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CARALLO CON LA CULTURA
Por Antonio Tausiet
www.tausiet.com

 

Uno se pone a divagar y no para. Esta vez sobre las múltiples maneras de convertir el arte en una ocupación parásita. Vamos a dar un ejemplo claro de persona, llamémosle Antonio Tausiet.

En cuanto asoma por el horizonte la posibilidad de acercamiento a cualquier burócrata o político o artista o licenciado que se convierta en puente para cruzar el río de la organización del ocio (antes cultura), este ejemplar de advenedizo sonríe, baila la danza ritual del apareamiento y pretende sacar partida de los que sienten de verdad el arte como vómito del sentimiento.

Así, inocula su página web o su único cortometraje enseñable en cualquier rincón que pueda servirle de escaparate. Así, pretende que cualquier línea que escribe es la línea que le catapultará al Olimpo de los redactores de frases para la historia. Así, bromea con pintores, cineastas, estudiosos, diseñadores, músicos y fotógrafos, hasta convencer a su mundo enano (que él considera infinito) de que él es la persona indicada... para cualquier cosa.

Y engorda su ego. Porque los demás le ven como alguien que puede ayudarles, hasta que se dan cuenta de que Antonio Tausiet (pongámosle como ejemplo; hay muchos así) no es más que aire sin purificar. Un tipo que viene y va, saludando, sin oficio conocido, y sin beneficio alguno para nadie que tenga dos dedos de frente y sepa vivir, crear y sentir.

Desde luego que hay especimenes peores, más dados a chupar la sangre sin escrúpulo alguno. Pero este anodino mequetrefe sobra en la fauna de la cultura, igual que sus innumerables hermanos gemelos.

Desde aquí animamos a recoger firmas para que la nómina de mindundis sea condenada al ostracismo, empezando por el protagonista (una vez más, sin sentido) de este artículo, que sirva de ejemplo para que cuantos desde la gestión real o desde la entrega de hechos artísticos consumados favorezcan que el público reciba lo que realmente importa: satisfacción íntima, y no propaganda barata, fuegos artificiales o caminos de colores que no llevan a ninguna parte.