchcock, 1945), en la que Gregory Peck padece un tipo de amnesia cuyo origen traumático se manifiesta a través de un recurrente sueño(cuyo diseño se encargó precisamente a Dalí).

En esta línea del psicoanálisis hollywoodiense, nos encontramos con más casos de amnesia, como en Cartas a mi amada (Love Letters, William Dieterle, 1945), con una historia de amor como motor del relato, o Nido de víboras (The Snake Pit, Anatole Litvak, 1948), con Olivia de Havilland como víctima. Y también otras tendencias vinculadas a comportamientos psicopáticos como en A través del espejo (The Dark Mirror, Robert Siodmak, 1946), con dos hermanas gemelas como presuntas asesinas, o Doble vida ( A Double Life , George Cukor, 1947), en la que un actor de teatro que trabaja en una representación del Otelo de Shakespeare, se va contaminado de los celos de su personaje y en la que la amnesia también hace acto de presencia.

Que el cielo la juzguePero uno de los títulos más justamente famosos de la década de los cuarenta es, sin lugar a dudas, Que el cielo la juzgue (Leave Her to Heaven, John M. Stahl, 1945). En ella, Gene Tierney, bella actriz que por cierto tuvo que pasar por un centro hospitalario debido a una depresión (en su caso por problemas sentimentales), interpreta a una mujer cuyos celos patológicos hacia cualquiera que le aleje de su marido, le llevan a cometer asesinato e incluso a provocarse un aborto al dejarse caer por unas escaleras.

Que el cine puede volver loco a la gente lo muestra Billy Wilder en El crepúsculo de los dioses (Sunset Boulevard, 1950), donde, entre otros variopintos personajes, nos encontramos con una excéntrica estrella retirada del cine mudo, que vive en su propio mundo entre la nostalgia y el olor a naftalina.

La madre de Norman Bates en "Psicosis"Más avanzado el tiempo, tenemos otra película clave centrada en el trastorno de la personalidad. Hablo de Psicosis (Psycho, Alfred Hitchcock, 1960) y su personaje estrella, Norman Bates. Un psicópata cuyo trauma deriva del dominio que ejerce su madre sobre él. Una vez muerta, conserva el cadáver de ésta y él mismo se desdobla en ambos. Aunque los expertos no se ponen de acuerdo en si en el filme aborda un caso de esquizofrenia o de personalidad múltiple. En la época todavía no se había dado una definición oficial de esta última, por lo que seguramente influye en la confusión.

Desde luego, el tema de las múltiples personalidades o trastorno de identidad disociativo, ha dado mucho juego en el cine. Unos pocos años antes de Psicosis , nos encontramos con Las tres caras de Eva ( The Three Faces of Eve, Nunnally Johnson, 1957), inspirada por el caso real de Chris Costner Sizemore, quien llegó a desarrollar hasta cuatro personalidades.

Corredor sin retornoUna película fundamental sobre la locura y no demasiado conocida, es Corredor sin retorno (Shock Corridor, Sam Fuller, 1963). En ella, un ambicioso periodista que quiere ganar el premio Pulitzer, consigue ser recluido en un hospital psiquiátrico haciéndose pasar por loco, para investigar un asesinato. Se trata de un filme brutal y cruel, en el que la locura queda definida como una forma de destrucción. Fuller emplea el sanatorio como metáfora de una Norteamérica enferma, en la que afloran el racismo, el miedo a la era nuclear, al comunismo o el delirio sexual. Una obra tan extrema como lúcida.

Fuera de Hollywood, es obligado mencionar la figura del director sueco Ingmar Bergman, el creador que más y mejor ha profundizado en el ser humano a través del arte cinematográfico. Títulos como El séptimo sello ( Der sjunde inseglet , 1956) , Fresas salvajes ( Smultronstället , 1956), Como en un espejo (Sasom i en spegel, 1961), Persona ( Persona , 1966) o Saraband (2003) son obras capitales, complejas, ricas, llenas de matices, como prácticamente toda su filmografía.

RepulsiónMientras, Roman Polanski nos brinda en su segundo largometraje uno de los estudios más inquietantes de una mente enferma en Repulsión (Repulsion, 1965). Catherine Denueve interpreta a una joven que siente un profundo rechazo hacia el sexo. El director polaco traduce a la perfección el resquebrajamiento de la psique de su protagonista con las grietas que aparecen a lo largo de la historia o el momento en que de la pared de un pasillo salen manos que intentan atrapar a la muchacha, logrando una atmósfera verdaderamente perturbadora e insana. Posteriormente, el propio Polanski, que dirige y actúa, es quien acaba volviéndose loco en El quimérico inquilino (Le locataire, 1976). Un auténtico delirio en el que su personaje va asumiendo la personalidad de la antigua inquilina del piso que habita y que intentó suicidarse, llegando a creer que la comunidad conspira contra él.

Dentro del cine contemporáneo, no podemos dejar de nombrar un filme tan emblemático como Alguien voló sobre el nido del cuco (One Flew Over the Cuckoo's Nest, Milos Forman, 1975), ganadora de cinco Oscar incluyendo el de mejor película. En ella se critican los tratamientos tradicionales que durante muchos años emplearon las instituciones mentales, como por ejemplo la lobotomía (sufrida en la vida real por la mencionada Frances Farmer). La historAlguien voló sobre el nido del cucoia arranca cuando un pequeño delincuente logra ser internado en un sanatorio mental en lugar de ir a la cárcel. Allí se encuentra con una ambiente de miedo y represión, simbolizado especialmente por la enfermera jefe. El personaje libre que lucha contra el sistema impuesto, encarnado por Jack Nicholson, logrará cambiar algunas cosas en su estancia pero pagará un precio por ello.

Unos años después, el mismo Jack Nicholson interpreta un personaje muy diferente en El resplandor (The Shining, Stanley Kubrick, 1980). En ella es un escritor que acepta un trabajo como guarda de un hotel que cierra en invierno. Se traslada con su familia y pronto comienza a sufrir delirios por los extraños acontecimientos que sucedieron en el lugar. Un caso que se vincula a la esquizofrenia y que ofrece una de las caras más terroríficas de la enfermedad, cortesía también de los rasgos y gestos de Nicholson.

En 1977 presenta su primer largometraje un cineasta crucial a la hora de plasmar ambientes mentales enrarecidos. Hablo de David Lynch y su Cabeza borradora (Eraserhead), una auténtica pesadilla a la que contribuye su narración alejada de lo convencional. Ambientes y sensaciones desviados de lo racional que volverá a mostrar en títulos como Carretera perdida (Lost Highway, 1997), Mulholland Drive (Mulholland Dr., 2001) o Inland Empire (Inland Empire, 2006).

No se vayan a pensar que en España nos hemos librado de miradas perturbadas. Solamente un ejemplo: Arrebato (1980) del diseñador y cineasta Iván Zulueta, en la que el cine se muestra como vampiro de las almas de aquellos que se obsesionan demasiado con Zeligel medio.

Pero el terror, el fantástico, el policíaco o el melodrama no son los únicos géneros que se han aprovechado de las enfermedades mentales. También la comedia se ha servido de algunas patologías para construir divertidas historias. Por ejemplo, el desternillante falso documental sobre un curioso personaje en Zelig (Zelig, Woody Allen, 1983), en la que nos encontramos con un artista cuya neurótica inseguridad le lleva a imitar, física y mentalmente, a quien está con él, llegando a cambiar hasta el color de su piel como si de un camaleón se tratara. O la comedia romántica Mejor… imposible (As Good as it Gets, James L. Brooks, 1997), en la que de nuevo Nicholson, da vida a un tipo maniático y desagradable que se redime gracias al amor.

Una de las propuestas más frescas e interesantes del cine reciente, viene de la mano de un thriller con la amnesia como telón de fondo y cuyos planteamientos afectan a la misma construcción narrativa del film, en una de las reflexiones más sugerentes e inteligentes de los últimos años. Me refiero a Memento (Memento, Christopher Nolan, 2Elling000), en la que el protagonista dedica su vida a buscar al hombre que violó y asesinó a su mujer, convirtiéndose en su razón de existir. Pero, debido al trauma y a un golpe en su cabeza, padece una amnesia incurable que le impide recordar las cosas a partir del momento en que pierde a su esposa.

Terminando este breve recorrido, sería inexcusable no citar la película noruega Elling (Brodre i blodet, Petter Naess, 2001). Su principal aportación es apostar por la normalización y la integración del enfermo mental. Todo ello con toques de comedia para desdramatizar las dificultades que atraviesan estas personas y mostrándolas como lo que son: seres humanos con ganas de vivir. Un film sencillo, fresco y valiente.

Indudablemente quedan muchos nombres, temas y películas en el tintero. Pero sería de locos querer abarcar todo en unas pocas líneas, ¿no creen? Ahora queda en sus manos seguir indagando… pero cuidado con obsesionarse.

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Luis Antonio Alarcón

*Artículo ligeramente ampliado del publicado en el catálogo de la exposición Luces y sombras. Imágenes de la locura dentro del ciclo En la Frontera (Centro de Historia, Ayuntamiento de Zaragoza, 2007).


 
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