VIAJE A TÚNEZ


Antonio Tausiet
www.tausiet.com

 

 

 

Luis Goytisolo, El País, 16 de agosto de 2004:

Los relatos de viajes han tenido desde siempre un desarrollo paralelo al de los relatos de aventuras y con frecuencia la peripecia inventada -Ulises, Robinson- ha terminado por adquirir el valor de referente real. Su afirmación como género se produce en el siglo XIX y en sus mejores representantes, casi todos anglosajones, se mantiene esa indefinición: Stevenson y Melville, como más tarde Conrad o Hemingway.

Variante de esa fórmula tradicional es la desarrollada por el viajero crítico, el viajero que en el fondo detesta los lugares que visita y el relato escrito consiste fundamentalmente en una exposición de sus múltiples reservas personales. El mejor ejemplo es el que nos ofrece Evelyn Waugh.

Otra variante es la del viajero nostálgico, empeñado en seguir los pasos de lo que ya no existe. Su más perfecta representación es la obra de Karen Blixen; entre nosotros, las de Javier Reverte.

Otra tendencia, de rasgos más difusos, es la de convertir al viajero, o si se prefiere, al turista, en el verdadero protagonista del viaje.

Modalidad que más que a la creación literaria se aproxima al periodismo, en la que el viaje en sí se desdibuja hasta casi desaparecer, es el relato que nos hace el comentarista político y económico. Ahí, más que los movimientos del autor, lo que cuenta son los datos objetivos referentes a la realidad en la que se mueve. Tal sería el caso, por ejemplo, de Robert Kaplan o de Kapucinsky, ejemplo óptimo, este último, del papel nefasto que desempeñan los presupuestos o esquemas previos en los relatos de viaje, como en cualquier otro terreno.

 


 

Túnez (Tunicia, Tunisia; capital: Túnez) es un pequeño país del norte de África por el que han pasado múltiples civilizaciones: púnica, romana, bereber, bizantina, árabe, turca y europea (Francia). Obtuvo la independencia en 1956. Su primer presidente fue Habib Bourguiba. En 1987, Ben Alí le sucedió, continuando las reformas que han hecho de este territorio musulmán el más europeo del Magreb.

Este es el relato de un viaje imposible de una sola semana por todo el territorio de Túnez, en agosto de 2004.

 

TÚNEZ

 

Lunes 9

Toda la zona de Sousse, entre Monastir y Túnez, está repleta de banderas rojas, las oficiales del país. Hay continuos controles policiales, porque hoy o mañana hace esta misma ruta el presidente.

De vez en cuando, entre los inmensos campos de olivos, sembrados de basura al borde de las carreteras, se yergue una palmera solitaria. En los espacios yermos entre los olivares, rebaños de cabras arrancan los pocos matojos secos que quedan. Según un habitante de la zona, hace todavía más calor que el habitual.

Bordeamos Hammamet, localidad costera y turística por excelencia: símbolo inequívoco de la espeluznante progresión geométrica a la que aumenta la primera industria del país.

A medida que nos acercamos a la capital, van apareciendo los viñedos entre las colinas. Pasamos de los colores pardos a los verdes, y hasta el sol se permite un pequeño descanso. Un helicóptero militar y varias torres de alta tensión: al fondo, Túnez. Termina así el recorrido por la única autopista del país. El minarete de una mezquita, escondido en un bosque de antenas parabólicas, se queda enano ante una cementera gigante.

Dejo mi equipaje en un hotel de la capital y me dirijo hacia la mayor zona verde de la ciudad. Por las callejas, aunque es de día, circulan los camiones de la basura, desprendiendo un olor de detritus de comidas especiadas, inaguantable más de unos segundos para cualquier occidental.

El parque Belbedhere alberga un zoológico algo desvencijado. Reposo a la sombra de un drago centenario. Las familias se sientan en la hierba, con los niños revoloteando. Se me acerca Husein, un joven que sueña con volar a Francia, musulmán convencido, como la mayoría de sus compatriotas. Hablamos en francés durante tres horas, mientras nos vamos fumando entre los dos un paquete de Ducados. Me cuenta muchas cosas, de su país y de su religión.

Arabia Saudí es el único lugar donde las palmeras datileras ofrecen sus ubérrimos frutos cuatro veces al año, gracias al milagro que obró Alá mediante Mahoma, para que los árabes de esa península se convirtieran a la única verdad. Nada que ver con el resto de palmeras del mundo, Túnez incluido: las cosechas se recogen una sola vez al año.

Husein es honrado y sincero. Me regala uno de los jazmines artificiales que elabora atando pétalos de esa flor. De él aprendo que el gas natural argelino pasa a Italia por Túnez, que lo obtiene casi gratis, además de recibir dinero italiano por el peaje.

Pronto acabará el mundo, y una de las señales será que el sol saldrá por Poniente y se esconderá por Oriente.

Mahoma (saludado por una letanía cada vez que se pronuncia su nombre) vivía en los legendarios tiempos en los que se movían las montañas, y las gentes eran mucho más grandes que ahora.

El Corán nos enseña que no no hay que beber alcohol, pero mucho más importante es no practicar el juego ni la usura: quien habla del dinero como algo maligno es un verdadero musulmán.

El padre de Husein, cuya pensión de jubilado es de 100 dinares, una cantidad ridícula, fue pastor de ovejas, oficio sagrado porque Mahoma también lo fue.

Cada paso que da un pastor es una gracia más a sumar a las concedidas por Alá.

La población femenina se multiplicará hasta superar en varias veces la de los hombres: ya sucede en Suecia y en Australia.

Si los árabes retiran su dinero de USA, este país sólo quedará rico en guerras.

En España se levanta el "castillo rojo", magna obra musulmana.

Y según él, tan cierto como que el Corán es la verdad revelada y que el agua es agua y el té es té, yo, ateo, me voy a convertir en la fe de Alá: basta con que lea una buena traducción del libro sagrado.

Husein tuvo un accidente de tráfico, tras el que se quedó en coma durante tres meses. Pese a haber superado previamente con éxito la carrera de ingeniería, ahora mendiga unos céntimos a los visitantes del parque.

CERVEZA CELTIA

Tomo una deliciosa y copiosa cena a base de pescado y cordero, con sus arroces y ensaladas, tras beber una cerveza con quien se presenta por la calle como camarero de mi hotel: presumo que todo su discurso es absolutamente falso, al contrario que el de Husein. En la cervecería adonde me lleva ponen las botellas de dos en dos. Rechazo la segunda mientras el impostor bebe su ración de alcohol.

Martes 10

Viajo hasta el antiguo municipio romano de Dougga. Sus ruinas son las mejor conservadas de Túnez. Teatro, foro, termas... Un viaje largo, en el que se pasa por poblados: entre ellos Testour, que fue asentamiento español, del que conserva vestigios y un barrio completo. Llueve ligeramente a la ida, pero no aplaca el calor. (48 grados centígrados de media durante todo el viaje).

Ya a la vuelta, a las afueras de Túnez capital, en el lugar antiguamente ocupado por los prados del rey turco depuesto (la república se proclamó en 1957, un año después de la independencia de Francia), en el antiguo Palacio del Bardo, actual museo, se conservan numerosos mosaicos, sobre todo de época romana.

También se exponen desde hace poco tiempo las mercancías (esculturas, mobiliario) que transportaba un navío que se hundió en el siglo I antes de Cristo. La visita a este museo, a toda velocidad, con el calor ahogándonos y cientos y cientos de turistas hormigueando por todas las salas, resulta el primer aldabonazo en la coraza de mi conciencia de viajero: ¿había sido una buena idea contratar un viaje organizado para dejarme llevar? Luego supe que sí, por dos razones. La más importante, Isa y Pepe (de los que luego hablaré). Pero también porque cualquier tipo de experiencia es enriquecedora.

ISA Y PEPE

El paisaje del noroeste de Túnez alterna los campos de cereales (que esconden tesoros arqueológicos enterrados) con los omnipresentes olivares, viñedos, y también huertos de sandías y tomates que ponen la nota de color al borde de la carretera.

Entre Cartago y Sidi Bou Said se encuentra la gigantesca residencia oficial del presidente de la república, fuertemente protegida por las siempre presentes fuerzas de seguridad.

Cartago (Delenda est Carthago), puerto fenicio, escondite del pirata turco Barbarroja, ciudad de Aníbal, tuvo su máximo esplendor en época romana. Se conservan los sótanos de las inmensas termas de Antonino, a la orilla del Mediterráneo.

Sidi Bou Said es un pueblecito de alto standing, residencia de los miembros del gobierno y los embajadores. También se ha convertido en infierno turístico, como otros enclaves de encanto peculiar (la isla de Saint Michel en Francia, por ejemplo). Su calle principal, con sus típicas casas blancas y azules, es un hervidero de turistas sin sentido.

UN ÉTÉ À LA GOULETTE

Al este de Túnez capital se alza la villa de La Goulette. Cuenta con una fortaleza en la que estuvo encarcelado Miguel de Cervantes. En este lugar se rodó la deliciosa película tunecina Un été à La Goulette (1996), con la actriz Claudia Cardinale, nacida en Túnez.

CLAUDIA CARDINALE

La ciudad de Túnez, centro de nuestras primeras correrías, alberga una inmensa medina (ciudad vieja) de 6 por 8 kilómetros. Su entrada por la puerta este (del Mar) lleva a estrechas callejuelas donde se comercia artesanía para el visitante, pero basta alejarse unos metros para encontrar cientos de puestos en los que los propios tunecinos compran su ropa, calzado y todo tipo de útiles. A los pies de la medina, la gran avenida central, con la iglesia cristiana francesa de San Vicente de Paúl, sus soportales, e innumerables referencias arquitectónicas a la europea. Viajar por primera vez a África visitando Túnez es como bajar por la escalerilla de una piscina olímpica en la zona que menos cubre. Y por supuesto, quedarse en esa zona sin sumergirse. Lo más parecido a no moverse de la bañera de nuestra casa. Desde luego, tirerse de cabeza no es.

Los establecimientos de bebidas se dividen en dos tipos: cafeterías (los más comunes), donde no sirven alcohol, y "cervecerías árabes", en las que sólo se consume cerveza Celtia, que si no dices nada te sirven de dos en dos en botellas de tercio (como ya hemos explicado antes). Cierran muy pronto, a las 8, y sólo permanecen las de los hoteles, a diferenciar entre árabes y el resto: estos primeros mucho más baratos, como el St. Michel de la capital, poblado sólo por magrebíes varones.

Una cadena local de televisión emite continuamente vídeo clips y anuncios: todo con la misma estética kisch que correspondería a los años 80 españoles. Los gatos se pasean por todas partes, incluso dentro de los bares. Hay fotos del presidente Ben Alí repartidas por el país: afuera de los edificios oficiales, y enmarcadas dentro de los lugares de acceso público. Allá donde vas, el cuadro con su imagen surge en cualquier rincón. Y las numerosas sedes de su partido, que obtiene más del 90% de los votos en las supuestas elecciones democráticas, exhiben también su imagen en carteles y banderas. Hay varios modelos de retrato de este torturador: disfrazado de musulmán, saludando brazo en alto, frotándose las manos vestido de europeo...

BEN ALÍ

Miércoles 11

Desde Túnez a la ciudad santa de Keirouan, con su importante mezquita, donde reparten pañuelos y chilabas en la puerta para tapar hombros, escotes y muslos, pese a que el acceso es sólo al patio: el interior de los recintos segrados es lugar exclusivo de los creyentes.

También su Mausoleo del Barbero, en el que conviven los turistas con las familias de peregrinos que acuden a la gran mezquita y a la tumba del santo. Van con sus niños varones a que les practiquen la circuncisión, tiñéndoles con jena los pies y las manos. Luego hacen una fiesta con comida, y las mujeres gritan con el típico chillido bereber.

Lugar de confección de alfombras de lana de cordero. Medina, con su zoco y su té a la menta. El paisaje se va haciendo más árido, y las chumberas comienzan a sustituir a los olivos. Es la estepa que da paso al desierto.

Largo viaje durante todo el día. En total, 500 kilómetros. entre Keirouan y Tozeur paramos en medio de ninguna parte, por una avería. A la sombra de una vieja casa, se acerca una mujer con su niña pequeña. Pronto aparece toda la familia: cuatro o cinco niños más, varias mujeres y dos hombres, uno de ellos anciano. Transmiten sosiego, inteligencia y dignidad. Un grupo de turistas y un grupo de autóctonos: a alguien se de debió de ocurrir una vez que ese es el momento preciso para regalar bolígrafos, sea cual sea el país o la situación concreta. Luego sabemos que una de las "aborígenes" es la maestra de la escuela local.

A las puertas del Sahara, el pueblo de Nefta a orillas de Chott el Jerid, el lago salado, que permanece seco durante todo el año. Noche de cervezas y buena conversación con Isa y Pepe, dos charnegos de Rubí. Paso en ruta por Tozeur, a donde volveremos en un par de días.

El tren llega hasta allí, porque en las inmediaciones hay minas de fosfatos, descubiertas y explotadas en el siglo XIX por los invasores franceses. Han sido privatizadas y sus empleados despedidos. Es lo que llaman ahora Estado de derecho: Estado desmantelado y Derecho de venta al mejor postor.

El hotel La Rose de Nefta es un edificio impresionante, con patios interiores con palmeras y una piscina de agua iluminada. Oigo a mi alrededor, no obstante, inexplicables quejas sobre el alojamiento.

Jueves 12

Un baño rápido en la piscina del hotel y después una visita el palmeral de La Corveille, hondonada en la que confluían numerosas corrientes de agua, hoy inexistentes por el auge del turismo. El ingente gasto de agua en los hoteles ha secado las fuentes de abastecimiento tradicionales de estos pueblos, hasta el punto de que se ha prohibido la implantación de nuevos complejos turísticos en la zona (aunque teniendo en cuenta las veleidades neoliberales del actual gobierno tunecino, pronto todo el país se convertirá en al patio de recreo del turista occidental).

Los habitantes viven del turismo y de los dátiles (explotados por empresas españolas). Nefta, construida en ladrillo y adobe, cuenta con un extensísimo palmeral. Los recolectores de dátiles suben a finales de agosto hasta las copas de las palmeras, para recoger sus apreciados (y riquísimos) frutos. Un zumo de limón, exprimido con la corteza incluida, refresca la sequedad de los casi 50 grados a los que se venden al sol las "rosas del desierto" en la plaza. Todavía no estamos tan al sur como para encontrarnos en pleno desierto del Sahara, pero tenemos que utilizar un vehículo todo terreno para despalzarnos a los dos únicos oasis de montaña de Túnez, Chebika y Tamerza, casi en la frontera oeste con Argelia.

El paisaje rocoso deja muy poco espacio a la vegetación, y los escasísimos cursos de agua horadan cañones y forman cascadas, con pozas en las que es posible bañarse. En las inmediaciones de los lugares más visitados se agolpan puestos de artesanía y pequeños negocios de té. Aroman su presencia quemando incienso, y sirven sus infusiones con hospitalidad. La música popular de la zona acaricia los oídos mientras aplacas tu sed con té verde a la menta. Aunque pronto Túnez será invisitable, los pequeños placeres permanecen todavía...

El entorno árido ha sido escenario de múltiples rodajes de largometrajes, como El paciente inglés o La guerra de las galaxias. De esta última permanece, en medio de una gran explanada circular, el decorado de un poblado futurista.

STAR WARS

El coche salta por las dunas como una atracción de feria, alcanzando ángulos imposibles. El sol, omnipresente, se ha ocultado ya, y de vuelta a Nefta contemplamos la maravilla de una caravana de dromedarios recortada por la luz de la luna.

LOS TRENES DE TOZEUR

En los pueblos fronterizos, miran el paso de los trenes
Las rutas desiertas de Tozeur

Desde un viejo balcón, tu madre me observa
Y se acuerda de mi y de mi forma de ser

Y por un instante retorna mi anhelo de vivir a distinta velocidad
Circulan aún más despacio los trenes de Tozeur

En iglesias vacías hoy construyen los refugios
De las astronaves interplanetarias

En una mina olvidada, paredes de sal
Y un recuerdo mio, como un mágico encanto

Y por un instante retorna mi anhelo de vivir a distinta velocidad
Circulan aún más despacio los trenes de Tozeur

(Franco Battiato)

FRANCO BATTIATO


Viernes 13

La ciudad de Tozeur, con su museo de las costumbres del Islam y su zoco en la medina. Animado mercado de carne, donde se venden piezas de dromedario lechal.

Alojamiento en el hotel Touareg, en la zona perimetral de Douz, enclave al que se llega atravesando el inmenso lago salado, del que los romanos, omnipresentes en la historia del país, extraían el mineral. Un paseo turístico en dromedario nos adentra en el límite norte del desierto del Sahara, con su arena fina y sus palmeras desperdigadas. Sufridos y dóciles, los dromedarios llevan y traen con calma a los visitantes.

Por la noche, demostraciones acrobáticas en caballos y dromedarios, al ritmo de gaitas y tamboriles. Después, cena en una jaima, a base de cuscús con cordero. Sólo apuntar al respecto que el recibimiento a este paripé bereber se realiza con unos vasos de plástico que contienen... sangría.

 

Sábado 14

En Matmata, enclave bereber, con sus casas bajo tierra, llamadas trogloditas, vestigios del rodaje de la saga de las galaxias, de nuevo.

Mediante un ferry pasamos a la mítica isla de Djerba. La bandera amarilla deja claro que hay que saltar si no quieres que te engullan las olas, en la playa privada del hotel. Lugar privilegiado, con su costa y su riqueza, elegido por Ulises para darse una vueltecita por aquí en su barco para ver a sus habitantes, los lotófagos, que ofrecían dátiles a los marineros para que perdieran la memoria. También tumba de cientos de españoles muertos por los turcos en el siglo XVI, quienes construyeron una pirámide de cráneos que se conservó hasta el siglo XIX.

BARBARROJA, PIRATA TURCO

 

Visita a su zoco y unos tes en una aireada terraza de uso local: por fin algo cuesta al precio del país (cuatro veces más barato que lo más barato hasta ahora).

Al caer la tarde llega a hacer frío, saliendo de la piscina del hotel de Gabes. Pero es sólo momentáneo: un paseo marítimo construido para los turistas, pero felizmente invadido por los oriundos, nos devuelve a la temperatura templada por la brisa.

 

Domingo 15

El habitual madrugón nos permite gozar de una espléndida vista desde la habitación del hotel que vamos a abandonar: amanece y el cielo se tiñe de naranja intenso, contrastando con un precioso azul igual de oscuro en el mar mediterráneo.

Vistazo rápido a la medina amurallada de Sfax, con su zoco y su mercado cubierto. Se trata de la segunda ciudad del país, y la primera en industria, lo que la convierte también en la más contaminada...

Más tarde, al fondo de una calle, en el pueblo de El Jem, se divisa el coloso, tras el minarete de una modesta mezquita: el tercer anfiteatro más grande del mundo, muy bien conservado e imponente.

En ruta hacia Sousse, tercera ciudad en importancia del país. Se trata del último enclave a visitar en esta alocada semana sin descanso. El alojamiento, en un macrohotel repleto de turistas alemanes (y alemanas), con su piscina, su playa, su zona de apartamentos, su bazar, sus distintos tipos de bares, su talasoterapia... Un baño relajante tras hacer las últimas compras en el zoco local; también las últimas limonadas, tan buenas aquí, con Pepe e Isa, mis amiguetes de Rubí, a la cena, unas cervezas en el bar morisco... y a coger el avión de vuelta, de madrugada.

DISECCIÓN DE TURISTA ALEMANA

Un viaje trepidante, una experiencia sociológica interesante, un país atrapado por el turismo de masas, un guía (Hamdam) que nos bautizó como "los intelectuales" a los dos pedazos de pan catalanes y a mí. Aterriza el avión en Barajas. Me quito el cinturón. El del cerebro y el otro.



 

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