CAPÍTULO
III:
La primera película americana porno con una estructura dramática claramente definida fue Mona: The Virgin Nymph (1970), de Bill Osco. En ella, una joven (Fifi Watson) es iniciada en el arte del sexo oral por su propio padre, con el fin de que llegue virgen al matrimonio, lo cual propiciaba una serie de escenas en las que demostraba con multitud de hombres su sapiencia a la hora de practicar una felación. La película costó siete mil dólares, y fue un éxito tan tremendo que llegó a recaudar dos millones. Pese a dicho éxito, el porno no lograría salir de unos circuitos de exhibición restringidos hasta el estreno en marzo de 1972 del que hoy es considerado el primer clásico del cine X: Garganta profunda (Deep throat),de Gerard Damiano. En ella una joven (Linda Lovelace) incapaz de tener un orgasmo acude a un doctor chiflado (Harry Reems) para solucionar su mal. Este descubre una curiosa anomalía: tiene el clítoris al fondo de la garganta; lo que le obliga a practicar la felación para poder obtener placer. El film se convierte así en una impresionante demostración de la capacidad de la señorita Lovelace para el sexo oral; de hecho, se iba a titular en principio The doctor makes a house call, pero los productores decidieron cambiarlo al comprobar las habilidades bucales de la protagonista. El éxito fue apoteósico; costo 24.000 dólares, y sólo un año después de su estreno había recaudado más de seis millones. Linda Lovelace se convirtió a sus 21 años en la primera estrella del porno, apareciendo en revistas como Newsweek, Time y Playboy; a ello contribuyó su actitud desinhibida y sus declaraciones provocativas, como por ejemplo, "los tíos americanos desean que se la chupen, y yo vivo en América, entonces para mí es importante aprender a hacerlo lo mejor posible". Posteriormente, sin embargo, su carrera resultó totalmente irrelevante y no obtuvo ningún éxito más. Se retiró años después renegando de su pasado, reconvertida en una fanática religiosa, siendo activa militante de la ultraconservadora asociación Morality in the Media, y habiendo escrito varios libros en los que arremetía contra el sexo, y llegando a decir que Damiano la amenazó con una pistola para que actuase como él quería, y otras chorradas por el estilo. Cosas de la vida. En 1973 Damiano pudo afrontar un proyecto más ambicioso, gracias al éxito de Garganta profunda. Se trataba de The Devil in Miss Jones, considerada por parte de la crítica como la mejor película porno de la historia. En ella, Justine Jones es una mujer madura que atormentada por no haber conocido nunca el sexo, se suicida; en el infierno, el Diablo (Harry Reems) le concede la posibilidad de gozar de todas las prácticas sexuales que no probó en vida; al final tendrá que pasar la eternidad encerrada en una habitación con un desmesurado deseo sexual y sin poder saciarlo jamás. En un principio la protagonista iba a ser una joven actriz de 19 años, pero a última hora, Damiano la sustituyó por una mujer de 37 de escaso atractivo físico con tres matrimonios y dos hijos a sus espaldas que trabajaba en el equipo técnico de la película, llamada Georgina Spelvin. El acierto de Damiano con el cambio fue total. El éxito de la película se debió en buena parte a la gran actuación de Spelvin, en una magistral interpretación de la infortunada Justine Jones, bordando sus escenas de sexo con una poco habitual tensión dramática. La película, a diferencia del tono de comedia de Garganta profunda, es tremendamente dramática, triste e incluso pesimista, tal como reconocía el propio Gerard Damiano: "The Devil in Miss Jones es una película dura y depresiva. No tenía muchos atractivos para el público, en el sentido clásico del término. Pero la película era tan buena, los actores tan buenos, que la gente se enganchaba". Después
de realizar una cuantas películas intrascendentes, como Meatball
(1974), Portrait (1974) o Waterpower (1975), Damiano realizó
dos films hoy considerados como clásicos del género: Memories
within Miss Aggie (1974) y Story of Joanna (1975), en las
que como es habitual en él, se preocupa por dotar de una gran
veracidad a sus personajes femeninos, ahondando en la sexualidad femenina.
Memories within Miss Aggie es probablemente la película
más arriesgada, dura, sombría y deprimente de la historia
del porno. En ella, una anciana (Deborah Ashira) en una lúgubre
habitación cuenta sus experiencias sexuales a un hombre al que
nunca se le ve la cara. En un largo "flash-back", Miss Aggie
está interpretada por tres actrices diferentes (Kim Pope, Mary
Stuart y Darby Lloyd Rains) en tres épocas distintas de su vida;
cuenta su relación con su amante Richard, al que dejó
ciego para tenerlo siempre con ella. En el escalofriante final vemos
que Miss Aggie está contandolo todo ante el cadáver momificado
de su amante. La película resultó un fracaso comercial
debido a su tono lúgubre y su casi ausencia de escenas de sexo.
En su estreno, en muchas salas la gente protestaba con sonoros abucheos;
así lo recordaba Damiano: "Memories within Miss Aggie
no gustó a todo el mundo. Muchos dueños de salas porno
se quejaban de las pocas escenas de sexo que contenía. Decían
que la gente salía deprimida de la sala. Y era verdad".
En cuanto a La carrera de los Mitchell y Miss Chambers seguiría ligada durante los 70 con la producción de otras películas: Resurection of Eve (1973), dirigida por Artie y Jon Fontana, montador y director de fotografía de Tras la puerta verde; Inside Marilyn Chambers (1976), una especie de documental sobre la actriz aderezado con escenas de sexo, preferentemente de carácter sadomasoquista; y Never a tender moment y Beyond the Sade, ambas de 1979 y de nuevo con un trasfondo sadomasoquista. Ya sin los Mitchell, en los 80 la Srta. Chambers alcanzaría la madurez con películas interesantes como Furor insaciable (Insatiable,1980), Furor insaciable 2 (Insatiable 2, 1984), ambas de Godfrey Daniels, o la serie de seis capítulos Las fantasías privadas de Marilyn Chambers (Marilyn Chambers´fantasies, 1983-85); en todas ellas demostró sus aptitudes para todo tipo de modalidades sexuales por duras que fueran. Se retiró a mediados de los 80, sin haber renegado nunca de su pasado. En cuanto a los hermanos Mitchell, seguirían realizando films, aunque ninguno alcanzó ya el impacto de su primera película; entre los más destacables podemos citar Memorias de una pulga (Autobiography of a flea, 1976), sólo producida por ellos y dirigida por Sharon McNight, cuenta una historia ambientada en el siglo XVIII sobre frailes libidinosos y criadas complacientes, con un magnífico reparto (Jean Jennings, John Holmes, Paul Thomas y Annette Haven); Sodom and Gomorrah (1976), la primera superproducción del porno, con un presupuesto de 500.000 dólares; o Tras la puerta verde 2 (Behind the green door, the sequel, 1986), ya sin el interés de la primera y sin Marilin Chambers. La relación entre los dos hermanos cada vez se iba deteriorando más; Jim se ocupaba de la parte financiera y Artie de la artística, pero los problemas de éste con las drogas, su falta de adaptación a los nuevos tiempos y métodos de trabajo en los 80 y las continuas peleas con su mujer (la actriz porno Missy Manners) y su hermano Jim, precipitaron la tragedia (a este respecto así se expresaba Marilyn Chambers: "Artie vivía al borde de la locura más absoluta, y eso no podía durar siempre"): a principios de los 90 en una de estas peleas Jim mataría a tiros a Artie. La gente del O´Farrell Theatre le despidió celebrando una orgía como homenaje. Pero no todo el
porno en los 70 era Damiano y los Mitchell. También merecen destacarse,
aunque sea de pasada, por razones de espacio, otros importantes realizadores
y películas de aquella época. Radley Metzger, por ejemplo,
ya había rodado muchas películas soft core antes de pasarse
al porno duro con el seudónimo de Henry Paris. En su filmografía
figuran algunas excelentes películas como Tardes privadas
de Pamela Mann (Private afternoons of Pamela Mann, 1974), con un
magnífico reparto compuesto por Barbara Bourbon, Georgina Spelvin En cuanto a películas importantes de otros realizadores, merecen señalarse Eruption (1976), de Stanley Kurlan, una de las mejores películas del malogrado John Holmes; Small town girls (1979), de Tom Janovich; Alicia en el país de las pornomaravillas (Alice in Wonderland, 1975), de Bud Townsend, adapatación de la obra de Lewis Carroll, con números musicales y cierto tono infantil; Las aventuras de Flesh Gordon (Flesh Gordon, 1978), de Howard Ziehm y Michael Benviste, superproducción de ciencia-ficción, con efectos especiales nada menos que de Rick Baker; Debbie does Dallas (1978), de Jim Clark, uno de los clásicos de la comedia adolescente, y que logró una recaudación millonaria; Las hijas del granjero (The farmer daughters, 1976), de Zebedy Colt, película ambientada en la América profunda, con granjeros, forajidos, venganzas y violencia, muy al estilo de las roughies de Russ Meyer; y otras interesantes producciones que nos dejamos en el ordenador por falta de espacio. Por último, hacer mención de las más importantes estrellas que participaron en la consolidación del X en los 70. Si bien más adelante habrá un capítulo en el que repasaremos más detalladamente la biografía de los nombres fundamentales de los 70 (así como de los 80 y 90), no sería de recibo hablar de esta década fundacional sin siquiera nombrar a los abnegados actores y actrices que participaron en ella. Al principio, la mayoría de estos intérpretes eran simples aficionados, que al consolidarse la industria se volvieron actores profesionales y constituyeron un pequeño pero efectivo star-system, que se ampliaría en las décadas posteriores. Entre los actores, indudablemente el más destacado (no sólo de los 70, sino de toda la historia del porno) fue John Holmes y su famosa herramienta de 35 cm.; su azarosa vida es de las que hay que repasar con más tranquilidad; además, el peludo Harry Reems y su prominente mostacho; Eric Edwards; Jamie Gillis, idóneo para los papeles de aristócrata pervertido iniciador de jovencitas; John Leslie; Randy West y sus paupérrimas eyaculaciones; Joey Silvera; Paul Thomas; o el bajito, peludo, panzón, grasiento, inefable y siempre entrañable Ron Jeremy. La mayoría de ellos siguen hoy en día relacionados con el mundo del X, como productores o directores (caso de Leslie o Thomas), aunque algunos siguen en activo como actores en una carrera que ya dura décadas (como Gillis, West o Jeremy). Entre las actrices destacar a Jennifer Welles, Jennifer Robbins o Lisa de Leeuw, las tres de generoso perímetro pectoral; la veterana Gloria Leonard, ideal para papeles de madame de burdel o de sufrida madre de jovencitas; Leslie Bovee, y sus jugosas colaboraciones con John Holmes; la escuálida Annette Haven; Constance Money; la explosiva Vanessa del Río, auténtica bestia parda, una de las mayores devoradoras de hombres que ha dado el género; Barbara Bourbon; Rene Bond; Teri Hall; la guapísima Serena, que mantuvo en la vida real una relación sadomasoquista con Jamie Gillis; la menudita Loni Sanders; Veronica Hart; Rhonda Jo Petty; la magnífica Kay Parker; la oriental Mai Lin; Samantha Fox (nada que ver con la cantante pop británica del mismo nombre y abundante delantera); la rubia platino Seka; y por supuesto las fundacionales y ya mencionadas Marilyn Chambers, Linda Lovelace y Georgina Spelvin. La mayoría de ellas se retiraron en los 70, aunque algunas extendieron su carrera durante la primera mitad de los 80. Al contrario que los chicos, prácticamente ninguna siguió vinculada al mundo del porno al retirarse, sino que la mayoría se dedicó a casarse, tener hijos y vivir felices (por supuesto, con alguna excepción, como Veronica Hart, que hoy día sigue ejerciendo como productora). En fin, hasta aquí lo que fueron más o menos (más menos que más) los 70. Los 80 supondrían una auténtica revolución, a causa de la aparición de un aparatejo que cambiaría para siempre los modos de trabajar y la concepción del género tal y como se conocía hasta entonces. Tal extraño chisme respondía al nombre de vídeo.
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