Por Antonio Tausiet
El fantasma de la libertad ("Le fantôme de la liberté", 1974)
Nuevo collage de gags enlazados por situaciones cotidianas. La más deslavazada e incoherente de la trilogía francesa final. Divertimento sobre el azar en el que se dan cita multitud de ideas antiguas de su autor. “En alguna parte, entre el azar y el misterio, se desliza la imaginación, libertad total del hombre”, dice Buñuel en sus memorias, ampliando su convencimiento de que el ser humano no es libre para actuar, sino que depende de la casualidad.
Foto de rodaje
En las tres películas son desarrolladas las obsesiones últimas y más profundas de su vejez: azar, misterio, libertad. En ésta se vehiculan mediante los habituales Michel Piccoli, Julien Bertheau (que dan vida a sendos jefes de policía del mismo lugar), o la peculiar actriz Muni (que ya actuaba en Diario de una camarera, Belle de jour, El discreto encanto de la burguesía y La Vía Láctea, y volverá a hacerlo en Ese oscuro objeto del deseo). Al inicio del filme, aparece Buñuel caracterizado como monje con barba, al que los invasores franceses fusilan en un Toledo goyesco (los otros tres condenados son amigos suyos: el doctor José Luis Barros, el productor Serge Silberman y el escritor José Bergamín).
Tres fotogramas del inicio de la película:
En sus catorce episodios no faltan las alusiones a las arañas, ni los sueños, ni las piernas femeninas, ni la posada picaresca con puertas que abren y cierran historias, ni la puesta en solfa de las costumbres sociales, incidiendo en su relativismo al mostrarlas al revés (defecación comunitaria, niña perdida que está presente, asesino liberado, policía detenido...).
El amigo de las niñas; el cartero noctámbulo;
El personaje que interpreta Bertheau cuenta que su hermana murió de “cólico miserere”, una enfermedad real en la que se vomitan los excrementos y cuyo nombre le fue dado cuando se pensaba que el único remedio posible era rezar.
La vieja de cuerpo joven; la dómina y el masoquista;
El juego del viejo cineasta es ir esparciendo sus chistes sin terminar, pasando al siguiente y dejándonos con la miel en los labios. Incluido el final en el que los animales de un zoológico son mostrados en un contexto de represión policial, acabando con la mirada atónita de un avestruz que no sabe muy bien de qué va todo esto. “Quise reproducir el humor poético de los surrealistas, pero no me salió así”, confiesa Buñuel.
Jean Rochefort con su familia en la trama, ante Julien Bertheau;
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