Arnaldo de Villanueva
En castellano, Arnaldo Villanova, Arnaldo de Villanova y Arnaldo de Villanueva.
En catalán, Arnau de Vilanova.
Latinizado, Arnoldus y Arnaldus- Villanovanus.
Aragonés de nacimiento, aunque se le han atribuido otras procedencias: francés (ver la entrada "Alcohol"), catalán, valenciano, italiano...
El siguiente texto es reproducción íntegra del trabajo de D. Ricardo Centellas para la Institución Fernando el Católico de Zaragoza. Está transcrita de la dirección web que enlaza arriba la palabra "aragonés" (http://es.geocities.com/asociacionvillanueva/arnaldo.html). El mismo trabajo figura también en la web www.villanuevadejiloca.com /arnaldo.htm, de David Peligero.
INTRODUCCIÓN
Arnaldo de Villanova, uno de los médicos y profesores más afamados de la historia de la medicina, se describió a sí mismo como un "hombre silvestre, teórico ignoto y aldeano práctico" (homo sylvester, theoricus ignotus et practicus rusticanus), "nacido de un terruño desconocido y obscuro" (natus ex gleba ignobile et obscura). Aparte de lo que de tópico poseen estas afirmaciones en un hombre que fue embajador, médico y confidente de varios reyes, papas y magnates, las referencias acerca del origen de Villanova son especialmente obscuras y embrolladas; referencias ocasionales y contradictorias hacen de Francia, Cataluña o Valencia, la patria de Villanova. El sabio Menéndez Pelayo escribió ya en 1880 que "el referir y contrariar los yerros cometidos por los biógrafos de Arnaldo sería prolijo y enfadoso"
Descubrimientos documentales recientes apuntan a Villanueva de Jiloca, cerca de Daroca, como el lugar de nacimiento del físico aragonés sin que se conozca la fecha exacta, hacia 1240. Sin embargo, muy pronto emigró, presumiblemente con su familia, al vecino reino de Valencia, un territorio nuevo, poco tiempo antes conquistado por el rey Jaime I (entre 1225 y 1262). En su capital fue tonsurado a los siete años, vivió y ejercició su profesión como médico, tuvo propiedades y profesó monja dominica su hija María (1291). De una longevidad inusual para la época, a caballo entre los siglos XIII y XIV, murió septuagenario, en 1311, en plena actividad diplomática y médica.
PROFESOR Y MÉDICO REAL
La expansión
de la ciudad y de la burguesía, el nacimiento de las catedrales, el desarrollo
de las universidades y del escolasticismo, el establecimiento del Papado en
Avignon y la crisis de la Iglesia, fueron algunos de los grandes movimientos
socio culturales y hechos políticos con los que convivió Villanova.
En la década de 1260, acudió a la Universidad de Montpellier,
capital de un señorío incorporado en 1204 a la Corona de Aragón;
estudió Medicina -especialidad en la que Montpellier se destacó
desde sus orígenes- y Teología, y conoció a su futura esposa,
Agnès Blasi. La documentación sobre su actividad resulta escasa
hasta su establecimiento como médico de la Casa Real de Aragón;
se documenta su vida en Valencia entre 1276 y 1281.
Pedro III el Grande le otorgó una renta anual de 2.000 sueldos barceloneses
en 1281 y hasta la muerte del rey en 1285 permaneció en Barcelona la
mayor parte del tiempo; allí, en el convento de los dominicos, bajo la
dirección de Raimundo Martín, aprendió el hebreo y la cultura
rabínica y talmúdica, así como amplió sus conocimientos
en Teología iniciados en su juventud valenciana y en la Universidad de
Montpellier. Regresó a Valencia (1289-1291) y antes de 1290 (en ¿1289?)
debió compaginar su profesión como médico real con la docencia
en la Universidad de su juventud, Montepellier, que, hasta la apertura de los
estudios en Lérida y Bolonia, fue el lugar más próximo
en la Corona para el estudio de la Medicina. Desde 1297 tuvo una casa en propiedad
en la ciudad occitana que abandonó definitivamente en 1301; en la reforma
de los estudios de 1309, propiciada por su amigo el papa Clemente V, desempeñó
un papel destacado. Simultaneó la docencia con el servicio áulico
bajo los reyes Alfonso III (1285-1291) y desde 1293, Jaime II, de quien fue
además consejero. En 1297 se le ordenó la asistencia del parto
de la reina Blanca de Nápoles en Roma.
POLEMISTA RELIGIOSO
En la última década de su vida, Villanova viajó, polemizó y escribió sin descanso pese a su avanzada edad para la época (era sexagenario). En una epístola de 1309 del cardenal Napoleón y del diácono Pedro de la corte papal al rey Jaime II, se refirieron a Villanova como el prudente, sabio y abrasado en el amor de Dios, maese Arnaldo, gran celador de la honra regia, varón iluminado y de virtud. Negoció con éxito, en París, en 1299 ó 1300, con el rey de Francia Felipe IV el Hermoso, la cuestión de límites y posesión del valle de Arán (Lérida). Su estancia en Ille-de-France la aprovechó para polemizar en la Facultad de Teología de la Sorbona, la más importante y prestigiosa de su tiempo; divulgó su tratado De consummationes saeculi(ampliado y enviado al papa como Tractatus de tempore adventus Antichristi)de contenido apocalíptico, anuncio de la venida del Anticristo, que el médico fijó en 1376.
Procesado
inquisitorialmente y condenado por sus ideas, apeló al papa Bonifacio
VIII que suavizó la sentencia (1301) no sin antes curarle sus dolores
producidos por los cálculos (le distinguió con el título
de arquiatra, especie de protomédico papal); otro tanto ocurrió
con sus sucesores Benedicto XI y Clemente V.
Encarcelado en Perugia, en 1304, una vez liberado huye a la corte de Fadrique
III de Sicilia, hermano de Jaime II de Aragón, para quien escribió
varias obras religiosas, médicas y jurídicas; inicia así
una relación que alcanzó hasta el final de su vida. Regresado
a Cataluña al año siguiente, el 11 de julio presentó la
Confesión de Barcelona sobre todo su pensamiento escatológico;
culminación de ésta fue la Expositio super Apocaliypsi (Exposición
sobre el Apocalipsis) escrita en el retiro del monasterio de San Víctor
de Marsella (1306).
Llamado a Sicilia a comienzos de 1309 para explicar un sueño del rey,
a resulta de la interpretación, Arnaldo convenció al monarca y
a su hermano Jaime para organizar una nueva cruzada que tendría por objetivo
el reino de Granada; ambos reyes enviaron al médico y consejero a convencer
al papa Clemente V (IX.1309), amigo personal de Villanova. Sin embargo, las
intrigas de la jerarquía franciscana, molesta por la defensa que Arnaldo
hacía de los movimientos ascéticos radicales de beguinas y begardos,tergiversaron
la exposición del médico ante el papa y enrarecieron la relación
de éste con el rey de Aragón. Jaime II, en plena campaña
de Almería, ordenó la venida del físico para que le explicase
su actuación en la corte papal; allí escribe para el rey el Razonamiento
de Aviñón en catalán además de un régimen
de salud para la campaña militar (Regimen Almeriae).La desconfianza regia
hicieron regresar a Villanova a Sicilia, a la corte de Fadrique.
Navegando hacia Génova le sorprendió la muerte en septiembre de
1311.
Villanova observó en su época el descenso de la fe y de la virtud
cristianas, el cautiverio del Papado y la relajación del clero secular
y regular (los monasterios no eran nido de palomassino albergue de culebras,
serpientes y dragones); en especial no simpatizó con los tomistas dominicos
y en general con los escolásticos porque concibió que la aplicación
de su filosofía era perjudicial para la Teología; no tiene de
extraño que anhelara la venida del Anticristo y del fin del mundo, asuntos
que se convirtieron en obsesión al final de su vida, pleno de denuncias,
amenazas, condenaciones, confesiones y procesos en varias partes de la Corona
de Aragón y el Papado continuaron después de su muerte. Arnaldo
apareció más como un predicador apocalíptico que como un
hombre de ciencia; sus enemigos lo tacharon de "fantástico",
"nigromante", "encantador", "hipócrita",
"hereje y papa de herejes" acusaciones frente a las que él
sentía que estaba firme y aparejado para confundir a los falsarios de
la verdad evangélica (Razonamiento de Aviñón, 1309).
FAMA Y LEYENDA
Los estudios teológicos arnaldianos, especialmente los escatológicos, dieron mucho que escribir y polemizar hasta finales del siglo XIV. Un lustro después de la muerte de Villanova, en 1316 fueron condenadas, en el Arzobispado de Tarragona, 15 tesis suyas. Parte de su obra teológica fue quemada públicamente, recusada en procesos diversos y censurada.
Como científico
fue autor de experimentos peregrinos que, sin embargo, le han convertido en
pionero de varias áreas de la química. Fue el primero en aplicar
a la terapéutica los minerales y las esencias de las plantas obtenidas
en el laboratorio; así descubrió la destilación fraccionada
y los efectos venenosos del monóxido de carbono, y gracias a las modificaciones
que efectuó en la retorta, procuró la obtención de los
ácidos fuertes productores de reacciones químicas básicas
para el progreso de la ciencia.
Con la fama vinieron la atribución de falsas obras tanto teológicas
como físico-médicas que le convirtieron, por ejemplo, en un reputado
alquimista fabricante de oro. Estas fantasías biográficas obraron
en menoscabo de su perfil moral, tergiversando la historia y sus ideas teológicas.
SU OBRA
Poseyó el prolífico Villanova un interés continuado por dos asuntos: la Medicina y la Teología. De formación políglota dominó las lenguas hebrea, árabe, probablemente el griego, algunas vulgares de Francia, Italia y por supuesto el latín y catalán en las que escribió. Su obra médica se compone de 27 títulos auténticos más otros 51 atribuibles al maestro en diferentes grados, según los estudios de los editores de la Opera Medica Omniaarnaldina (Fundació Noguera, Universitat de Barcelona y CSIC; desde 1975). Versan sobre medicina teórica con fines docentes (Speculum medicinae), aforismos (Aphorismi de gradibus),regímenes de sanidad (Regimen sanitatis ad regem Aragonum y Regimen Almeriaeencargados ambos por el rey Jaime II), medicina práctica, estudios monográficos, farmacia y traducciones (de Avicena, Galeno...); también se ocupó de la Astrología, la cábala y alquimia aunque la mayoría de las obras que se le atribuyen son apócrifas. De teología destacan los tratados doctrinales, en especial los de contenido escatológico (Tractatus de tempore adventus Antichristi),las confesiones (muestran por escrito, ante notario y en público, las ideas sobre un determinado asunto, para que con posterioridad no sean tergiversadas) y de los de tema espiritual y filosófico. Sus ocupaciones áulicas también le llevaron a escribir tratados políticos y legales (Constitutiones Regni Trinacriae), y largas epístolas temáticas.
RÉGIMEN DE SANIDAD PARA EL REY DE ARAGÓN (Regimen sanitatis ad
regem Aragonum h. 1305-1308, antología de textos; traducción del
latín de P. Gil-Sotres):
EL EJERCICIO FÍSICO.- El ejercicio ha de preceder naturalmente a la comida por dos causas: una, porque excita el calor natural, que es el que debe digerir los alimentos, de donde conviene que el alimento que se ingiera encuentre el calor preparado y no dormido. Otra razón es que elimina las superfluidades del cuerpo y las dispone para la expulsión: y es que, si permanecieran en el cuerpo, impedirían a los miembros realizar sus acciones, pues embotan el calor natural y cierran los lugares por donde debe pasar el alimento.
QUIÉNES DEBEN TOMAR BAÑOS.- En el régimen de salud sólo deben bañarse aquéllos en los que se acumulan en los músculos y en las partes intercutáneas gran cantidad de superfluidades, bien porque no han hecho ejercicio o por haber comido demasiado; o los que, por haber sudado mucho durante el ejercicio, o por otra causa el baño, se les hace necesario.
DE LOS BENEFICIOS DEL LAVADO DE PIES.- Los soportes de los pies deben lavarse a menudo, con agua tibia, para conservar la salud de la vista, del oído y de la memoria, y frotarse. Y tal limpieza hágase por la tarde cerca de la entrada en el lecho aquellos días en los que no se cena.
NO HAY HORA PARA UNA BUENA COMIDA.- A los que están sanos no se les debe señalar ninguna hora como más conveniente para alimentarse, así para comer como para cenar; sino cuando la naturaleza lo apetezca. Y con esto se prueba que la costumbre vulgar de cenar temprano no tiene sentido en los que están sanos, más bien es fruto de la idea de los indocumentados y la sigue el pueblo sin razón alguna. Se ha de comer, pues, cuando la naturaleza lo apetezca, y no se debe estar mucho tiempo sin comer después de que se sienta el hambre, excepto en los ayunos de la Iglesia, por devoción religiosa o por una ocupación honesta. [...] Los que comen poca variedad de cosas y con moderación, viven con salud y largos años. En cambio los que comen gran variedad de alimentos, mueren antes de llegar a la vejez o ésta se les adelanta con muchos achaques, como sucede frecuentemente a los que habitan en el Norte [...]
LA FRUTA ES MEDICINA Y NO ALIMENTO.- Los cuerpos temperados no deben usar de las frutas como alimentos, sino como medicinas, a saber, para preservarse de algún accidente dañoso que se tome por la coincidencia de varios factores. Y así es conveniente que las tomen con moderación y orden, atendiendo a la utilidad que se espera adquirir por su consumo. No deben tomarse por gusto, sino por utilidad. Y el que las toma por capricho impide la conservación de la salud.
DE LOS PESCADOS.- En primer lugar, que su carne no tenga un olor intenso, ni tampoco sabor fuerte, ni que sea extraña al tacto y que, al separse, no sea del aspecto del limo. Los que tuvieran la carne blanca como la plata son los más sanos y, entre ellos, los que tengan escamas, deben preferirse siempre.
LA CABEZA DEBE ABRIGARSE DURANTE EL SUEÑO.- Y de modo similar se ha de cubrir la cabeza más durante el sueño que en la vigilia; porque, como el calor natural se concentra en las regiones medias del cuerpo, los extremos quedan desprovistos de calor; y así, más fácilmente puede dañarles el frío y mucho más si el aire fresco impelido por el viento entra por algún lugar estrecho y daña los miembros. Por esta razón hay que procurar que no quede alguna ventana o tronera abierta a la altura de la cabeza.
EL SUEÑO DESPUES DE COMER REQUIERE LA CABEZA EN ALTO.- Todos los que han comido deben en el sueño tener la cabeza y pecho más altos que las demás partes. Esto es especialmente recomendable para los que han comido mucho para que si el alimento regurgita no dañe el orificio del estómago y por consecuencia la cabeza y los miembros espirituales.
LOS EFECTOS DE LAS DISTINTAS POSICIONES DEL SUEÑO TRAS COMER EN DEMASÍA.- Cuando se hubiera completado el primer sueño, para aquéllos que han comido temperadamente, no es necesario dormir más. Pero si se hubiese comido más de lo necesario, o alguna cosa difícil de digerir, entonces el que duerme no se despertará del primer sueño por la perfección de la digestión, sino por el estímulo de las superfluidades contenidas en los miembros, como la orina en la vejiga, los humos en los músculos o lo que debe ser espulsado en el pulmón. Todo lo cual una vez se hubiera expulsado, orinando o tosiendo o extendiendo los miembros, debe volverse a dormir, lo que notará por la pesadez de la cabeza y de los párpados. Entonces, para que el humo encerrado en el hígado no se caliente demasiado, conviene dormir sobre el lado izquierdo, porque, estando el alimento así digerido, es suficiente menos calor que cuando está crudo.
LOS DAÑOS DE LAS RELACIONES SEXUALES DEMASIADO FRECUENTES.- Si fuera inmoderado y del mismo modo trabajoso y demasiado frecuente [la relación sexual], casi forzado, produce sequedad en el cuerpo por la inanición, especialmente en la parte delantera del cerebro. Además, el movimiento calienta el cuerpo con un calor extraño, sobre todo el corazón, hígado y cerebro, los riñones, los lomos y las articulaciones. El cuerpo se llena de vapores malos y fétidos. Por el movimiento, la inanición y el placer que se produce se disuelven los espíritus y el calor natural y por eso enfría; y de esto se siguen muchos daños, como el temblor en los miembros, la debilidad en la digestión por la impotencia del estómago, la consunción en los ojos y la humedad radical, debilidad de la vista y muchas otras cosas. (Speculum).
LA TRISTEZA.- La tristeza seca más que enfría, porque por sí misma no enfría, exceptuando el impedimento de producir espíritus que ocasiona. En cambio, deseca de muchas maneras impidiendo la recepción del alimento, exprimiendo de los miembros el alimento que se había recibido, y también sofocando los humos que en razón de quedar encerrados se sobrecalientan y se hacen agudos. Por todas estas cosas, la tristeza causa, muy rápido, la fiebre hética. [La negatividad de la tristeza debe ser rechazada salvo en el caso de la del pecador arrependido].Sus objetos deben ser evitados, salvo en la medida en que persuaden a la razón para detestar todos los vicios y conseguir mayor limpieza en la mente. (Regimen sanitatis y Speculum).
LA IMPORTANCIA DEL AIRE.- Cualquier actividad intelectual, sea percibiendo o juzgando, se lleva a cabo de forma más lúcida y perfecta cuanto más puro es el aire [...]. La experiencia diaria nos enseña que la impureza del aire así como su pesadez embota el entendimiento, entorpece el conocimiento, oscurece el juicio, vuelve simple el pensamiento y perturba los efectos. [El aire sutil por contraposición aire grueso] clarifica la sangre, haciéndola más útil y depurada, por lo cual alegra el corazón, serena la mente, alegra el cuerpo y acelera la tercera digestión en los miembros (Speculum).
Además de lo transcrito, a Villanueva se le atribuyen obras como
-LUMEN LUMINUM:DECLARACION CIERTA Y TODA VERDAD DE LAS CUATRO PALABRAS DE LOS PHILOSOPHOS ANTIGUOS Y DICHOS DE ELLOS ESCRITAS EN FIGURAS Y ENIMAS ÇELADAS
-El Rosario de los Filósofos
-Semita Semitae
Y el nombre del licor Agua de Oro se dice que se lo puso el gran físico catalán Arnaldo de Villanueva.
Otro enlace:
Enciclopedia rusa de astrología; se incluye a Villanueva y se ubica su nacimiento en Aragón:
http://encyclopedia.astrologer.ru:8005/cgi-bin/index?V/Villanova.html
BIBLIOGRAFÍA
CAMPOS SOUTO, María del Mar, El recetario para diversas enfermedades atribuido a Arnau de Vilanova, tesis de licenciatura inédita, Universidade da Coruña. Septiembre de 1994
MENÉNDEZ Y PELAYO, MARCELINO, Historia de los heterodoxos españoles, ed. CSIC, 1940.
MENSA VALLS, J.
Arnau de Vilanova (Episodis de la Història, 313). Barcelona, R. Dalmau Ed., 1997, 96 pp.
MENSA VALLS, J.
Artículos sobre Arnau de Vilanova:
«Comparació entre les regles i els principis d'interpretació bíblica en les obres autèntiques d'Arnau de Vilanova, l'Expositio super Apocalypsim i l'Expositio super XXIV capitulum Matthaei», in Arxiu de Textos Catalans Antics, XVII (1998), pp. 221-294.
«Estudis arnaldians recents (1994-1996)», in Revista Catalana de Teologia, XXII, 1 (1997), pp. 179-210.
«Sobre la suposada paternitat arnaldiana de l'Expositio super Apocalypsi : anàlisi comparativa d'alguns temes comuns a aquesta obra i a les obres polèmiques d'Arnau de Vilanova», in Arxiu de Textos Catalans Antics, XIII (1994), pp. 105-205
«L'antropologia espiritualista d'Arnau de Vilanova : anàlisi de les obres polèmiques (1297-1305)», in P. LLORENTE, A. BOADAS , Fr. J. FORTUNY, A. GRAU i I. ROVIRÓ (eds.), Actes del Simposi Internacional de la Filosofia de l'Edat Mitjana. Vic-Girona, 11-16 d'abril de 1993 (Sèrie Actes, 1). Vic, Patronat d'Estudis Oso nencs, 1996, pp. 329-335.
«L'Arxiu de Textos Catalans Antics i els estudis arnaldians», in Anuari de la Societat Catalana de Filosofia, V (1992-1993), pp. 169-174.
«La polèmica escatològica entre Arnau de Vilanova i els filòsofs i teòlegs professionals», ibid., pp. 263-275.
«Vers una comprensió integral de l'obra d'Arnau de Vilanova : la I Trobada Internacional d'Estudis sobre Arnau de Vilanova», ibid., VI (1994), pp. 243-244.
J. PERARNAU (ed.), Actes de la I Trobada Internacional d'Estudis sobre Arnau de Vilanova (Treballs de la Secció de Filosofia i Ciències Socials, XVIII). Barcelona, Institut d'Estudis Catalans, 1995
Santi, Francesco. Arnau de Vilanova: l'obra espiritual. Valencia: Diputació Provincial, 1987. 289 pp.
Villanova, Arnaldo de. Arnaldi de Vilanova opera medica omnia. Vol. IV. Barcelona: Universidad, 1988. (Introducción de P. Gil Sotres).
----. Opera medica IV. Tractatus de considerationibus medicine sive de flebotomía. Madrid: CSIC, 1988. 308 pp. (Edición de Luke Demaire).
----. Opera Medica Omnia, A. de Vilanova. Vol. VI. 1: Medicationis parabole. Barcelona: Universitat de Barcelona, 1990. 129 pp. (Edición de Juan A. Paniagua, Lola Ferré y Eduard Feliu)