El Golem de Praga
De entre
las leyendas que atesora la ciudad de Praga, la más universal es la del Golem
(materia), una figura humana de barro animada por el rabino Low
(León), para defender al gueto judío durante el siglo XVI, a la
que se hace desaparecer cuando pasa de la servidumbre a ejercer su libertad.
Los antecedentes
del Golem se remontan a la mitología griega: ya Hefestos (Vulcano) creó un autómata
de bronce, Talos, para cuidar de la ciudad de Creta. Por otro lado, en la tradición
judeocristiana se hace que el propio dios omnipotente genere del barro al primer
humano, Adán, que durante unos instantes no deja de ser
un Golem. Y la novela Frankenstein alude a un científico
que da vida a un cadáver: éste causa problemas al hacer uso del libre albedrío.
El subtítulo de la obra, el moderno Prometeo, nos devuelve a la
mitología clásica: Prometeo fue el titán que creó a los
hombres del barro.
El Golem
y el cine han viajado juntos durante el siglo XX: el
primer largometraje de género fantástico, precursor del expresionismo, es El
Golem (Der Golem, Paul Wegener, 1914). De este filme se realizarán tres secuelas,
en 1917, 1920 y 1935. La figura del Golem también es conocida por la novela
de Gustav Meyrinck de 1916. Otras referencias literarias
que giran alrededor de este mito son El aprendiz de brujo de Goethe,
con su desastrosa escoba animada, el personaje infantil
Pinocho, de Collodi, una marioneta que cobra vida
a través de la experiencia social, o el robot
contemporáneo, invento también de un ciudadano de Praga, Karel Capek, en 1921
(en checo, robotnik quiere decir servidor).
Jorge Luis Borges se apasiona en su juventud por la figura del Golem y escribe uno de sus poemas más famosos:
El Golem
Si (como el griego afirma en el Cratilo)
El nombre es
arquetipo de la cosa,
En las letras
de rosa está la rosa
Y todo el Nilo
en la palabra Nilo.
Y, hecho de consonantes y vocales,
Habrá un terrible
Nombre, que la esencia
Cifre de Dios
y que la Omnipotencia
Guarde en letras
y sílabas cabales.
Adán y las estrellas lo supieron
En el Jardín.
La herrumbre del pecado
(Dicen los cabalistas)
lo ha borrado
Y las generaciones
lo perdieron.
Los artificios y el candor del hombre
No tienen fin.
Sabemos que hubo un día
En que el pueblo
de Dios buscaba el Nombre
En las vigilias
de la judería.
No a la manera de otras que una vaga
Sombra insinúan
en la vaga historia,
Aún está verde
y viva la memoria
De Judá León,
que era rabino en Praga.
Sediento de saber lo que Dios sabe,
Judá León se
dio a permutaciones
de letras y
a complejas variaciones
Y al fin pronunció
el Nombre que es la Clave.
La Puerta, el Eco, el Huésped y el Palacio,
Sobre un muñeco
que con torpes manos
labró, para
enseñarle los arcanos
De las Letras,
del Tiempo y del Espacio.
El simulacro alzó los soñolientos
Párpados y vio
formas y colores
Que no entendió,
perdidos en rumores
Y ensayó temerosos
movimientos.
Gradualmente se vio (como nosotros)
Aprisionado
en esta red sonora
de Antes, Después,
Ayer, Mientras, Ahora,
Derecha, Izquierda,
Yo, Tú, Aquellos, Otros.
(El cabalista que ofició de numen
A la vasta criatura
apodó Golem;
Estas verdades
las refiere Scholem
En un docto
lugar de su volumen.)
El rabí le explicaba el universo
"Esto es
mi pie; esto el tuyo; esto la soga."
Y logró, al
cabo de años, que el perverso
Barriera bien
o mal la sinagoga.
Tal vez hubo un error en la grafía
O en la articulación
del Sacro Nombre;
A pesar de tan
alta hechicería,
No aprendió
a hablar el aprendiz de hombre,
Sus ojos, menos de hombre que de perro
Y harto menos
de perro que de cosa,
Seguían al rabí
por la dudosa
penumbra de
las piezas del encierro.
Algo anormal y tosco hubo en el Golem,
Ya que a su
paso el gato del rabino
Se escondía.
(Ese gato no está en Scholem
Pero, a través
del tiempo, lo adivino.)
Elevando a su Dios manos filiales,
Las devociones
de su Dios copiaba
O, estúpido
y sonriente, se ahuecaba
En cóncavas
zalemas orientales.
El rabí lo miraba con ternura
Y con algún
horror. ¿Cómo (se dijo)
Pude engendrar
este penoso hijo
Y la inacción
dejé, que es la cordura?
¿Por qué di en agregar a la infinita
Serie un símbolo
más? ¿Por qué a la vana
Madeja que en
lo eterno se devana,
Di otra causa,
otro efecto y otra cuita?
En la hora de angustia y de luz vaga,
En su Golem
los ojos detenía.
¿Quién nos dirá
las cosas que sentía
Dios, al mirar
a su rabino en Praga?
Dios es
al hombre lo que Low al Golem, y el precioso secreto que encierra este fantástico
ser es ni más ni menos que el más buscado por la humanidad: la libertad.
Una vez creado a partir de lodos del río, según la técnica revelada por un arcángel en un sueño de Low, el Golem se pone al servicio de su rabino y al de toda la comunidad judía para protegerlos. Pero a medida que pasa el tiempo, los trabajos del Golem se hacen más molestos, dados su extrema fuerza y su poco entendimiento. El Golem funciona gracias a una tablilla con palabras secretas escondida en su boca (las mismas que usó Yahvé para insuflar la vida en el Génesis). Un sábado, día de descanso, Low olvida retirar la tablilla al Golem. Éste pasa por fin de ángel custodio a monstruo destructivo. Ejerce su pecado (su libertad) y como tiene a quien le creó, recibe su castigo.
Hay numerosas
versiones sobre el final de la historia del Golem. En algunas, el rabino decide
que debe destruir al Golem. Para hacerlo, le quita de la frente la primera letra
de la palabra emet, 'verdad', y la palabra se transforma en met, que en hebreo
significa 'muerte'. El Golem se transforma de inmediato en una figura de barro.
En otras versiones, el Golem destruye a su creador, lo mata; o también,
el Golem, al ser destruido, se lleva consigo a su creador porque cuando se convierte
en una enorme estatua de barro, se cae sobre el rabino y lo aplasta. En otras,
el Golem se escapa de la ciudad. De allí la leyenda de que tal vez el
Golem aún anda por el mundo y puede volver a aparecer en cualquier momento.
El Golem
judío nos lleva a la interesante paradoja del ser humano creado por el dios
que el ser humano ha creado. Low utiliza las mismas palabras que su dios para
repetir la misma insensatez. La misión del hombre-Golem acaba consistiendo en
seguir sometido gracias a la baldía creencia en haber sido creado por alguien
superior. Esa misma losa moral e intelectual persigue a las masas hasta convertirlas
en polvo, que vuelve a ser barro del Moldava en una rueda sin final.
Hoy cualquier visitante de Praga puede llegar hasta la tumba del rabino Low y depositar una piedra que simbolice un deseo por cumplir. Mientras, en el desván de la sinagoga más antigua de Europa, duerme el recuerdo del Golem, junto con la evidencia de que la propia presencia del ser humano en la Tierra da fe de que nunca ha existido un Creador.