Sucinta historia del cine X (II)

Del cine mudo a los 60: los años de la clandestinidad

 

Poco tiempo después de que los hermanos Lumière presentaran en París el cinematógrafo el 28 de diciembre de 1895, se empezaron a rodar los primeros cortos de carácter erótico. En estos primeros años, dichas cintas se reducían a mostrar escenas de déshabillage, meras imágenes de una señorita desnudándose en el dormitorio o en el cuarto de baño; tales strip-teases eran muy ingenuos y apenas llegaban a mostrar nada, puesto que las modelos aparecían cubiertas por espuma o por una malla de color carne, como en el corto de Georges Meliés Le tub (1897). Al poco tiempo de que estas películas se hicieran muy populares en Francia, Inglaterra y Estados Unidos, la censura (faltaría más) hizo acto de presencia. Ante la presión de ésta las principales productoras, Gaumont y Pathé, abandonaron su producción. Comenzó así a florecer un mercado clandestino en el que las películas llegaban desde Argentina, donde se rodaban cortos en los que ya se mostraban explícitas escenas de sexo; una de estas escasas películas conservadas hoy día es El satario (1910). A estos cortos se les empezaron a llamar de diversas maneras: smokers y stag fims en Estados Unidos, blue movies en Inglaterra o cinema polisson en Francia.

Estos cortos de la época muda constaban sólo de una única escena entre dos, o como mucho tres personas, por la corta duración de la bobina. Solían estar rodados en plano general o medio y la cámara permanecía sin moverse en un aburrido plano fijo; cosas imprescindibles en el porno moderno como el primer plano o la eyaculación apenas aparecían entonces. La temática variaba desde la joven aspirante a actriz que quiere triunfar en el mundo del cine (por la vía de acostarse con el director o el productor de turno), como en The casting couch (1924), o el siempre socorrido tema médico, con la visita a un doctor particularmente libidinoso: Slow-fire dentist (1920) o Chez le docteur (1930). Normalmente, y sobre todo en Francia, los lugares de exhibición más comunes eran los burdeles de lujo con el fin de estimular a la clientela burguesa, siempre con el beneplácito policial, que solía hacer la vista gorda. Dos de los realizadores más conocidos de esta época fueron Henri Dominique (Les modistes, 1923; Le coiffeur, 1926; Les mystéres du convent, 1928) o Bernard Natan (Madame Butterfly, 1920; Musique de chambre, 1922).

En España, a partir de la recuperación de tres antiguas películas, se ha podido saber que en los años 20 hubo una fuente de producción pornográfica. Dichas películas habrían sido encargadas por el rey Alfonso XIII, a través del Conde de Romanones, a los hermanos Baños, para pases privados en la Corte. Dichas películas fueron Consultorio de señoras, El confesor y El Ministro, todas de temática muy parecida, en las que el médico, el sacerdote y el alto funcionario, respectivamente, se acaban beneficiando a las damiselas que acuden a su consulta, confesionario y despacho. Mientras que las actrices solían ser prostitutas (y de acuerdo al gusto de la época, de piel muy blanca y generosas de carnes), los actores probablemente eran gente de la alta burguesía o aristócratas que ocultaban su identidad tras disfraces, luengas barbas y frondosos mostachos. Dichas películas han sido recuperadas en los últimos años y recopiladas en diversas colecciones: Nuestros pícaros abuelos; Los eróticos años 20, 30, 40 ...

Debido a la segunda guerra mundial, la producción de películas eróticas y/o pornográficas se paralizó, y no se reanudaría hasta los años 50. Además en 1927 se impuso el férreo Código Hays, que prohibía los desnudos y actos sexuales en la pantalla. Algunas películas comerciales de las grandes productoras (por lo rentables que eran las películas con escenas eróticas) fueron poco a poco poniendo su granito de arena para que definitivamente en 1965 se derogara el Código Hays. Algunas de esas películas fueron Un verano con Mónica (1952), de Ingmar Bergman, en la que su protagonista, Harriet Andersson, aparecía (más o menos) desnuda; Lolita (1962), de Stanley Kubrick; o La noche de los maridos (1957), de Delbert Mann, en la que un grupo de personas se reúne para ver películas porno.

Pero era en los ambientes marginales, relacionados con las películas independientes, clubes de strip-tease y salas especializadas, donde radicaba el meollo de la cuestión. En 1953 se dio un paso adelante contra la censura: apareció la revista Playboy (aunque las modelos no aparecerían desnudas de cintura para abajo hasta los 60). A las strippers y chicas de revistas se les conocería como pin-up. Las pin-up más famosas fueron Betty Page y Tempest Storm (sobre todo la primera); quienes además de su trabajo en clubes de strip-tease y modelos de revistas picantes, protagonizaron una serie de películas dedicadas al bondage y al sadomasoquismo light, siempre a las órdenes de su pigmalión particular, el realizador Irving Klaw. Precisamente de los clubes de strip-tease salían las pocas actrices que realizaban algún porno clandestino que otro. La más conocida fue Candy Barr, una jovencita que con sólo 16 años protagonizó uno de los pornos clandestinos más famosos: Smart Aleck (1951); Candy Barr tuvo un fugaz paso por el porno que le acarrearía multitud de problemas con las autoridades, llegando a pasar una temporada en la cárcel.

En los años 50 aparecieron los llamados nudies. Se trataba de películas que aprovechaban para mostrar desnudos bajo el pretexto de estar realizando documentales en los que el hombre se integra con la naturaleza, a poder ser en playas y campamentos nudistas. A raiz de estos films, surgió un nombre que revolucionaria el panorama del cine erótico: Russ Meyer. En su primera película The inmoral Mr. Teas (1959), mostraba a un hombre que poseía rayos x en los ojos (como Ray Milland en la película de Roger Corman), lo que le permitía ver desnudas a las opulentas chicas que aparecían a lo largo de la cinta. Posteriormente, Meyer seguiría haciendo películas cada vez más osadas, hasta llegar a Vixen (1968), que supuso el nacimiento propiamente dicho del soft core, al incluir por primera vez una escena de coito simulado. Antes de eso, Meyer, a petición del público, que ya se cansaba de ver simplemente escenas de desnudo, introdujo en sus películas escenas de una violencia desatada para la época: había nacido el roughie. Películas rodadas en escenarios agrestes en la América profunda, cuyos personajes de una pieza solían ser granjeros, camioneros o similares, de grandes músculos, instintos primarios y cerebro de mosquito, y mujeres no menos violentas de enorme perímetro pectoral, como es habitual en todas las películas de Meyer (su sello de fábrica, vamos): Eve Meyer, Lorna Maitland, Erica Gavin, Tura Satana, Haji, Kitten Natividad, etc. Algunas de estas películas roughie son: Lorna (1964), Mudhoney (1965) o Faster Pussycat, kill, kill! (1966). Posteriormente, y llevando a hasta el extremo las propuestas violentas de los roughies, los avispados Herschell Gordon Lewis y David F. Friedman crearon el gore o splatter, inundando las pantallas de los autocines de América de violencia gratuita, sangre, vísceras y un humor negro bastante socarrón y primitivo; las películas que tuvieron el honor de inaugurar este género fueron Blood Feast (1963) y 2000 Maniacs (1964) (pero esto ya es otra historia).

Con el paso de los años el paso siguiente fue rodar pequeños insertos porno, que luego se montaban en las películas soft core, convirtiéndolas en largometrajes. Muchos de los realizadores que rodaban estos insertos son los que luego serían los directores fundamentales del género en los 70: Radley Metzger, Gerard Damiano, los Mitchell brothers, Alex de Renzy, etc. Poco a poco, San Francisco se convirtió en la principal ciudad de la costa Oeste dedicada a producir y exhibir películas eróticas e incipientes pornos; en la costa Este, el mismo proceso se daría en Nueva York. La legalización de la pornografía en Estados Unidos se produjo en 1970; el porno no tardó en salir así de los circuitos marginales. Mientras, en Europa, la principal fuente del porno como negocio se hallaba, según el realizador alemán Hans Moser, en el Soho londinense. El primer país que legalizó completamente la pornografía fue Dinamarca, en 1968; aunque antes ya se editaban revistas de carácter pornográfico sin que tuvieran excesivos problemas con las autoridades. En Suecia el hito más importante fue la creación de la revista Private en 1965 por Berth Milton; la primera revista porno del mundo totalmente en color, aunque no empezó a publicar fotos de sexo explícito hasta 1967; al principio sólo mostraba fotos de chicas desnudas. Pronto se convertiría en la revista X más importante del mundo. Posteriormente, debido al éxito de Private, aparecieron otras revistas, de las cuales la más importante fue Color Climax. En 1969 se celebró en Copenhague Sex 69, la primera feria mundial del sexo, que tuvo una gran repercusión en todo el mundo y marcó un punto y aparte en la historia de la pornografía: la entrada en los años 70.

 

José Miguel Baquedano

 
 
 
 

 

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